Quería escribir acerca de la libertad de prensa a propósito de su día. No lo hice pues me identifico plenamente con los contenidos y la contundencia de la carta que 4 instituciones, resabiadas instituciones, dirigieron ayer al país. En su vehemencia nos remitieron a derechos básicos en los que se sustenta la libertad de prensa. Esto es, la libertad de expresión, la libertad de opinión, la libertad de pensamiento. Libertad de pensamiento entendida como capacidad de la sociedad para pensar, germen de la civilidad, de su comportamiento civilizado; libertad de opinión como la capacidad para construir los cimientos de la forma política de la sociedad que es el sentir, dictaminar y elaborar una significación pública; y, libertad de expresión como la capacidad para contribuir a la difusión del pensamiento y la opinión de los individuos y colectividades por todos los medios que lo permitan. Estas libertades son cimientos humanos de la democracia, forma histórica, que se construye y la destruyen. Pero que finalmente estamos en la obligación, permanente, de reconstruir.
Me muero de ganas de hacer filosofía política, que es una forma también para enfrentar a la censura que tratan de imponernos en el Ecuador de hoy. Que no pasa, ventajosamente, por ríos de sangre en las veredas de la patria. Qué, entre otras vías, pasa, lastimosamente, por mordazas auto-impuestas como consecuencia de la manipulación de las instituciones. Y de la aceptación de unos y de la resistencia de otros.
Valga el motivo para referirme, sin falsos adulos, a la valentía de periodistas que son, de muchas formas, en la investigación, la información, el análisis, la burla o la graficación, militantes inconscientes y libertos de la democracia, en épocas de oscuridad. Muchas veces fueron concebidos solamente como vehículos de mensajes surgidos de los cenáculos de la política. Y de las élites. Pero ahora que el régimen ecuatoriano quiere eliminar a los mensajeros, surgió la necesidad de reconocer en esos medios al mensaje incubado por los ciudadanos. Por ellos mismos y los otros. La democracia, el condumio democrático, también está en la práctica de esos medios y mensajeros.
Pero no. Quiero referirme a un ejercicio práctico, a una forma aplicada de la libertad de prensa, la Mashimachine, propagada por estos pelagatos. No sé quién la inventó ni me importa. Es una forma graciosa de interpelación a la centralidad del poder. Y eso basta. Porque permite elevar a la risa a su categoría central, una práctica democrática.
Al escribir este artículo he querido verme a mí mismo. Riendo. Intentando tomar conciencia de mi risa. Como ser humano. Como ciudadano. Indagando ¿por qué me divertí tanto provocando que el robot de la Mashimachine exprese, por mi interpuesta mano, su rechazo a la ley de comunicación? Inicialmente pensé y me cuestioné si lo que estaba haciendo era invertir el signo del contenido/estructura -aprobación o rechazo- a la ley, conduciendo a que el autor se convirtiera en detractor. Pero no fue esa –venganza social consistente en cambiar el signo dentro de la misma estructura- la fuente de mi goce. En todo caso, no me es lúdico lo que sí es para otras autoridades: que existan grupos sociales que dejen de comer pan y empiecen a comer mierda, mierda.
Inicialmente el examen, el auto-examen, me dejó ver varios tipos de risa. Los tenía confundidos en el fondo de mi siquis. Risa nerviosa frente a lo incontrolable, quizás ante los temores al autoritarismo, a la imposibilidad de superar o soslayar a algún incontrolable. Risa irónica como expresión gestual contundente que sustituye a la verbalización, tan propia de nuestras sociedades andinas. Risa instintiva ante estímulos –ahora muy mediáticos- que conectan con mi disco duro, con las partes generalmente incontables del subconciente. Y muchas más risas. Pero no escribo esto para contarles sobre los recovecos de mis risas. Si no para entender por qué me causó gracia la Mashimachine, como un ejercicio de libertad de prensa de los pelagatos y mío al interactuar con ese ejercicio. Es decir, para diferenciar la risa autoritaria de la risa democrática.
Parte de mi risa con la Mashimachine fue descubrir por qué me molesta tanto la risa burlona del Presidente de la República, pues me vale un rábano cómo se ríe Rafael Correa. Miento. Sí interesa. Pues éste es el único caso en que la forma personal tiene automáticamente valor público por el rol público de su portador. Pero me quedo en algunos significantes exclusivamente públicos. Los significados privados … a otro diván, que no es el mío.
La risita burlona, sarcástica, emitida en un claro aprovechamiento del poder delegado por la ciudadanía (no lo elegimos para la burla sino para que gobierne), tiende a expresar, ratificar, solazarse con el triunfo, luego de una ejecución política, la que él ordena. La concentración del poder en el Ecuador de hoy es nuestra responsabilidad, por la que deberemos saber responder. El burlador, a su vez, deberá responder por las ejecuciones mediáticas que sábado a sábado hace, con un parecido extraordinario a las de medio oriente (saben a cuales me refiero). Y que son rubricadas con una risita burlona, ficticia, insegura, que no tiene sentido lúdico en la ruta humana, sino sentido sancionador, en la ruta autocrática.
La risita burlona de los sábados, que incluso se ha deslizado en medio de los cadáveres de la tragedia, es primero una ratificación del poder arbitrario que se ejerce contra otro(s) ciudadano(s) en desigualdad de condiciones, por el medio –la comunicación de masas- y el punto de emisión –la presidencia-. Pero además la risita burlona es también un instrumento de agresión, de invitación al conflicto. A que el agredido reaccione y entre a la pelea, cuyo resultado está predeterminado, so pena de ponerle un sello de cobardía en un escenario público que es el de su barrio. La risita es ratificación de una derrota predeterminada del adversario. De un triunfo inseguro, que evade la culpabilidad, frente a un ya cadáver político. De un desangrado adversario político. Triunfo que sólo se lo permite el poder autoritario. Que lo logra por el poder autoritario.
En una sociedad de vigencia democrática en sus relaciones sociales, la frivolidad de la sonrisa presidencial debería ser abortada por la opinión pública. La opinión pública –y no el miedo o la ausencia de intercambio de pensamiento- es la que determina la vigencia pública de esas emisiones. Dicho de otro modo, en democracia la sociedad iguala primero y destierra después a los desplantes autoritarios. La sociedad aporta con una sonrisa democrática diferenciándose de la risita autoritaria. La que se contagia. Se convierte en relación social. Esta diferenciación entre la risa frívola del autoritarismo y la construcción de la risa democrática es un paso de hacia la representatividad. En una sociedad democrática, la risa democrática es espontánea porque transcurre a través de la libertad de comunicación y de opinión.
¡Qué agradable es mirar la sonrisa de los niños, de los nietos! Son estímulos y respuestas. Son construcciones, aproximaciones a la relación extra-familiar, preparaciones privadas para la vida pública. Hay una progresión hacia la sonrisa política de un ciudadano. La risa democrática está formada por un deshuese de los recovecos del poder. En los recovecos del poder se encuentra su comicidad. Cada ciudadano sabe cómo llegar a ellos. Es su privilegio. De modo plural. Cada uno de nosotros decodifica al poder a su modo, desde su individualidad y desde su colectividad. Por ello es que no siempre me gusta de una caricatura política, lo que le gusta a los otros. Es la fecundidad de la democracia. La risa democrática es libertaria.
Me divertí haciendo que el robot diga lo que no iba a decir el personaje de la realidad, la desgracia de la ley de comunicación. Fue mi reivindicación democrática. Representativa. Porque mi risa política es un ejercicio ciudadano. Que me satisface y me cohesiona con mis pares. Vuelve democrático en la representación a lo que es autoritario en la realidad. Es un ejercicio lúdico que le da vigencia a mi subjetividad, para decodificar el poder en mi interior, como paso previo a lo que la ciudadanía hará en la realidad.
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La risa de RC, dentro este abanico de risas, es la típica risa fingida producto de una carencia de sentido de humor. Una grave carencia a la hora de presidir cualquier cosa porque denota falta de inteligencia y sensibilidad. RC no sabe reír, no le da el cuero y no creo que tenga el valor de enfrentar ese problema en un diván porque también carece de la humildad necesaria.
no creo que nadie, por mejor programa que encuentre , sea capaz de superar las idioteces proferidas por el majadero durante 10 años-. se necesita de un programa que se contradiga de una frase a la otra y eso , la ciencia no ha sido capaz de hacerlo…… todavía..la naturaleza SÏ…
Yo lo hago en una sola linea, a mi siempre me genero desconfianza desde la campaña, la risita cojuda del Presidente.
Un artículo de extraordinaria altura, pensamiento profundo que defiende la naturaleza del ser humano. Pensar, expresarse, opinar , reírse y hasta burlarse de las estupideces aunque sean de uno mismo. Gracias