Enviado Especial de 4Pelagatos
Tres semanas después del terremoto, el miedo al tsunami aún quita el sueño a la gente de Canoa que buscó refugio en el cerro. Aquella noche, cuando la tierra paró de temblar, entre las explosiones de los tanques de gas que hacían volar escombros por los aires y los gritos histéricos de los sobrevivientes que emergían de las ruinas, hubo quienes perdieron el juicio y creyeron ver fantasmas en el horizonte: “¡Ahí viene la olaaa, ahí viene la olaaa!”, anunciaron con voces enloquecidas. El grito se regó como la pólvora. Ciega de terror, la gente corrió hacia la carretera y cerro arriba, hasta llegar a las antenas. En la cima, un cielo blanquecino irisado de destellos eléctricos parecía preludiar aún peores pesadillas para esa noche horrible. Desde ahí contemplaron su pueblo, semioculto tras una nube de polvo, sumido en las tinieblas y salpicado de incendios. Y atrás, en el mar intranquilo, muchos efectivamente vieron la ola amenazante que se aproximaba.
Algunos no han logrado recuperarse de ese trauma. Son los que decidieron quedarse arriba, más atrás de las antenas, en Río Canoa: un centenar de familias. Sólo bajaron para rescatar lo poco que sobrevivió entre los escombros de sus casas, la cocineta, el tanque de gas, con suerte un colchón, la imagen del Divino Niño que quedó intacta para desengaño de incrédulos… Ahora viven precariamente, a ras de tierra, en ominosas cabañas cubiertas de plástico y lonas que comparten con los perros y se empozan cuando llueve. Los militares les traen agua y comida. Abajo, en el pueblo, podrían gozar de más comodidades. En el campamento que voluntarios chilenos levantaron al filo de la carretera y que se hizo célebre en el país cuando Paola Pabón quiso apropiarse de él en nombre del gobierno, hay carpas de la Acnur, impermeables a la lluvia y provistas de piso aislante. Claro que a las familias de Río Canoa les gustaría estar ahí. El mismo presidente, el otro día que vino a inaugurar el año escolar en Jaramijó, lo dijo casi con voz suplicante: “Vengan a los albergues oficiales”. Pero ¿quién le explica al presidente que ellos están muertos de miedo? Prefieren quedarse arriba, a salvo de la ilusoria ola gigante que siguen esperando.
La creencia es la siguiente: el terremoto del 16 de abril desacomodó las placas geológicas. Hace falta un nuevo movimiento, quizá más fuerte que el anterior, para que las placas “se asienten”, así dice la gente. Ese nuevo movimiento traerá consigo un tsunami que arrasará la costa. Hasta que eso no ocurra ellos continuarán en el cerro, donde las condiciones sanitarias terminarán por enfermarlos. En Río Canoa cualquiera puede explicar esta teoría: la teoría del terremoto-que-falta. Mitad seudocientífica, mitad apocalíptica, completamente absurda. Pero a la gente de aquí nadie se ha tomado el trabajo de explicarle nada.
Cambiar la cabeza de esa gente no es tarea de los funcionarios de vistosos chalecos que trabajan en la sede del Comité de Operaciones de Emergencia (COE), una tienda de campaña militar de lona verde oliva en el centro del pueblo. Hay gente ahí del Ministerio de Coordinación de la Política, de Riesgos, de Inclusión Social, de Salud… Sentados en escritorios adyacentes, parecen muy ocupados en traducir a números toda la información del territorio para hacerla caber en los papelotes que cuelgan frente a ellos a distintas alturas, sujetos con clips unos sobre otros hasta cubrir toda la superficie interior de la carpa. El objetivo es aportar al gran consolidado nacional con que la Secretaría de Riesgos elabora sus informes de situación, a razón de dos por día, con datos de este tipo: “Familias albergadas: 8.444. Personas albergadas: 33.752. Personas con discapacidad albergadas: 656. Kits alimentarios entregados: 464.768”. Lo que sea que no quepa en un cuadro resulta superfluo. La teoría del terremoto-que-falta, por ejemplo. De ahí que nadie se haya ocupado de desmentirla.
A lo mejor ni la han oído. Porque la relación entre los funcionarios a cargo de la emergencia y la realidad que los rodea parece estar mediada por el Excel. Si se presenta un problema que no puede ser expresado de alguna manera en esa cuadrícula, lo mejor que puede ocurrirle a un damnificado es contar con un militar cerca, como pasó para su suerte con la gente de Río Muchacho, una comunidad a media hora de Canoa tierra adentro. Ocurre que el puente de Río Muchacho, peligrosamente cuarteado después del terremoto, terminó por venirse abajo días después. Santiago –50 años bien vividos, piel curtida por el sol– llegó en representación de la comunidad para buscar ayuda. En la carpa del COE planteó su problema. Dijo que no hacía falta que les reconstruyeran el puente, la propia comunidad lo haría. Sólo pidió maquinaria por un día. Bastaba con una retroexcavadora de esas que por aquí llaman gallineta. El funcionario que lo atendió en la carpa del COE lo miraba con sospecha. Indeciso, consultaba con su compañero de la mesa de al lado. Deliberaron. Se demoraron. Santiago esperaba. Le dijeron que alguien más tenía que autorizar el envío de la máquina. Pasó el tiempo. Hubo llamadas telefónicas y nuevas deliberaciones. Finalmente llegó uno que parecía de rango superior, a quien consultaban los otros. Habló con Santiago y volvió a pedirle que esperara. Nadie en la carpa parecía tener claro si debían o no debían enviar la gallineta.
Aburrido, Santiago salió a recorrer el pueblo. En un recodo a la entrada vio una decena de retroexcavadoras inmóviles que proyectaban su sombra de animales jurásicos, todas seguramente registradas y enumeradas en los papelotes colgados al interior de la carpa del COE. Y más allá, el campamento militar sobre la carretera. Pidió permiso para entrar. Días atrás, en el Bambú, el viejo y emblemático hotel de Canoa, había conocido a un mayor del Ejército con quien hizo buenas migas. Gran parte del Bambú se vino abajo pero en la zona que quedó en pie hubo almuerzos para soldados y voluntarios durante los primeros días. Ahí Santiago y el mayor habían compartido mesa. Ahora el mayor no tarda un minuto en disponer la entrega de la retroexcavadora con su respectivo operador, chofer y camión que la transporte. Los funcionarios del COE, ahora sí, se apresuran a cumplir la orden. “En territorio”, está claro quién sabe lo hay que hacer y quién no.
A diferencia de Río Muchacho, Río Canoa está lo suficientemente cerca como para tener asegurado su abastecimiento: letrinas, tanques de agua, hasta brigadas médicas que llegan para comprobar el incremento de la sarna y de las enfermedades respiratorias que registran puntualmente en el correspondiente cuadro de Excel. Sin embargo, la transitoria población de Río Canoa disminuye, la gente se va. No regresa para Canoa, qué va, huye del mar. Lleva semanas esperando el-terremoto-que-falta con ansiedad creciente. Un buen día ya no se puede esperar más. Este es uno de los espectáculos más tristes del terremoto y se repite en todos los cantones: el éxodo de los expulsados por el terror y la miseria (en Bahía, 20 kilómetros al sur de Canoa, este fenómeno ha ocurrido a tal escala que hoy la ciudad luce desierta y como clausurada). Se los ve partir todos los días: familias enteras cargadas de niños trepan en destartaladas camionetas donde cargan sus cuatro tablas, el colchón, la cocineta, alguna viga fracturada y mohosa, los plásticos que les sirvieron de techo, unas varillas, y emigran tierra adentro. Algunos se acercan a preguntar a los afuereños que se les cruzan: “¿Es cierto que también en Quito está difícil conseguir trabajo? ¿Es cierto que en todos lados hay crisis?”. Por lo general las malas noticias no alteran su determinación de irse. ¿Quién está midiendo este éxodo? Es una de las consecuencias más visibles del terremoto pero en los informes de situación de la Secretaría de Riesgos no hay una cifra que lo represente. Quizá porque las personas que abandonan la zona de tragedia dejan de ser su responsabilidad. Después de todo, habrá un problema menos para ellos cuando el cerro se haya vaciado.
estimado ROBERTO
así, con mayúsculas y si pudiera con negritas, escribo su nombre. Permítame reflexionar a cerca del valiente, realista y desgarrador ensayo que nos comparte y decir que se necesita, para escribirlo, -sobre todo en la hora nacional actual- tenerlos rayados. usted nos introduce sin notarlo en el mundo entregado, acrítico, servil y sin imaginación de la actual burocracia, nos hace difícil no pensar en los cinturones de pobreza/miseria que se agrandarán como resultado del éxodo y, tampoco hay forma de sustraerse de la diferencia notable en la capacidad de respuesta dada, ésta si, por la formación y temple de los oficiales.
gracias SEÑOR
estimado troll, si conoces de cerca lo que la gente concreta vive en zonas de desastre, vuelve a cuestionar. aguilar cubre un territorio necesario para quienes queremos conocer versiones desde adentro de la catastrofe, cuya dimension pareceria ser tan grande que hace este tipo de comentarios, carlos, particularmente frivolos. la pregunta que plantea aguilar es simple, a donde va la gente desplazada y como calzan en las politicas publicas gubernamentales? calzan o no calzan?
Estimado Roberto,
Leo diariamente los 4pelagatos, no solo por sus opiniones, si no tambien por informacion, que confio que es veraz, y muchas veces no se encuentra en otras fuentes.
Dicho esto, me parece dificil de creer (o le entendi mal) que se este dando una migracion de la magnitud que Ud. describe en sus dos ultimas columnas, y que nadie mas este informando al respecto. Una migracion asi, podria tener mayor impacto que el mismo terremoto.
Se que es un excelente periodista, por esa razon le solicito ampliar el tema en proximas columnas.
Ojalá Robertito esté consumiendo su ración de whisky, porque se lo nota destemplado. Ya me lo imagino al pelaLasso en medio de gente desesperada, por un lado, y gente haciendo algo, por el otro. Él con su cuadernito de apuntes, estorbando y jodiendo a los que andan ocupados; inventándose crónicas que no se deciden entre ser “artísticas”, “veraces” y/o “críticas”, pero sin dar con el tono adecuado. Sé que van a leer este comentario Robertito y que por eso me lo borrarán, pero igual se los mando, junto con mi deseo de que, al menos, esté contribuyendo el Robertito con su estadía a mejorar la economía de la zona.
Jajajajajakaka
Que absurdo comentario, nada útil, nada inteligente, solo critica sin sentido se le nota el borreguismo en cada sílaba. Seguramente desde su escritorio de trole esta escribiendo lo que le dictan, por lo menos con buena ortografía.
Gracias por lo de la buena ortografía. Soy un borrego con excelente ortografía, Ud., al contrario, es un burro servil con ortografía también servil. Saludos.
Porqué no te callas y te dedicas a leer El Telégrafo y los otros pasquines similares, allí vas a encontrar algo más acorde con tu forma de “pensar” y ver la realidad del país. Pelmazo…
qué triste terminar como trol en la vida, creando cizaña, cultivando dolores que el mismo trol padece
El patan troll correista que nunca falta. Tras el terremoto Bahia de Caraquez, Pedernales Canoa estan condenadas a desaparecer.