No tenían PhD en economía. Abogados, un militar, un médico fueron. No tuvieron tanta plata para ampliar carreteras o hacer hidroeléctricas. Tuvieron opositores, tanto que a varios los botaron del cargo; y la prensa independiente fue implacable. Pero, y es extraño, los indicadores de crecimiento fueron mejores que los logrados en época de un PhD en economía, de descomunales ingresos, de la mayor deuda de la historia, del control total del Estado y de una prensa atemorizada. Varios de ellos administraron daños propiciados por la naturaleza. La sensación de desprotección e imprevisión frente al desastre provocado por el terremoto en Manabí, por la ausencia de fondos de contingencia -todo se han gastado- ensombrece el horizonte.
El mediocre crecimiento económico, el aumento del desempleo y de la pobreza, sin embargo, palidece con la peor de las noticias de estos años que avizora un futuro tan parecido a lo sucedido en el gobierno de Mahuad. Al redactar este texto es difícil no espeluznarse de cómo fue que llegamos a dar una vuelta de trescientos sesenta grados, luego de transitar desde el hundimiento económico y financiero, luego por la opulencia hasta regresar a una economía que caerá por abajo de cero por segundo y tercer año.
Sin incluir el impacto que tendrá el terremoto, el FMI y el Banco Mundial, organismos internacionales, CORDES y otros expertos nacionales pronosticaron que en 2016 y 2017, el Ecuador del milagro seguirá perdiendo producción, seguirá con más desempleados y subempleados, mientras los jerarcas del correismo, con rostro de desespero, siguen endeudándonos; mientras Correa gasta como si la chequera no se hubiera agotado. Después de mí, el diluvio.
En 1999, con petróleo de 7 dólares, con un presidente que malmanejó la economía, sin posibilidad de endeudamiento, la caída del PIB acarreó incremento del desempleo y destrucción de riqueza. El impacto, en esa época, fue más traumático por la pérdida de los depósitos en los bancos y por las devaluaciones que pulverizaron el sucre.
300 mil millones de dólares después, en tránsito del llamado milagro ecuatoriano a paso de jaguar, hemos vuelto a la situación de destrucción de riqueza, por la caída del PIB (insisto que se prevé sería por tres años continuos), con el atenuante de que no existe posibilidad de devaluación y con el agravante de que el espíritu de feriante del Presidente conduzca a destruir lo único que ha protegido a los ciudadanos: la dolarización.
Esta noticia penosa, lamentable, que se hunde la economía, sinembargo no ha afectado el talante despilfarrador, pendenciero y cínico del Presidente de cargar la culpa propia a otros. No sólo que no reduce el gasto sino que convoca la guerra entre ecuatorianos, entre aquellos que gozan de alguna forma de enganche burocrático y el resto de ciudadanos. No sólo que no ajusta sus excesos a las nuevas realidades de restricción de ingresos sino que dedica jornadas a tejer cortinas de humo para distraer. No sólo que no asume los yerros sino que inventa crisis mundiales. No sólo que no defiende la dolarización sino que persiste en descalificarla, endilgándole ser la causa del mal desempeño.
No hay nada más importante que evitar que por fuerza de la real ausencia de medio circulante colapse la dolarización; y evitar que los depósitos o el dinero de las personas puedan ser usados para financiar políticas económicas fracasadas. Nada debe ser más importante que lo que ya se asemeja a lo sucedido en 1999 no termine siendo igual. La sociedad debe cerrar filas para impedir que la arrogancia de un cerebro que tiene cruzados los cables por sus pretensiones de mesías arrase con la economía. Ya permitimos que arrase con los equilibrios de la democracia, con las libertades, con la rendición de cuentas.
Las recientes medidas de recargar sobre la gente el costo de financiar la falta de recursos sobrepasa todo limite y frente a ellas no hay que ofrecer ninguna tregua. Hay que exigir al gobierno que responda a la realidad tomando las medidas que debe tomar. Distinguidos empresarios que se han constituido en cuarto aparte del correísmo y que alguna influencia han logrado, ojalá al fin comprendan que el peseteo con el poder no es saludable en términos de evitar la debacle, en el corto plazo; y en el largo plazo, de construir una economía de crecimiento sostenido que reduzca también sostenidamente la pobreza. Para lograrlo, no es necesario seguir apoyando el desvarío. Al fin de cuentas, tampoco ya es rentable.
Soy una jubilada m’as, engrosando filas, como es posible que estemos amodorrados, omnubilados por este hombre nada revolucionario.
muy interesante y bueno
Una perfecta radiografía de nuestro pobre país