Hace unos días Uber fue vetado en Guayaquil como una medida de protección al gremio de taxistas. Tamaña irresponsabilidad la del Alcalde de Guayaquil: tratar estas soluciones tecnológicas que conectan a los ciudadanos y les dan más opciones de movilidad como una guerra en contra de los taxistas. Por supuesto que hay un conflicto y que éste debe ser entendido y resuelto, pero no a costa de mejorar las opciones de transporte que los ciudadanos tanto necesitamos. Entonces, ¿cómo lo hacemos? Para empezar, hay que dejar de ver las cosas en blanco y negro. Pensar objetivamente y trazar los lineamientos para una política pública responsable y que sopese los beneficios y perjuicios de sus decisiones y tome las medidas de mitigación que correspondan.
Mi propuesta es implementar en Quito plataformas digitales que conectan a pasajeros con conductores. Uber, Lyft, Cabify, entre otras, son plataformas tecnológicas que a través del uso de una aplicación en un teléfono inteligente conectan a un pasajero con conductores de vehículos registrados en estas empresas, los cuales ofrecen un servicio de transporte. En algunas ciudades la llegada de estas soluciones ha ocasionado huelgas, quemas de autos y otras formas de violencia que deben ser evitadas. Hay ya experiencias de muchas otras ciudades que han tomado varios caminos para regular estos servicios armonizándolos con otras formas de transporte (léase taxis).
En Quito el servicio de taxis es bastante bueno pero aún hay falencias, muchas de ellas causadas por la excesiva regulación municipal. ¿A quién no le ha pasado que primero nos preguntan a dónde vamos para ver si se animan a llevarnos? ¿Cuántas veces el taxímetro, sospechosamente, no está funcionando y terminamos pagando valores no consensuados? ¡Y no hablemos de cómo conducen algunos taxistas!
El dilema no es taxis vs. Uber. El dilema es modernizar la regulación o seguir creyendo en políticos retrógrados. Estas nuevas plataformas digitales son una oportunidad para cambiar la regulación que estrangula al gremio amarillo y que le impide prestar un mejor servicio; y también para incorporar otras formas de transporte particular que tienen el potencial de racionalizar el uso del vehículo privado y, aún más importante, acabar con la necesidad de comprar un auto para movilizarnos.
La pelota está en la cancha de los políticos. Si son retrógrados, lo que harán será vetar la entrada de estas plataformas digitales. Si pensamos en los ciudadanos que deben ser los beneficiarios de las políticas públicas y no las víctimas de las malas regulaciones y los intereses particulares, hay que abrir la mente y encontrar las respuestas.
Primero, hay que dejar de estrangular con regulaciones innecesarias y costosas a los taxistas. Se escucha que los cupos (bienes escasos en el mercado por el número limitado de permisos que dan los municipios) se negocian en altos montos en el mercado negro. Pocos empresarios pueden comprar esos cupos, así que se concentran en pocas manos que luego contratan a los choferes. Ellos, los choferes, son literalmente la última rueda del coche en este mercado. Los políticos que dicen defender a los taxistas en realidad los someten a un sistema intolerable de tráfico de cupos. Luego, al tener tarifas reguladas, no hay posibilidad de competir por precios y calidad.
Es necesario determinar las regulaciones para asegurar, por ejemplo, la calidad del aire, para disminuir congestión vehicular y dar seguridad en la prestación del servicio. Las plataformas digitales que conectan a personas con conductores particulares no son el cuco aquí. El verdadero problema son las malas regulaciones que los estados tienden a imponer, quizás pensando en el bien común, pero cuyas principales víctimas somos los ciudadanos.
Estas ideas no son utópicas, son perfectamente viables. Sólo se requiere voluntad política. En varias ciudades se ha normado a estas plataformas digitales con licencias para el transporte de pasajeros y pago de regalías a favor de la ciudad, entre otras medidas.
¿Por qué es deseable que lleguen a Quito estas soluciones? En las ciudades donde estas plataformas ya están funcionando se ha reportado algunos beneficios: generación de plazas de empleo; mejoramiento de la calidad del servicio de transporte de pasajeros; reducción del uso de vehículos particulares; liberación de plazas de estacionamiento; fomento de una cultura de auto compartido que disminuye la congestión vehicular. Además, estas soluciones pueden complementar la red de transporte público, garantizar la seguridad de los pasajeros y reducir los índices de accidentalidad. Por ejemplo, los jóvenes las utilizan si van a consumir alcohol y las mujeres cuando viajan solas en las noches.
Bogotá, Ciudad de México, Puebla, Filipinas, Detroit, entre otros lugares, han regulado ya a las plataformas digitales de transporte de personas, estableciendo diferencias con el servicio de taxis para que, por ejemplo, atiendan mercados distintos. ¿En qué consisten esas regulaciones? Se puede permitir únicamente pago con tarjeta de crédito, por ejemplo, o exigir que los vehículos sean ambientalmente amigables. Se puede establecer una tarifa mínima de carrera para que no rompan el mercado de los taxistas y sobretodo para que no compitan con el transporte público, disponer calificación obligatoria para los conductores, etc.
¿Qué hay que evitar? Primero, que se plantee este tema como una pelea entre las tecnologías y los taxistas. O que se impongan los intereses (o miedos) políticos. Segundo, que se estrangule a este servicio con regulaciones que terminarán sacándolos del mercado a costa de los ciudadanos. Tercero, el incremento de la congestión vehicular.
Ojo, estas plataformas digitales NO son la panacea, son sólo una forma más de transportarnos que, combinada con las demás (principalmente un mejor transporte público y el desarrollo de centralidades que reducen la necesidad de hacer viajes), pueden lograr los objetivos de una movilidad eficiente y sostenible. Deben ser vistas como una oportunidad para mejorar las condiciones de regulación a los taxistas y el servicio particular de transporte de personas.
En Quito hay una ordenanza vigente que obliga al Concejo Metropolitano a determinar si este año se debe iniciar un nuevo proceso de regularización de taxis a partir de un estudio que debe realizar la Secretaría de Movilidad. Estamos frente a un gran reto: o seguimos reproduciendo un sistema que beneficia a pocos o aprovechamos la oportunidad y abrimos nuestra ciudad a la modernidad, a las tecnologías y, sobre todo, a la posibilidad de pensar distinto sobre cómo nos movilizamos.
Daniela Chacón es concejal de Quito
Si quiere hablar de transporte, empecemos analizando el servicio actual y sus actores. Usted diga por quienes empezamos o por qué. Solo para ilustrar este preámbulo.
Tomo un taxi en el Min. de RREE. Subo y el taxi huele mal. Busco aire y abro la ventana y recibo un chifón de hollín de un bus Tipo y del SUV que va detrás, un fétido olor a infierno a causa del combustible de pésima calidad ambiental que utiliza. El conductor no ha visto la ducha en días. No está afeitado. Luce desgarbado y despeinado. La música chichera estridente hiere mis oídos. Le pido por favor baje el volumen y lo hace de muy mala gana y cambia el dial a los chistes pesados de otra emisora. Este es el servicio que brindan a damas y caballeros quiteños, foráneos y nativos. Con diferencia del chifón y la gasolina, el servicio sigue igual que hace 40 años. Comparto la opinión de que el problema son las elecciones y la popularidad de los políticos.
Perdone y si habla de retrógrados….. por que se opuso a la ampliación del Guayasamin que beneficia a miles y miles de ecuatorianos y habla a favor de un barrio ilegal asentado en las laderas del Machángara o que hay detrás de esto???
Aca en Quito los taxistas circulan todos los días y el resto de los comunes tenemos que guardar nuestro vehiculo un dia a la semana afectandonos tambien economicamente, osea ellos tienen derecho yo no???
Hay que ser transparente y objetivo, tener el objetivo de ayudar y ser mejores no mediocres con ideas populistas y absurdas que solo conducen a un ostracismo.
No hay duda que la tecnología esta cambiando la vida del mundo moderno, pero para que no haya distorsiones que afecten la vida normal en un país, tiene que hacerse de una manera gradual y bien planificada. Los señores taxistas son ciudadanos que trabajan legalmente bajo las reglas de las Autoridades de Transito, y ellos también tienen derechos. Si se quiere el bienestar de los ciudadanos con la tecnología moderna, los taxistas deberían ser los que tendrían la prioridad para implementar estas nuevas tecnologías, y no darselas a la competencia de ellos. En el futuro, como ya lo estan haciendo en algunas Ciudades de paises desarrolados, los taxis no necesitaran a los choferes, porque seran guiados tecnologicamente.
Si deberian tener un registrador satelital para hacerles un seguimiento, no hay taxista que guarde respeto por una fila de autos, siempre hay los abusivos y oportunistas que quieren meterse a la brava…propio de gente incivilizada y atrasada, a esta gente primero hay que empaparles de cultura para que con respeto y educación estén en las calles sirviendo a la ciudadanía, caso contrario se convierten en un gremio retrogrado ancla del desarrollo
El problema principal son los miles de automóviles particulares, que en un gran porcentaje valen menos de 15,000 dólares. Son estos ciudadanos quienes deben tener a disposición una solución de transporte alternativa de similar calidad al auto particular.
Esto se podría lograr con busetas o furgonetas de calidad, que brinden un servicio similar a viajar en auto particular a un precio que resulte rentable.
Si suben los costos para transportarse en mi auto y tengo la alternativa de un servicio”premium”, el escenario se configura para dejarlo en casa y viajar más cómodo.
Piénselo: hay un a tremenda oportunidad de transformar la ciudad y la vez generar muchas plazas de empleo.
rectifico algunos buseros son una maravilla.
Doctora Chacon, Parece que usted hace mucho que no ocupa un transporte publico, una gran cantidad de buseros son unos imbeciles.