La crisis económica, los rotundos errores cometidos, el dogmatismo ideológico, el aroma de corrupción, el desempleo, el despilfarro son algunos de los tantos temas que provocan urgencia de debate y correctivos. La gente, aquella que sufre en su presente y en su futuro el drama diario del experimento fallido, en angustia clama porque alguien haga algo. Y de hecho muchos hacen algo. Políticos, economistas, periodistas, comentaristas, tuiteros, activistas, critican, proponen, arguyen, sugieren y protestan.
Todo ese torrente de expresiones pidiendo, exigiendo, sugiriendo cambios en la conducta política, en las políticas económicas, en el trato a los ciudadanos, se estrella contra el muro incólume, inamovible de la más supina y detestable arrogancia y desprecio de quien ejerce la presidencia y de una sarta de batracios ventrudos que le acolitan, inflados de poder, inflados de soberbia.
Al final (o al inicio) de las ideologías, de las creencias, de la realidad objetiva que se crea por las acciones, se encuentran individuos con su personalidad, con sus valores, con sus traumas e inseguridades que inciden significativamente en la ética del ejercicio del poder, en cualquier espacio que se lo pueda ejercer. Sucede dentro de las familias en las que padres carentes, frustrados, remordidos las convierten en infierno de violencia. Sucede dentro de las empresas en las que supervisores, jefes, gerentes acomplejados usan su entorno para descargar sus taras. En todos los espacios de interacción humana, sus participantes tienen la opción de mostrar respeto, de permitir el diálogo, de soportar la crítica, de tolerar las malas formas; o, de humillar, o de pisotear para resarcir las carencias que la niñez infeliz haya producido.
La historia se cruza mucho con personajes característicos. De retorcidas personalidades que gozan con el pulgar abajo esperando que sus súbditos imploren piedad. Pidan perdón. Se humillen. Lo que resulta chocante es que subsistan reencarnaciones de Duvalier o de otro tipo de dictadores o de arquetipos de liderazgos políticos similares. No obstante que las diferencias sociales, de rango, de jerarquía, se sostienen en las sociedades, que son inevitables o son funcionales, el fortalecimiento de las democracias ha conducido a un aplanamiento de esas diferencias y a una relación horizontal con la autoridad, por la garantía de los derechos de libre pensamiento, de libre expresión y la obligación de rendición de cuentas de quienes ejercen alguna forma de poder.
Pero, en estos diez años de correísmo la relación entre mandantes y mandatario se ha verticalizado. La estructura legal y el ilegítimo control sobre la administración de justicia ha restituido al ciudadano a un nivel inferior en relación con el gobernante. Como la relación entre el peón y el mayordomo. Sin alzar a ver, sin derecho a protestar. La más inmoral relación de embudo. El ancho para el que controla el poder, el angosto para el ciudadano.
Regularmente, sea en el show sabatino o en las innumerables cadenas (que han resultado además en jugoso negocio para publicistas) el presidente se ha tomado el privilegio de insultar, de ametrallar las honras. Se han forjado falsedades para atribuir responsabilidades perniciosas. Se han usado documentos privados o revestidos de sigilo para difamar. No ha habido misericordia. No ha habido límite ético para apabullar opositores. Cárcel incluida y altas indemnizaciones.
Los ofendidos no hemos gozado ni siquiera del derecho a réplica o a desvirtuar las mentiras y los avezados que han atinado a defenderse caen con la certeza que un juez militante concederá la razón al presidente.
Esta es una relación desequilibrada. Si ofrece un puñetazo, espera la cerviz encorvada. Si espeta una ofensa, espera el silencio. Si propala una mentira espera la resignación. Tal cual esos retorcidos abusadores que sienten el triunfo aun cuando el contendor está amarrado, amenazado y no puede asestar la respuesta que el agresor merece, porque se rodea de protección. Así, creo que he definido al cobarde, cierto?
Mucha entereza hace falta para que alguien que quiere defender su honra, no la busque en juzgados parcializados o que, sin resquemor de conciencia, no entienda que es legítima la defensa proporcional. Que si insulta, aguante el insulto. Que si agrede tenga el valor de aceptar la consecuencia. No como el azotador que reduce al castigado atado a una estaca.
La amiga de Correa, la kirschnerista Hebe de Bonafini, que ha sido acusada de corruptelas dentro de las Abuelas de la Plaza de Mayo, ha dicho a Macri que es un “cagón”, un “hijo de puta”, un “dictador”. Le ha insultado por deporte, sin provocación o mención del presidente argentino, quien preserva su honra con la indiferencia. O tal vez será porque no requiere de reafirmaciones judiciales que soporten su seguridad e integridad personales.
En la línea de comportamiento que lo ha identificado, tan majestuoso, Correa seguramente espera que los que no somos fieles de su iglesia, coreemos un miseri nobis. Que siga esperando. No hay mal que dure cien años.
Diego Ordóñez es político
Perfecta descripcion. Ojala la mayoria de ciudadanos entendamos y en febrero 17 enterremos a estos falsos sociolistos
Excelente
Excelente. Tengo un caso de una amiga que fue cesada en sus funciones en una institución estatal, estando embarazad y está dentro del grupo de atención prioritaria, estoy seguro que si pido a un juez una medida cautelar o una acción de protección, no me conceden, ni la reintegran al trabajo.
Felicitaciones a Diego Ordoñez. Excelente artículo que retrata de cuerpo entero la penosa realidad del país.
Pero vamos hagamos lo mismo con aquellos que quieren hacernos creer que si es posible mejores días en el País,cuando en nombre de una llamada unidad ,por el bien de todos,pretenden alcanzar el poder sin escrutar,revisar sus hojas de vida, a sus postulantes.Necesitamos cernir a la gran oferta electorera y propuestas de campaña,se precisa invertir esa relación del embudo,debemos permitir que pasen aquellos que ven en el servicio a los demás,su vocación.Que por hacerlo tengan el derecho legitimo de obtener la justa paga económica y el reconocimiento de una sociedad que ha sufrido por muchos años ese desprecio de sus gobernantes,siendo derechosos,izquierdosos o centrosos.Los que lucraron en su tiempo no aparecen y parece que a otros les hace falta,el correismo es una consecuencia no creo que sea el resultado.
Excelente
El castrismo auspicia, asesora, aglutina y apoya a este tipo de tiranías, para darles “legitimidad revolucionaria”, con lo cual engañan a incautos e “izquierdosos”, que consideran que están apoyando una revolución social.
Con ello nos engañó el castro-narco-comunismo a tres generaciones, y lo siguen haciendo. Por ello hay que desenmascarar su proyecto personalista, esclavista, liberticida, comunista, orientado a convertir -los países en los que se toman el poder-, en grandes cárceles, para luego saquear sus recursos, y crear un nuevo estrato social pudiente, por medio de personas y familias inescrupulosas, oportunistas, que se enriquecen a través de los recursos públicos y desplazan a las capas medias, transformando la sociedad en dos estamentos: burocracia controlada y vinculada al régimen, que goza de privilegios, mientras obedezca a la tiranía; y por otra parte, gente empobrecida, haciendo cola por una media libra de arroz, sin trabajo, sin seguridad.
No lo pudo haber dicho mejor!
Profundo,una oda a la realidad galopante que se vive en la “democracia” de Ratael correa y su caterva de ineptos que se toparon y luego robaron una cuota de poder!!
Cruda y real descripción de lo que sucede en nuestro país, pero estamos seguros, que superaremos esta tormentosa experiencia por el bien de nuestros hijos y nietos.
¡Un artículo fantástico! Felicitaciones a Diego Ordóñez. Todos los ecuatorianos deberíamos leerlo.