¿Por qué Venezuela tiene la inflación más alta del mundo? El gobierno de Nicolás Maduro acaba de identificar la causa y ha decidido resolver el problema de una vez por todas. Lo contó su embajadora en el Ecuador, Carol Delgado, que anduvo de gira mediática por las radios correístas: la culpa de la inflación en Venezuela, dijo, la tiene un portal Web llamado Dolartoday, que se dedica a mantener actualizados los indicadores económicos del país. Supone la embajadora que el mercado hace lo que Dolartoday dispone. El portal fija a su voluntad la cotización de las divisas en el mercado negro con auténtica mala fe y el único propósito de hacer daño al gobierno. Qué perversos. ¿Cómo detener, entonces, el proceso inflacionario? Nada más fácil. Se lo preguntaron a la embajadora y ella fue muy clara: “una de las cosas que estamos haciendo es llevar a juicio a Dolartoday”. Dentro de poco las cosas volverán a la normalidad. Porque para bajar la fiebre, cualquiera lo sabe, nada funciona mejor que echar el termómetro a la basura.
Quinto Lucas y Washington Yépez, los anfitriones del programa radial donde la embajadora Delgado despachó semejante gansada, son periodistas con décadas de experiencia en el oficio y, sin embargo, no opusieron el menor reparo. Como periodistas ellos debieran saber que, en los últimos años, el gobierno de Nicolás Maduro se la ha pasado emitiendo billetes a ritmo de Vuelta a Francia. A tal escala que el año pasado logró colapsar la Casa de la Moneda de Caracas: se quedaron sin tinta y sin plata para comprarla. Pero se necesitaba más circulante en las calles. 10.000 millones de dólares más, en billetes de 100 bolívares porque los de menor denominación se usan como servilletas. Maduro los mandó a hacer a la fábrica de billetes más grande del mundo: De la Rue, Londres. Pero no pudo pagarlos. Hoy De la Rue reclama de Venezuela la cancelación de 71 millones por la última remesa. Es decir: Venezuela está imprimiendo tantos billetes que no tiene billetes para pagarlos, paradoja que contiene en sí misma y sin intervención de portal de internet alguno la explicación del proceso inflacionario.
Aun suponiendo que Quinto Lucas y Washington Yépez ignoran estos datos (lo cual estaría muy mal), es inaudito que no encontraran sospechosa la explicación de la embajadora. ¿La culpa es de Dolartoday? ¿En serio se lo creen? No sólo la escucharon sin decir palabra sino que ratificaron sus conclusiones generales, a saber: hay una conspiración mediática universal para montar en Venezuela una crisis que no existe y justificar así una invasión militar que la OTAN tiene ya lista y planificada. ¿La inflación? Un invento de Dolartoday. ¿El desabastecimiento? Un invento de los periódicos. ¿El riesgo país por los suelos? Un invento de Merril Lynch y Standard & Poors. Nada tiene que ver el hecho de que el país funcione dos días por semana y sea virtualmente imposible sacar un dólar de él, no: el riesgo país es pura mala fe de las calificadoras. Bueno, y ¿por qué el país trabaja sólo dos días por semana? Ah, esas cosas no se preguntan a la embajadora.
Son los efectos entontecedores de la guerra fría. En los tiempos en que el mundo estaba dividido en ejes el entontecimiento era una enfermedad que atacaba ambos bandos por igual. A lado y lado había gente especializada en defender lo indefendible. En la izquierda era necesario inventarse una manera para que las violaciones a los derechos humanos lucieran aterradoras (como efectivamente eran) cuando las cometía Pinochet pero no lo fueran tanto cuando las perpetraba Fidel Castro. ¿Cómo lo hicieron? Muy fácil: negando que Fidel Castro violara los derechos humanos. Esos eran inventos de la CIA difundidos por la prensa entreguista al servicio del imperio y de la derecha internacional. Punto. Una vez promulgado este dogma, ya podía el bando contrario cansarse prodigando documentos y evidencias de las violaciones a los derechos humanos en Cuba. Mientras más pruebas aportaban, era más claro que se trataba de una conspiración y de una arremetida imperialista.
Para el socialismo del siglo XXI –o lo que queda de él– las cosas no han cambiado nada desde entonces. Los medios mercantilistas, los poderes fácticos a los que representan y la derecha internacional de la que forman parte siguen conspirando contra los países revolucionarios (ahora es Venezuela) y todo lo malo que se diga de ellos es parte de la feroz arremetida mediática del imperio. En esa campaña se encuentra Carol Delgado, esforzada cheerleader de la resistencia informativa, moviéndose de tertulia radial en tertulia radial, yendo de Quinto Lucas a Giovanna Tassi, escribiendo en El Telégrafo diatribas contra la OEA de Luis Almagro y cantando alabanzas a la memoria del “entrañable gigante eterno”, el compañero comandante. Y los medios correístas que financiamos todos le abren las puertas y le ofrecen un refugio seguro y a salvo de las preguntas incómodas y la tratan con incuestionable complicidad y generosa condescendencia y se derriten por ella.
Parte de su éxito radica en su manera de vestir los hechos más sencillos con un elaborado lenguaje geopolítico. Así, en lugar de “campaña mediática” la embajadora habla de una “operación internacional con técnica de enjambre”. Las medidas desesperadas e inútiles que está tomando el gobierno de Maduro para salvar los últimos muebles son “el plan de los 15 motores que desarrolla la economía con una visión integral y holística”. El inevitable fin del chavismo no es tal cosa sino una “crisis gramsciana”. Y la cada vez más solitaria posición en que se encuentran los países del socialismo del siglo XXI es un auténtico “acorralamiento civilizatorio” (o sea que alguien trata de civilizar chavistas y los chavistas no se dejan). Ante semejantes honduras geopolíticas, ¿a quién puede resultarle relevante la falta de papel higiénico? Además –se apresura a decir la embajadora– no habrá papel higiénico “pero encuentras servilletas”. Los periodistas que la entrevistan aprueban el hallazgo: las servilletas sirven.
Me pregunto que hay de malo en ser chofer o cantante o deportista, si muchos que tienen títulos universitarios cometen peores barbaridades, un título universitario no le quita a alguien la ignorancia y la estupidez, además en nuestro país antes se compraban los títulos al por mayor, en los colegios el 90% de estudiantes pasa los años copiando los exámenes, entonces de donde proviene la mediocridad y la corrupción? posiblemente desde los mismos hogares.