El esforzado presidente de la República lleva 469 sábados premiando a los ecuatorianos. Otorgándoles distinciones inolvidables del tipo “la cantinflada de la semana”, “la mentira de la semana”, “la caretucada de la semana”. Nunca se le agradecerá lo suficiente. Y como su final se acerca (ya sólo le quedan 59 sábados por delante), ha llegado la hora de retribuirle. Así, pues, por su performance del último sábado Rafael Correa se ha hecho acreedor a los siguientes premios:
La babosada de la semana
Una orquesta tropical esperaba al presidente con música cuando llegó. Él, incapaz de ceder el escenario a nadie, se unió a los coros. Parado entre los dos cantantes, un hombre y una mujer, bailó y desafinó una vieja cumbia: La piragua. Todo parecía muy normal. Sólo minutos después, cuando ya sentado en su lugar agradeció a los músicos, reveló las represiones que escondía tras esa moderación aparente: “El vocalista –dijo–, muy buena voz. Y la vocalista, muy buena… (con la sonrisa rijosa y los ojos lúbricos hizo una micropausa llena de significado), muy buena voz también. ¿No es cierto Mashi? –volvió la vista y buscó la complicidad de su bufón de los sábados–. Muy buena voz, muy buena… (nueva pausa, nueva sonrisa libidinosa) muy buena expresión artística, jejejé”. Fascinado con su propio sentido del humor, tan fino, se sacudía el presidente al compás de su risita agria.
Machista elemental, tan básico que ni siquiera cae en cuenta, Rafael Correa es clarísimo en su adscripción de roles a los sexos: el cantante canta; la cantante mueve el culo. Punto. Sólo que él, rijoso reprimido, no dice esas palabras: las deja en suspenso, sobreentendidas, con un guiño de complicidad hacia su auditorio. En eso consiste su sentido del humor. Un sentido del humor que no sólo revela su concepción de las mujeres (la real, no la políticamente correcta que adopta cuando le toca dar discursos), sino también la estrechez de su horizonte cultural.
La mentira de la semana (y de la década)
“Acuérdense que antes no había carreteras”. Tanto se repite esta mentira que hasta hay desmemoriados que la creen. “Gracias a Dios llegó la revolución ciudadana para que por fin tengamos carreteras”. Lo suelta con desparpajo cada sábado al inicio del show, cuando se pone a contar cómo llegó hasta el lugar donde se encuentra transmitiendo. En esta ocasión es Conocoto, a media hora de Quito. Y el público, que en gran parte es de allí mismo, aplaude hipnotizado como si en efecto se lo creyera. Hace diez años, para viajar allá, había que montar en burro. –Abuelito, ¿cómo ibas hasta Conocoto antes de que Correa construyera la carretera? –No iba, m’hijito.
¿Alguien se acuerda de Nelson Gómez E.? Muchos no lo habrán olvidado: Nelson Gómez E. es el autor, entre otras cosas, de la Guía Vial del Ecuador, ese utilísimo cuadernillo de tapas azules con excelentes y claros mapas desplegables que servían para llegar a todos lados. El conductor actual ya no dispone de nada parecido. La última edición de la Guía Vial de Gómez salió a la venta un año antes de que Correa ganara las elecciones: en 2005. Y en su prólogo se puede leer: “Ahora, al inicio del siglo XXI, debemos admitir que la infraestructura vial se ha consolidado definitivamente. Las tres regiones naturales del Ecuador cuentan con vías de primer orden”. Tipo perverso este Gómez: todavía Rafael Correa era un ilustre desconocido y ya conspiraba contra él con sus mentiras.
El caso es que esa guía, la de 2005 (este pelagato desafía a cualquiera a que lo pruebe), sirve perfectamente, en lo esencial, para recorrer el Ecuador de 2016. Sin problemas. Hay algún tramo que falta, claro (La Concordia-Pedernales, por ejemplo), vías de segundo orden que hoy son carreteras asfaltadas (o encementadas), pero el trazado general de las rutas está prácticamente completo en estos mapas de hace once años. Hay incluso, oh milagro, una carretera que lleva de Quito a Conocoto. ¿Quién lo creería?
La cantinflada de la semana
“Sepan ustedes –dice el presidente acalorado– que por esas leyes absurdas que heredamos…”, se detiene por un segundo y, mirando a sus asesores: “ojalá no las hayamos puesto nosotros mismos –añade–, revísenme eso”. La esquizofrenia de Rafael Correa garantiza la diversión de cada sábado. Tanto ha contradicho lo que ha dicho, tanto ha practicado lo contrario de lo que ha predicado, tanto ha borrado con el codo lo que ha escrito con la mano, que ya ni sabe lo que ha dicho, lo que ha hecho, lo que ha practicado y lo que ha escrito. No sabe si la ley contra la cual hoy despotrica porque no le deja gobernar la heredó de la partidocracia o la aprobó él mismo, cuando aún creía que en el mundo había algo más importante que llegar a fin de mes y pasar cantando. Cómo ha cambiado el poder a Correa: ya ni sabe lo que creía antes. Esta frase es un retrato acabado del Rafael Correa de 2016.
La caretucada de la semana
Rafael Correa se nos parte de sencillo. Esta semana despidió a sus edecanes militares porque estaba aburrido de tanta pompa que lo distancia de su pueblo. Así dijo: “somos gente sencilla como nuestro pueblo”. Es tan sencillo que habla de sí mismo en primera persona del plural. Como el papa. O en tercera del singular. Como Napoleón.
En un arrebato de sinceridad, relató el presidente el drama de los pobres mortales condenados a ir arrastrando un séquito de uniformados por la vida. “¿Saben lo que se siente?”, preguntó. Correa es sencillo como el pueblo y quiere andar, lo mismo que él, sin protocolos. ¿Saben lo que se siente, cuando uno va a dictar una conferencia en la Sorbona (lo dijo como quien pone un ejemplo entre muchos posibles), tener un edecán parado atrás dos horas? Tiene razón. Es ridículo. Cuando el pueblo va a dictar conferencias a la Sorbona va solito.
Pero, ¿y los granaderos de Tarqui, que antes se contaban con los dedos de la mano y ahora, durante su gobierno, se han multiplicado de tal modo que no caben en Palacio? ¿Y el cambio de guardia, esa ceremonia semanal en la Plaza Grande que se inventaron para que él pudiera salir al balcón a contemplar un espectáculo de sables, picas, cornetas, caballos…? ¿Y las caravanas que lo acompañan a todos lados, las motos, la caballería, los equipos de protocolo, la banda presidencial, Patria tierra sagrada, los asesores, los asistentes de los asesores, los ayudantes de los asistentes, los gorilas con el cable en la oreja, los gorilas con la manta blindada, los choferes, los ministros y subsecretarios que lo siguen por si acaso, los dos aviones, los doce carros…? “Es protocolo establecido”, dice. En fin, sin edecanes todo ese séquito lucirá mucho, pero que mucho más sencillo. Cuando llegue a la Sorbona nadie se dará cuenta.
El chasco de la semana
“Tenemos que hacer un mea culpa”, dice Rafael Correa. “En nueve años de gobierno no hemos tenido una verdadera política laboral” ¿Ah, no? ¿Y Todas las cosas bonitas que dijeron, apenas en la víspera, los militantes del partido correísta reunidos en su casa de la Shyris? Eso de preparar un “combativo 1ero de mayo” para celebrar “los avances de las reformas laborales” aprobadas por éste, “el gobierno de los trabajadores”, toda esa retórica que despachó Doris Soliz sin sonrojarse, ¡apenas la víspera!, ¿era paja? Pues sí. Queda para el próximo gobierno. “Esto –dice Correa– debe ser parte fundamental en la campaña: tener una verdadera política laboral y una verdadera política de seguridad social”. Ah, ¿también?
La canallada de la semana
Esta semana los expulsados dirigentes estudiantiles del colegio Montúfar, incluido el presidente del Consejo Estudiantil, se reunieron con Rafael Correa. Ocurre que un asistente del despacho presidencial, ex alumno de ese colegio, los había invitado a Carondelet. Nomás para charlar. Incidentalmente Correa pasaba por ahí y se reunió con ellos. De pura casualidad. No vayan a creer que los citó. Qué va. Así se dan las cosas en Palacio: al acaso.
Se reunió, pues, Correa con estos pobres y vapuleados chicos, acusados sin pruebas, sancionados sin derecho a la defensa, hostigados, perseguidos, acosados, expuestos públicamente y desprestigiados por las autoridades educativas del país y por el propio Presidente, que en sabatinas anteriores los llamó de todo y hasta pidió que se los expulsara no sólo de su colegio sino del sistema educativo nacional para que no contaminaran a nadie, así dijo. Chicos de 16, 17 años a los que el poder primero manipuló, utilizándolos para sus fines proselitistas en el colegio y luego sometió a esa presión inaudita, violatoria de cualquier derecho, todo por obra y gracia del señor Presidente de la República. Se reunió con ellos, decíamos, les miró a los ojos y creyó en su inocencia. Así de simple. Lo supo con la certeza con que un alma pura descubre a otra alma pura. Se dio cuenta de que habían sido manipulados por el MPD pero que son “chicos muy valiosos, esperanza de la Patria”. Y los perdonó. Mejor dicho: los perdonará, siempre y cuando “muestren arrepentimiento”, como manda el catecismo, y “pidan disculpas”. ¿De qué? ¿No que eran inocentes? No importa, la absolución exige acto de contrición y propósito de enmienda. Es una cosa ritual. Así, para que todo vuelva a la normalidad, las víctimas tienen que pedir perdón.
El culillo de la semana
Los correístas, se sabe, son más, muchísimos más. Pero el próximo jueves, 7 de abril, la oposición se manifestará en las principales ciudades del país y, contra toda lógica y necesidad histórica, los correístas corren el riesgo (ya ha ocurrido) de ser menos. Por eso la frase más repetida de la sabatina fue “Este jueves todos a llenar las plazas”. En cinco ocasiones el presidente convocó a sus seguidores a salir a las calles el próximo jueves para demostrar que son “más, muchísimos más”. Sospechosa insistencia que pone en duda que lo sean.
En buses vendrán desde la Costa los campesinos movilizados por Carlos Bernal, secretario del Agua, a quien el presidente dio muy claras instrucciones: “Ojalá, Carlos, esos agricultores también puedan ir a las ciudades a defender a la revolución”. Se refería a los agricultores beneficiados –nada es gratis– por las obras para el control de inundaciones. Viniendo de Rafael Correa ese “Ojalá, Carlos” es una orden. Hacen bien en aprovechar ahora, antes de que suba el precio de los sánduches y las colas.
Esta obsesión plebiscitaria del correísmo, que convierte cada manifestación en una medición de fuerzas, es una torpeza aunque no sea por otra cosa que por el riesgo que corre de perder. ¿Por qué no deja que la oposición se manifieste en paz? En Brasil, un día sale a marchar la oposición, otro día salen a marchar los gobiernistas. Eso es lo democrático. Allá a nadie se le ocurre sacarlos a las calles simultáneamente: sería una estupidez. ¿Por qué Correa no sigue el ejemplo de Dilma? Pues porque le da culillo.
Desde el 30 de septiembre de 2010, cuando Ricardo Patiño llevó a cientos de civiles al lugar donde policías y militares se estaban dando de bala (ya va siendo hora de responsabilizarlo moralmente por los muertos), Correa no puede oír alboroto en las calles sin sentir la imperiosa necesidad de formar con sus seguidores un colchón de seguridad en torno a Carondelet. Héroe singular y curioso, necesita de gente que muera por él, no al revés. Si “ser bueno es ser valiente”, como escribió el gran Machado, Rafael Correa es un mal tipo.
Maravilloso Ecuador, tanta suerte que tiene. Leyendo tantos comentarios por aquí y por allá, me he dado cuenta y casi que me convenzo que hay tantos, pero tantísimos buenos presidentes comentando que parece que gobernar el Ecuador es más fácil que atrapar una jaiba muerta,… o será que, al igual que en el estadio, todos los que están en las tribunas son muchísimo mejores jugadores que los d la cancha y ni que decir de los técnicos, que comparados a los expertos estrategas de las tribunas, no pasan de ser más que adiestradores de caracoles. Ése es mi maravilloso Ecuador lleno de tantas riquezas, pero,… desgraciadamente esa es la desgracia de tener tantos agraciados desgraciados, esperando en cola, la gracia de ser bendecidos con la gracia de desgraciar a mi maravilloso Ecuador. A veces el amor de patria hace pensar en disparates y desear que aparezca un Pinochet y haga desaparecer a todos esos magos estadistas, que incluso habiendo estado en el poder, tienen el descaro de intervenir; bueno,… es obvio ya se les debe estar acabando lo robado y necesitan el poder, para poder joder a los que siempre no aprenden y lamentablemente olvidan, pero después, jajaja eso sí, como pertenecen a la religión del protestantismo , protestan, protestan,… cuando ya han metido las dos patas y como siempre, el de siempre paga los platos rotos y como lo único que no olvida es su costumbre de protestar, pues ese es su única oportunidad a su estúpido placer…. PROTESTAR.