Un peligro, claramente discernible, acecha a la sociedad en este momento: la tentación de lo anti-político. Parquearse en un espacio donde se cree que hace resistencia al sistema en su conjunto y se puede articular, por su cuenta y riesgo, una esfera pública libre del asedio oficial. Esta actitud romántica desdeña una condición ineludible de la realidad social: los cambios pasan por la política.
Sin duda, el correísmo, al haber copado el sistema político, al punto de tener que inventar enemigos, encarnó LA política. Lo hizo en forma hegemónica y durante tanto tiempo que la decepción que provoca, trae consigo –para muchos en la sociedad– un rechazo también global a todo el sistema. El postcorreísmo implica, entonces, –como una empresa urgente– reinventar la política.
¿Pero desde dónde hacerlo? Alberto Acosta y sus amigos plantearon, como punto de partida, defender la Constitución de Montecristi. Los movimientos sociales que sirvieron a Correa piensan volver a las tesis que este gobierno supuestamente traicionó. Guillermo Lasso propone un programa alternativo. Lucio Gutiérrez carga un retrovisor para mostrar lo que hizo en su gobierno del 15 de enero 2003 al 20 de abril de 2005… Los políticos tienen sus estrategias. Y la sociedad, ¿desde dónde puede volver a pensar los valores y fundamentos que la constituyen como comunidad política?
Esa pregunta lleva a otras: ¿es posible reinventar la política sin subordinarla a la ética? ¿Es posible volver a hablar de una esfera pública libre, democrática y decente sin que los ciudadanos, según la fórmula de Vaclav Havel, quieran vivir en la verdad?
Diez años de propaganda han hecho creer a muchos ciudadanos que este régimen hizo milagros en el país. Que Pegaso es el comienzo de la era espacial. Que en la Refinería del Pacífico no se botaron $1200 millones. Que en el país hubo bonanza económica no porque hubo petrodólares sino porque el Presidente es el genio que él dice ser… Este régimen ha construido mentiras oficiales y, en casos, las ha institucionalizado. El correísmo es una maquinaria creada para convertir ficciones en realidades. Es también un aparato de troles para deslegitimar y deshonrar a quienes ven un peladero donde Correa y Glas ven una refinería. Este gobierno ha hecho esto desde que llegó. Y sin embargo, muchos no vieron, no quisieron ver… o simularon creer en realidades que no existieron.
Volver a poner las cosas en su lugar es urgente. La desintoxicación propagandística requiere decirse la verdad del país y de sus realidades-reales. Ese es el acto ético que reviste mayor significación política para salir del correísmo. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo separar la paja del trigo? ¿Cómo volver a hacer las diferencias, que son monumentales, entre Yachay y Silicon Valley? Para un ejercicio parecido en Checoslovaquia, Havel apeló a la “lucidez ordinaria”. Al sentido común que distingue, sin mayor esfuerzo cuando se es honesto, un hecho de una mentira construida.
George Orwell habló desde 1935 de la “decencia común”. Célebre por haberse opuesto a las dos grandes ideologías totalitarias del siglo XX, el fascismo y el comunismo, el escritor inglés hizo la apología de las cosas cotidianas, banales pero que encierran, para él, referentes éticos fundamentales sobre los cuales basar la práctica política. La “decencia común” es la que no ha tenido el correísmo que, con violencia verbal y real, ha pisoteado el sentido común, la lucidez ordinaria, las reglas básicas de convivencia con tal de asentar su poder y su hegemonía.
Volver a poner las cosas en su lugar y dejar de ser cómplices de la mentira institucionalizada son tareas indelegables para cada uno. Ese pudiera ser el referente para saber si, tras esta experiencia de diez años, habrá ciudadanos. O simplemente electores-clientes deseosos de cambiar, cada cierto tiempo, de dueño.
Aquí hay un nuevo dilema en juego para la sociedad: volver a creer a pie juntillas en cantos de sirenas (del político que sea) o ser reticente, en el sentido que recomendó Havel. Reticente como sinónimo de desconfianza ante la seducción religiosa de las ideologías. Reticente como sinónimo de ciudadano que evalúa, que sopesa, que no traga entero. Si el correísmo dejara un ciudadano reticente, al menos eso…
Mañana:
4. El síndrome de Peter Pan
Para , desintoxicarnos, es necesario hacerlo como si fuera de una Pandemia mundial. No solo del Correísmo, sino de todo lo que se le parezca. Imposible eliminar a todos los políticos tóxicos, es inevitable que participen corruptos, sinvergüenzas……se camuflan muy bien y no hay Control Interno que valga, mientras existan gentes tóxicas y deshonestas, Jueces que apoyan la impunidad, etc, etc. SOLUCIÓN: Desmontar todo lo inservible, lo que causa daño, revertir todas las leyes que amparan la corrupción. Y dice usted, la decencia común. Seguro que ya habremos muchísimos reticentes, con semejante década de terror y engaño, un poco más y seremos un país walking dead.