Fuimos ricos tipo B: Por herencia. Cobramos sin mucho esfuerzo, vendiendo chicles a un taxista que transportaba a un empresario que vendía producto a empleados recién contratados por un nuevo ministerio. Enriquecidos con ventilador, por sueldos o consultorías, por hidroeléctricas o carreteras, por nuevos salarios mínimos, por colegios y hospitales, por empresas peleándose empleados, por un mundo rico que nos compraba productos subsidiados.
Ahora en la tempestad nos encontramos aterciopelados y empapados, con barbas pesadas, carecientes de ligereza, sin asilo del letargo que nos agobia. Somos el heredero empobrecido que va errático, que se da cuenta que vendía más por regalía que por mérito. Y no vendemos, y no hay moneda para devaluarnos, bajarnos los sueldos a todos, y volver a vender al mundo también empobrecido. Nos cuesta repartir la pobreza con ventilador, y recurrimos entonces a la bolsa de dardos: Municipios, hospitales, proveedores, consultores, petroleras, militares, seguridad social, fondos privados. En fin, el que aguante.
Otros han comentado ya de los paradigmas: Si dejamos la tasa de créditos fija, empobrecemos al banco, pero no al empresario. Si emitimos TBCs, pagamos a unos a costo del SRI, que tendrá que no pagar a otros. Si pagamos a empleados públicos y estos importan cosas, nos toca empobrecer a empresarios vía salvaguardias para que no se deteriore la balanza comercial, y no bajen los depósitos. Si evitamos quiebras con políticas salariales más flexibles, empobrecemos a los empleados. La caja de herramientas que tenemos no nos deja la opción de hacerlo uniforme, ordenado.
Es una situación indeseable y difícil que ha sido vivida por un sinnúmero de países en los últimos 10 años (shock externo, tipo fijo). Pero de ahí el gran aprendizaje: el éxito o fracaso de esos países dependió de la habilidad de tus autoridades de disparar dardos así como su capacidad de convertir a glotones en sudadores. Los buenos aceptaron su nueva pobreza temprano y tomaron las medidas sin espera, con decisión, contundencia y técnica. Los malos cayeron en la trampa del protagonismo político, lo hicieron tarde y pequeño generando por consecuencia años de recesión y retroceso social.
La polarización política se antepone directamente a la capacidad de decisión que necesita el país en esta coyuntura y con este esquema monetario. El ambiente conflictivo solo permite decisiones aisladas y pequeñas tan poco efectivas como el rebuscado de estadísticas que tapan la nueva pobreza. Es tiempo de arrojar el deseo protagónico a la basura, y dar paso a los tecnócratas, a importar equipos de expertos que ya enfrentaron estas crisis en otros países, a estudiar esos procesos detenidamente, y a tomar decisiones grandes, oportunas y transparentes. Esto solo puede ocurrir en un clima de mayor consenso y conciliación, lo inevitablemente doloroso se vive mejor con un sentido de equipo y pertenencia que uno de culpa y ataque.
Otra alternativa es usar un chivo expiatorio, echarle toda la culpa, y salir cojeando y adelante. Tipo el FMI. Ya fuimos herederos. Veamos si en esta oportunidad reaccionamos como sudadores.
Por la menos deberíamos hacer lo posible por no empeorar las cosas.
Sr. Presidente, ya es hora de cerrar el capítulo de las herencias y plusvalía que paralizó al país.
La construcción se paró en seco con el anuncio de esas leyes, y también se suspendieron muchas otras inversiones.
Mande de nuevo las leyes o anuncie su retiro definitivo. Acabe ya con la incertidumbre. Destrabe el inmovilismo de quienes pueden producir, vuelva a dar confianza a los inversiónistas.
¿Se acuerda que también dijo usted que los que protestaban por la ley de herencias mejor si se iban del país? Muchos le oyeron y no lo han olvidado.
Eso ya no podrá arreglarlo usted, ya sabe que palabra y piedra suelta, no tiene vuelta. Habrá que esperar al próximo gobierno.
Muchísimo de esta crisis actual es de su responsabilidad directa.
No solo por estos nueve años, la historia socioeconómica del Ecuador es triste, que no lleva al desarrollo; Quienes han gobernado no han estado preparados para ese trabajo, personajes dominados por el ego, las pasiones, donde importa el yo, mi nombre, aunque ese aparente éxito se base en el fracaso de los demas; no veo ni me importa los objetivos y metas sociales, eso es secundario frente al yo y mi grupo. Tambien tenemos culpa quienes elegimos y luego adoptamos posiciones conformistas