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Juegos Olímpicos: camino incompleto

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Resulta complejo analizar el desempeño olímpico de Ecuador en los juegos de Río de Janeiro 2016. Pero hay algunas pistas que pueden ayudar a entender lo sucedido. En un país sin profunda tradición deportiva, los logros y los avances no se miden en medallas, sino en cuántos competidores llegan a ganarse su puesto en lo que, indiscutiblemente, es la élite universal.

Si tomamos en cuenta exclusivamente las participaciones olímpicas del siglo XXI, Río 2016 no significó un hito en lo que tiene que ver con el crecimiento de la delegación. En Sidney 2000, Ecuador tuvo 10 deportistas, mientras que cuatro años después, en Atenas 2004, se inscribieron 16, un incremento del 60%. Este ritmo de crecimiento siguió para Beijing 2008, cuando por sus méritos accedieron a la cita cumbre del deporte mundial 25 deportistas del país Londres 2012 tuvo la presencia de 36 ecuatorianos, manteniéndose así la tendencia registrada desde el comienzo de la centuria.

Sin embargo, Río 2016 -en medio de un proceso deportivo marcado desde el poder público con profundidad y gran despliegue- apenas registró un aumento de dos competidores en relación a la justa olímpica anterior. Desde el Ministerio del Deporte y entidades análogas (Federación Deportiva Nacional del Ecuador, Comité Olímpico Ecuatoriano, federaciones nacionales por deporte y federaciones provinciales) no ha sido posible obtener una explicación puntual sobre esta incidencia.

El discurso oficial ha expuesto un detalle concreto, no menos importante: para Río 2016, Ecuador renovó el 50% de su plantel olímpico. 19 nuevos deportistas, con edad para insistir en ellos y mirar su crecimiento. La pesista Neisi Dajomes, quien alcanzó el séptimo puesto en su categoría (69 kilos) sin haber llegado al grupo final, se alza como la esperanza más visible del deporte nacional, pues a sus 18 años obtuvo ya la medalla de Plata en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. Dajomes, cuando alzó los 237 kilos en el Riocentro de Río, no estuvo junto a sus entrenadores Walter Llerena y Mayra Hoyos. Esta levantadora tiene la mitad de la edad de su colega Alexandra Escobar, quien culminó cuarta en su categoría, en un alarde de esfuerzo y experiencia.

El boxeo registró también una presencia significativa, con cuatro boxeadores. De ellos, dos (Carlos Quipo y Carlos Mina) clasificaron a cuartos de final y estuvieron a una victoria de asegurar medalla. En evidencia quedó la necesidad de pulir el estilo y la estrategia, sobre todo de Mina, quien se proyecta como un valor a seguir para la próxima cumbre del 2020.

El atletismo, que cerró con el récord personal de Byron Piedra en la maratón (puesto 18), tuvo puntos cumbres con Ángela Tenorio (semifinalista en 100 y 200 metros) y Narcisa Landázuri (semifinalista en 100 metros). Pero también de los otros, como la descalificación de Andrés Chocho, en los 20 y 50 kilómetros marcha. Pese a tener entrenador extranjero exclusivamente dedicado a evitar las infracciones que provocan descalificación, Chocho terminó afuera. Con las de Río, son seis ocasiones, entre mundiales y olímpicos, en que el andarín azuayo acaba fuera por decisión de los jueces, al no aplicar las exigencias reglamentarias de esta especialidad.

¿Cuál es la versión de parte del ente que organiza y controla el deporte? Pues han enfocado todo hacia el esfuerzo (inocultable, por otra parte) de los atletas. Representa el otro extremo de quienes creen, equivocadamente, que Río 2016 fue “un fracaso”. La inversión pública de Ecuador en el ciclo olímpico, según el Ministerio de Deportes, supera los USD 40 millones. Argentina, que en Río 2016 se llevó 4 medallas, invirtió para este mismo fin USD 30 millones. Panamá, sin presencia en el medallero, utilizó USD 65 millones. El plan de alto rendimiento, con distinto grado de entrega de becas a sus participantes, llega a 312 deportistas ecuatorianos de 27 disciplinas diferentes.

Sin tomar en cuenta estos detalles, queda clara una cosa. El jueves 18, entrevisté en la radio al ministro Xavier Enderica, quien a esa hora en Río asistía a la competencia de BMX en la que Alfredo Campo quedó afuera a los 7 segundos, tras una caída. El titular de la cartera reiteró que más allá del 2017 era “imposible planificar”, tomando en cuenta los cambios de gobierno. Ratificó así que el deporte ha sido una política de gobierno, sin llegar a implantarse como política de estado. Es decir, el ciclo olímpico hacia Tokio 2020 dependerá de lo que pase tras las elecciones de febrero del próximo año. ¿Es posible darle entidad a un proceso deportivo, si el mismo depende del ánimo o las prioridades de quien gobierne el país?

Esta misma situación advirtió Jefferson Pérez en una entrevista del domingo 21, en El Comercio. El único medallista olímpico del país, cuya figura a la luz de los resultados recientes se agiganta, advirtió la falta de “un proyecto integral de deporte”, fuera de los recursos que se entregan de parte del estado. El marchista, campeón en Atlanta 1996 en los 20 kilómetros, apuntó a que no existe una política clara y que eso lo demuestra el cambio de cabezas en la dirección.

Desde Londres 2012, por la titularidad del ministerio pasaron José Francisco Cevallos, Cecilia Vaca Jones, Catalina Ontaneda y Xavier Enderica. Durante esa etapa, se consolidaron en el Comité Olímpico el presidente Augusto Morán (de escasa presencia mediática antes, durante y después de los juegos, donde la vocería de lo que sucedía fue de Enderica) y Luis Gómez en la Federación Deportiva Nacional del Ecuador, la entidad que agrupa a todas las federaciones por deporte.

Hecho todo este ejercicio, expuesto el nivel de inversión e interés de parte del poder público, resulta sorprendente que el camino hacia los próximos Juegos Olímpicos no se encuentre completamente trazado y dependa de lo que pueda pasar en las próximas elecciones. No faltaron ni tiempo ni medios para delinear políticas de estado que faciliten y realcen el esfuerzo del deportista.

Esteban Ávila es periodista deportivo