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Presidente, dígale la verdad al país

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Usted se quedó sin plata. Y empieza a sentir cómo lo que fue una ventaja, hoy se convierte en bumerán. Usted hizo del Estado una religión. Lo engrosó. Lo volvió motor de la economía. Papá Noel. Se llenó de ministerios coordinadores. De ministerios. De secretarías. Usted gastó a manos llenas todo lo que el país recibió por ingresos petroleros; el mayor flujo de dólares de la historia nacional. Usted multiplicó por 400% el presupuesto del Estado desde 2007, cuando la economía solo ha crecido, en ocho años y según las cifras oficiales, 5% en promedio.

Las facturas llegan, Presidente. Usted se quedó sin plata, pero no se lo ha dicho al país. Sus propagandistas están trucando la realidad. Y también ahí lo que fue un milagro de mercadeo a su favor, hoy se vive como una ficción de mal gusto. Siempre ha resultado vacuo usar biombos para tapar montañas.

¿Por qué su gobierno no asume que la era de las vacas gordas terminó? Usted mismo ha negado la crisis fiscal trasladándola a factores externos con la esperanza, se antoja fútil, de que sea un mero bache. Sin duda sigue usted pensando que los astros se alinearán de nuevo a su favor y que la lluvia de dólares volverá. Ojalá esa racha de buenos factores, que usted confundió con buena administración, se mantuviera para el país. Pero la realidad no está hecha de buenos deseos.

Usted no reconocerá que los factores externos de los cuales habla (precio del petróleo bajo y apreciación del dólar) pesarían menos si su gobierno hubiera despilfarrado menos. Y si hubiera ahorrado un poco. No lo hará porque concedería la razón a los economistas ortodoxos –usted los llamó contadores– que le pidieron no gastar todo ni acabar con los fondos de estabilización. Para usted eso era neoliberalismo. Nunca admitió que eran medidas de sentido común y que países como Noruega o Chile las usan: ahorran para épocas de vacas flacas.

Nadie, además, le pidió suspender los programas sociales, de salud o de educación. Solo gastar menos. Despilfarrar menos, muchísimo menos. Y hoy todos le sugieren recortar gastos en ese aparato ampuloso donde sobran algunos ministerios y secretarías, miles de burócratas, los ejércitos de troles, los entes de la inquisición, los médicos mal formados que trajeron, los asesores muy bien pagados, un rosario de viajes oficiales, congresos con invitados extranjeros, cientos de carros oficiales, los shows millonarios dizque para rendir cuentas, las sabatinas, las cadenas para denigrar y ultrajar, la publicidad para catequizar a la población y, ahora, para negar que su gobierno se quedó sin plata… Usted sí tiene cómo abrir una peluquería en su gobierno.

Es ceguera, Presidente, no reconocer error alguno y no enmendar, en ningún aspecto, su estilo de gobierno y sus políticas. Es sordera no acoger, con espíritu democrático, las alertas enviadas el 19 de marzo en las calles de nueve ciudades. Es insensatez querer vestir el traje de víctima, cuando lo que se espera de un gobernante es que sepa rectificar a tiempo. Recorte gastos en forma implacable –como a usted le gusta– en su administración. Rebajar un tris los salarios de los altos funcionarios no alcanza. Usted lo sabe. Pero en vez de reconocerlo, usted está recurriendo, en un silencio alarmante, a endeudar al país en forma inmisericorde. Obviamente usted no tendrá que encarar las consecuencias si por esas cosas de la política usted decide no presentarse en 2017. O si pierde esas elecciones; un escenario que ahora es factible por el grado de desgaste que produce su falta de sensibilidad, su arrogancia, su inquina y la opacidad de su administración.

Es iluso, con todo respeto, creer que se puede prescindir de la deuda que tiene el Estado con el IESS, solo porque usted así lo dictamina ante los micrófonos. Es absurdo creer que si sus asambleístas lo acompañan en esa decisión, reformando la ley, el gobierno se libera de pagar al IESS. Es patear una deuda para después. Es demostrar que sus funcionarios, que habían reconocido la deuda y hurgado en las cajas del IESS, no tienen palabra. Es probar que su gobierno perdió la perspectiva y ya no mide las consecuencias sociales de una decisión tan trascendente. Es mostrar, en fin, que su gobierno se quedó sin plata. Pero, claro, usted no lo dice. Quiere hacer creer que es una movida de racionalización del Estado. Y de colectivización de los recursos. ¿Para qué se le da más plata al IESS si ya tiene superávit y su plata es de todos? Y usted adornó su anuncio, como los toreros que cierran la faena con un desplante: esto no tiene sentido –dijo– porque es de mala fe. Y ya. Se cerró ese capítulo. Una deuda millonaria menos para usted y un problema más para el país.

Usted se quedó sin plata y no se lo ha dicho al país. Ni ha operado el giro que la situación requiere. Ha preferido recurrir al endeudamiento que, en el último año, suma alrededor de 10 500 millones de dólares. Ahora acaba de colocar 750 millones de bonos en el exterior con una tasa de interés de 10.5%. La más alta, han dicho los expertos, que un país haya pagado en la última década. ¿Cómo llamaba usted en el pasado, Presidente, a los gobiernos que colocaban bonos a tasas de interés altas, pero nunca como la que usted admitió pagar? ¿Qué dice usted hoy del riesgo país; ese índice que tantas sonrisas le arrancó y que hoy incide y suma tan crudamente en ese 10.5% de interés que su gobierno aceptó? Más deuda y la comprobación, ahora internacional, de que su gobierno no tiene plata y la necesita en forma urgente y al costo que sea.

¿Por qué no le dice la verdad al país y no somete su gobierno a una dieta drástica? Usted ha preferido irse por la tangente: seguir hablando del nivel de crecimiento, desdramatizar las salvaguardias dando a entender que solo afecta a los más ricos y no hablar del volumen de endeudamiento que ha crecido vertiginosamente.

Más grave: su gobierno ocultó a la opinión pública que el Banco Central ha fondeado, desde el año pasado, al Banco Nacional de Fomento, la Corporación Financiera Nacional y dado liquidez a su gobierno. Un total de 1 053 millones de dólares; las dos terceras partes para el Ministerio de Finanzas. Más deuda, entonces. Y otra evidencia estruendosa de que su gobierno se quedó sin plata.

Poner buena cara al mal tiempo es saludable, pero no lo es esconder la gravedad de la situación económica que usted está paliando, por ahora, con deuda interna y externa. ¿Hasta cuándo podrá hacerlo? Dígale la verdad al país, Presidente. Dígale que la época de vacas flacas llegó para quedarse. Y que todos, empezando en gran medida por su gobierno, tenemos que hacernos cargo antes de que esa crisis desborde al gobierno y explote en forma impredecible en la sociedad.

Decir que el gobierno está preparado incluso para un barril de petróleo a 20 dólares, suena a audacia política. Pero en vista de las circunstancias es, con el debido respeto, una fanfarronería indelicada con el país.

Con el respeto debido a su función.