Han transcurrido ya dos semanas desde la expulsión colectiva de un grupo de cubanos desde Ecuador. Para algunos, el paso del tiempo volverá irrelevante este texto. Estamos demasiado acostumbrados a la coyuntura. Los temas nos importan por apenas unas horas, con suerte por algunos días. Luego llega el siguiente escándalo y sustituye al anterior en el debate público. Medios de comunicación y redes sociales por igual, entierran los temas en búsqueda de la primicia. El gobierno lo sabe y no duda en crear cortinas de humo para ocultar sus actos más infames.
Quienes se atrevan a levantar la cortina de humo, se encontrarán con un discurso de respeto a los derechos humanos bajo el cual se pretende encubrir la verdad. Según la versión oficial, toda acción dirigida a los cubanos que acampaban en El Arbolito estuvo dirigida a proteger sus derechos. Había que ampararlos del hacinamiento; era necesario garantizar el interés superior del niño; y, sobre todo, era imperativo protegerlos de los coyotes. Esa es la única verdad que el gobierno admite. Esa es la historia que les contó a los jueces, les cuenta a los medios y les contará los organismos internacionales de derechos humanos, cuando llegue el momento.
El gobierno no ha logrado explicar por qué para proteger a los cubanos del supuesto hacinamiento era necesario irrumpir en el campamento a la madrugada, desaojarlos violentamente, y luego hacinarlos en el calabozo de la unidad de flagrancia, donde tuvieron que dormir en el piso. No ha esclarecido cómo privar de su libertad a niños, encerrarlos junto con mayores y separarlos de sus familias, precautela el interés superior del niño. Y no ha aclarado por qué para evitar el tráfico de personas era necesario expulsar indistintamente a personas que solicitaban refugio, a personas que se encontraban residiendo legalmente en el país, a personas que se beneficiaron de sentencias ordenando su libertad y a personas que tenían derecho a recurrir de la sentencia que ordenaba su deportación. Mientras nuestra capacidad de indignación sea efímera no harán falta esas explicaciones.
Pero en el caso de los cubanos el transcurso del tiempo no jugará a favor del gobierno. Cada día que pasa ha servido para que confirmemos que, lejos de proteger a los migrantes de los coyotes, el gobierno consiguió empujarlos hacia sus garras. Los cubanos a los que devolvieron no podrán gozar de sus derechos bajo la dictadura castrista y no tendrán más opción que buscar una ruta ilegal para abandonar la isla. Los cubanos que lograron obtener su libertad y evitar su deportación, no correrán de nuevo el riesgo de ser detenidos y golpeados en la cárcel de migrantes –mal llamada Hotel Carrión- o en el calabozo de flagrancias: encontrarán la manera clandestina de salir de Ecuador hacia un destino más seguro. Y los cubanos que no estaban en El Arbolito esa noche, después de ver cómo sacaron a patadas a sus compatriotas, incluso a aquellos que gozaban de una situación migratoria regular, probablemente también preferirán pagar a un coyote antes que ser devueltos a la isla.
La migración no se frena con expulsiones colectivas. Ya no veremos a los cubanos en El Arbolito, pero eso no significa que hayan desistido de su anhelo de llegar a Estados Unidos. Intentarán llegar, aunque en su camino sean estafados, extorsionados, secuestrados por carteles de droga, sometidos a violencia física, sexual y psicológica. Intentarán llegar, aunque saben que muchos morirán en el intento.
El gobierno pudo buscar alternativas para que las personas que se aferran a la migración puedan hacerlo de forma regular y segura. Pero sacarse a los migrantes de encima fue más fácil que intentar crear un corredor humanitario como el que lograron establecer Costa Rica y Panamá. Hacerlo hubiese implicado abordar las causas que impulsan a las personas a huir de Cuba, y ese es un costo que el gobierno de Correa no iba a correr.
Más allá de los cubanos, el mensaje que envió el gobierno a los migrantes es claro: les abrimos las puertas, pero no hay ley ni sentencia que esté sobre el capricho de la autoridad; les concedemos una visa, pero si estorban serán expulsados de manera sumaria; gozan de los mismos derechos que los ecuatorianos, pero no podrán defenderse ni apelar; todos somos migrantes, pero no tomaremos medida alguna para prevenir la migración irregular. Los únicos felices con este mensaje son los coyotes.
Señora Daniela , así tiene que decirse la verdad, duela a quien le duela. Ele.
Lo que este gobierno ha hecho con estos ciudadanos extranjeros ( sin definirlos como cubanos, sólo como extranjeros) no tiene nombre. Es un acto fascista en toda regla. Pero adicional a ello, sorprende el silencio cómplice de Mauricio Rodas, quien había autorizado la estadía de los ciudadanos en el parque de El Arbolito. O sea, yo recibo la autorización del alcalde de la ciudad para acampar en un espacio público, pero si una pandilla de fascistas liderada por el enano canalla irrumpe en la madrugada, me detiene junto con mis hijos y me encierra para luego expulsarme del país, a pesar de las órdenes judiciales que supuestamente me protegen, el alcalde de la ciudad se queda viendo lo que sucede en la tele? Vergüenza de alcalde.
De acuerdo con lo dicho, sin embargo, sería bueno que se refieran a la actitud de esos ciudadanos cubanos que estuvieron “exigiendo” que se les otorgue una visa humanitaria, y muchas veces dijeron que Correa los estaba deteniendo, y estuvieron resueltos a generar una crisis humanitaria con el objetivo de que se les ponga un avión para llegar a México, ¿cómo así?, también dijeron que la embajada de México quería darles entrada y que Ecuador no quería, ¡por favor!. Insisto, de acuerdo en todo lo que dice, pienso que fue un pésimo manejo del gobierno, además que su llamada “ciudadanía universal”, encontró los límites, pero no se puede dejar de mencionar el comportamiento de estos ciudadanos, muchos de ellos, que muy sueltos de huesos dijeron que no quieren refugio ni nada parecido, que quieren llegar a Estados Unidos.
LA BASURA MEDIÁTICA PATROCINADA POR LA CÍA. HASTA CUANDO LOS VENDE PATRIA SEGUIRÁN HACIENDO POLITIQUERÍA DISFRAZADA DE PERIODISMO. FUERA CÍA FUERA.