No hago literatura, no es mi destreza. Pero con Eco me aproximé hacia una formulación de la estética narrativa. El lenguaje que da cuenta sobre la sociedad está repleto de entradas narrativas. La sociología y la politología son intentos narrativos desde categorías con pretensión sistemática, científica decimos. Categorías que pretenden decodificar la impresión sobre interacciones humanas. Pero no son estéticas. Tenemos, todos, los científicos sociales, seres autocalificados de distintos y los seres corrientes, la obligación humana de aproximarnos a la estética.
Hice filosofía. Pero cuando caminaba por los senderos de la filosofía del lenguaje, Eco abría un mundo enorme de estudios sobre semiología. Fue una referencia, no una lectura atenta. Tengo cierto arrepentimiento de no haberme aproximado entonces. Pero un consuelo bobo. Quizás hubiese deformado mis lecturas posteriores del Eco esteta. No obstante, sí pagué el derecho de piso, que usualmente nos plantearon sus novelas. Ese casi centenar de páginas que las inician, en las que dan cuenta de unas otras cavernas de razonamiento desde el cual formuló una determinada trampa. Siempre asumí esas páginas como un derecho de admisión que, debo admitirlo, cuando no superé, tampoco pude entrar a la parte literaria del texto. Trampa que armé y que las mismas novelas impidieron. Y así esas novelas quedaron al costado de mi sillón. Fueron pocas, pero han carcomido esas mis derrotas, en mi relación Eco.
(Lamento no hacer referencias precisas. Mi biblioteca está encajonada, encarcelada más bien, y mi memoria repleta. Esta, como siempre, confusa y selectiva, para ser más preciso. Escribo al tacto. Mejor, desde impresiones. Un tributo injusto académicamente, pero intelectualmente justo para quien me condujo por muchos senderos hacia la estética. Empujón que necesitaba. Y agradezco al don de un personaje cuya humanidad solo construí desde sus obras. Me resistí a leer más que unas pocas entrevistas. Y más adelante contaré una sana envidia)
Hago política. De la buena, creo. Es decir, de la que pretende procesar pacíficamente los conflictos desde un horizonte nacional buscando la justicia, entendiendo, hasta donde posible, a los diablos de los otros y los nuestros. No siempre pude conseguir un acuerdo con las posiciones, a veces, excesivamente radicales, puede decirse, de Eco. Que importa. De eso se trata. De la posibilidad de ejercitar múltiples lecturas de un libro, de una narración. Mejor si la aproximación del lector al autor no es textual. Mucho mejor si es elusiva. Consigue la misión del escritor. Que un producto deje de ser suyo, de su intención. Y se convierta en un producto abierto a todas las aproximaciones que lo quieran asumir.
Aquel ejercicio de libertad estuvo en todas mis lecturas, como ciudadano corriente, a las obras de Eco. Narro la última. Tuve un encontronazo con Zona Zero, su última novela, en una calle, en mi librería barata de Madrid, una que queda subiendo por la principal cuesta cuando se arma el rastro los domingos. Había escuchado comentarios de los colegas en los almuerzos en la universidad. Pero ninguno todavía convincente. Debo confesar que a estas alturas de mi ciclo vital, sólo leo o asisto a una sala compelido por algún fiable buen comentario. Entonces entré a ciegas en el texto de Eco. Y, como he confesado, de modo barato.
(En otra confesaré acerca del pago por los libros. Me gusta regalar mis libros y regalar libros, aún a conciencia de que un libro regalado corre el alto riego de ser un libro no leído. Archivado. Aprendí aquello de uno de nuestros “mejores” libros, con Gloria, Roque y Fernando, sobre familia ecuatoriana, que quedó temporalmente en los estantes de algunos burócratas y ocasionalmente aparece en algún anticuario. Por ello, debo decir con vergüenza que pague poco por el último de Eco)
Debo declarar que Zona Zero me gustó. No más que los otros libros. Qué injusto sería valorar como menos. Diría que me gustó distinto. Además de retenerme arrellanado en un sillón hasta terminarlo, me identifiqué con el personaje que en primera persona es el narrador protagonista, seguramente proyección del mismo Eco. No él mismo. Pero se siente al narrador en muchos intersticios. Se lo siente desde los intersticios espaciales –que magistral fue en aquello- que son el contexto necesario de sentencias de todo tipo, políticas, filosóficas, lingüísticas. Sin embargo, nunca me interesó la magistralidad de las sentencias. Me interesó la capacidad exploratoria de la realidad que permitían. Esto vale para toda la obra de Eco.
Un primer plano de Zona Zero puede ser la crítica a los medios de comunicación desde la sociología del medio/empresa y de la comunicación/lenguaje. Pero me interesó más el segundo plano. El manejo de la comunicación desde el poder. El contexto italiano de la novela, ejercicios gubernamentales de una clase política paradigmática en todos los sentidos –socialista y demócrata cristiana- y la emergencia de Berlusconi en el escenario –populista, nacionalista, filofascista-. El entendimiento perverso de la comunicación desde el poder nos afecta a todos. Más aun cuando se traduce en ejercicio perverso. La intimidad del objeto intermedio de ese ejercicio es seductora. Proyectable en su vivencia de la opresión.
El nombre de la rosa constará como un clásico en muchas clasificaciones. Policial, medieval. En la mía es una novela definitiva para un ejercicio que luego entendí, de la misma mano de su autor. De cómo el ritmo de un texto te puede permitir un diseño territorial (de espacios en los que se asientan relaciones determinadas), de cómo una cadencia te permite reconstruir los tiempos de la historia, de cómo los dichos y los no dichos te instalan a las situaciones y a los personajes. Recomiendo, con cariño a quienes quieran apropiarse mejor de la novela y su autor, como un texto excepcional para neófitos, las apostillas de Eco. Están en línea. Es un viaje excepcional por la entrañas de un productor… literario.
Supongo que gocé como el que más con esa novela. Me llevó al límite de muchas miradas sobre los personajes. Sobre los lenguajes. Entre otros, Adso y Urbino me condujeron especialmente sobre la apertura a la vida como misterio, el primero, mientras que el segundo a los carreteros extraños de los mestizajes lingüísticos, generacionales, civilizatorios. La instalación de personajes y territorios se nos vino, de improviso, al visitar lo que hoy se dice fue el lugar en que estuvo instalado el monasterio, cerca de Viena. Queda solamente, una reproducción creo, de la escalera a la biblioteca, foco del misterio. Suficiente para re-construir y para construir. ¡Para que mirar los planos, si tenemos las apostillas¡
(Alguna vez viajando por el centro de Italia, buscando ancestros, no recuerdo dónde, nos comentaron que muy cerca Eco había comprado un torreón del siglo XII –no sé si fantasía, mercado o realidad- en el que instalaría su estudio. Me confundí en una sana envidia, pues entre mis fantasías permanentes está esa, la de un estudio desde el cual, desde arriba, pueda mirar a lo que ocurre abajo, ejercicio que hice muchas veces desde el ahora derrumbado porche de la casa de mis padres. En eso, y creo que solamente en eso, tengo una misma aproximación al nivel del gusto de Eco).
Luego caminé de la mano de Baudolino. El olor de la época está en cada cabalgata. La búsqueda del Santo Grial es definitiva para hacer política en algunas civilizaciones. La simbología va atada al poder. (La espada de Bolívar es una forma menor pero igualmente medieval de construir representatividad). No me detengo. La caja es muy chica. Y quiero llegar hacia el cementerio de Praga.
Al terminar de leer el cementerio de Praga decidí robar a mi compañera de vida su broma favorita. Cuando sea grande, quiero ser (hacer) lo que … Eco. Es decir, tener la prestancia, el recorrido histórico, la capacidad narrativa de escribir sobre lo que me da la gana, del modo que me dé la gana. Con ese respeto pedagógico extremo con el que Eco transgrede a las verdades históricas. Este libro es una construcción basada en la de-construcción de los personajes. Es decir, desde la distorsión de varios personajes y situaciones se reconstruye una forma de la historia para muchos lectores. Para lo que el lector quiera aprehender de esas/de la historia.
Mi hija Fernanda, quien como todos mis hijos es mi corrección humana, profesional y política, me expropió mis dos tomos de historia de la belleza y de historia de la fealdad, cuando aún no había trabajado sus capítulos/textos diversos. Estarán mejor en su biblioteca, me dije. Porque ya había leído al prólogo del primer tomo, que me introdujo a una teoría de la estética. Ese ejercicio aplicado, que debo acometer con más ahínco, más cuando el tiempo se acorta. Gracias Humberto Eco, entre todo lo dicho, especialmente por darle estatuto a lo que no debe tener verbalización sino sentido. Creo que no debo entristecerme por su muerte, sino agradecerle a la vida por haberlo podido leer.
Estimado Luis, perdón por el abuso del medio pero no tengo más opción. Escuché un comentario donde se utilizó el concepto de “Estado mafioso”. Tengo interés en enviarle mi artículo sobre lo que denomino el “Estado criminal” que fuera publicado en http://www.academia.edu y en el expongo fundamentos de la existencia de un Estado paralelo bajo la lógica y control de la delincuencia organizada. Puede darme un contacto o escribirme a [email protected] Gracias.
” Creo que no debo entristecerme por su muerte, sino agradecerle a la vida por haberlo podido leer” no pudo ser mejor esta frase con la que culmina su reconocimiento al valor e integridad de Umberto Eco, que condujo y conducirá a través de su palabra a comprender el privilegio de la vida. La vida que muchas veces ha sido valorada de manera inadecuada. Pues, repetimos acciones y hechos tan dañinos, muchas veces sin darnos cuenta o con plena capacidad por sentirnos y creernos “superiores”. A paso de cangrejo revela la razón de la sin razón: caminar hacia atrás, recoger errores de pasados atroces, marcar espacios extremos, degradar al otro, sentirnos insustituibles, repetir actitudes y conductas nefastas. Sin duda, Eco vivirá en quienes sentimos el respeto a la vida y al prójimo.
Solo un comentario para un articulo de una brillantez impresioante como este? Y sobre umberto Eco?
Espero que en el transcurso de la semana mas lectores disfruten de esta estupenda aproximacion a la obra de Eco a quien muchos hemos leido.
Recomiendo “La estructura ausente”, un manual de semiotica denso, y dificil, pero esclarecedor y delicioso cuando se hace el esfuerzo para estudiarlo (no leerlo superficialmente). Hay un segmento dedicado a la arquitectura que todos los que practicamos esta profesion deberiamos leer: desmitificador, des-orientador y re-orientador, a veces en un lenguaje post-moderno un tanto oscuro y pedante. Pero nos ubica en una realidad concreta, lejos de las afirmaciones poeticas de los maestros del siglo veinte como: “la arquitectura es el juego sabio de la luz y de la sombra”, o “menos es mas”, o “es musica petrificada”, o la mas cinica de todas “less y a Bore”.
Felicitaciones a Luis Verdesoto, el autor de este tributo a Umberto Eco.
Brillantes temas. Saludos