Rafael Correa está sufriendo algo parecido a un panic attack o ataque de pánico, del que hablan los psicólogos. Está, literalmente, muerto de miedo. Es el terror a perder el poder que durante los últimos diez años le ha permitido vengarse de sus más íntimas y profundas frustraciones y que, sobre todo, le ha permitido construir una verdad que está a punto de desmoronarse con el fin de su reinado.
Por eso, el sábado durante el enlace 499 desde Cayambe, Correa dedicó una buena porción de su tiempo a hablar, escudado en su poder exangüe, a temas que presiente lo perseguirán y lo destruirán. Había que verlo ahí, aterido de frío en la tarima montada en San Isidro del Cajas, con apenas unas setenta personas traída desde las comunas vecinas, con un staff de asesores de medio pelo y animándose únicamente cuando se veía a sí mismo cantando en un video ora con José Luis Perales, ora con un rapero de Cartagena, ora con el mashi-bufón que lo acompaña cada sábado.
Uno de esos temas fue el de la Refinería del Pacífico que intuye, como intuye el zarpazo el animal que siente la vecindad de su depredador, será la prolongación de la pesadilla que ahora no le permite dormir: las obras de repotenciación de la refinería de Esmeraldas. Durante al cinco minutos, y con la importancia que un sacerdote le da a su primera homilía, el presidente saliente justificó lo que cuesta esa inversión. Armado de gráficos y cuadros iba explicando uno por uno los gastos. Esto es caro no como dicen algunos, no como piensan muchos… Esto cuesta tanto porque es muy costoso, porque no es fácil, porque hay que hacer estudios… La idea era, evidentemente, convencer a la audiencia de que las cifras de miles y miles de millones son plenamente justificadas y advertir, dicho sea de paso, que a nadie se le ocurra decir en el futuro que hubo sobreprecios como aquellos que ahora tienen a su vicepresidente Jorge Glas y ahora candidato a la Vicepresidencia en el abismo que conocen los que tarde o temprano deciden huir. “Es extremadamente caro”, dijo sin poder ocultar en su rostro la evidencia del terror y buscando, como siempre, la ayuda de uno de sus asesores para que diga lo que él quiere escuchar. “La construcción se nos desfasó un poco. Todos saben lo que hemos enfrentado. Es el movimiento de tierra más grande de la historia del país”, lanzó Correa y Bismarck Andrade, gerente del proyecto y asesor del sábado, le precisó que se habían movido 40 millones de metros cúbicos de tierra. “¿Cuántas canchas de fútbol es eso?”, le preguntó inmediatamente Correa a Andrade buscando una imagen más terrenal para encontrarse con su asesor respondiéndole serio y grave que eso representa “una gran cantidad de canchas de fútbol”. Correa insistía entonces en que los 1 500 millones de dólares que se han gastado en el proyecto de Refinería no solo han invertido en el movimiento de tierras sino en una serie de obras que benefician a la comunidad. “Que Manabí esté atento para que nadie les robe este proyecto”, agregó sabiendo que en el futuro necesitará a alguien que salga a defender la magna obra de su gobierno que, a pesar de que estuvo diez años en el poder, ha sido incapaz de realizar.
Era tan evidente que la justificación de los gastos hechos en El Aromo brotaba de una necesidad desesperada por tratar de desarmar una bomba de tiempo que ya está activada, que incluso insistió en sus caricaturescos desafíos a golpes al asambleísta Andrés Páez. “Páez usted es un cobarde al que le tiemblan las piernitas”, dijo Correa en lo que más parecía ser una confesión de que es a él a quien en verdad le tiemblan las piernitas.
El miedo de Correa huele al miedo que tienen los demagogos que saben que están por quedarse sin la tarima del poder que les ha permitido construir una verdad en la que hay que creer por emoción y por decreto y nunca por demostración, refutación o verificación. No, Correa es de los que dice mentiras como verdades inobjetable cuando lanza cosas como “no hay país en el mundo que se haya desarrollado sin industria petroquímica” (¿acaso Suiza no lo hizo?) o que “estamos construyendo el sistema de riego más importante de la historia: el Sistema de Riego Tabacundo” cuando en verdad ese es un proyecto se inició en el 2002 mucho antes que de que llegara al poder.
El Correa del enlace 499 fue la demostración práctica del demagogo brillantemente retratado por el ensayista e historiador mexicano Enrique Krauze, en un artículo aparecido apenas un día más tarde en El País de España. Ahí, Krauze al hablar del riesgo que significa Donald Trump para la democracia mundial, dice que el sustrato psicológico habitual del demagogo es triple: megalomanía, paranoia y narcisismo. Y Correa hizo la pedagogía impecable de lo dicho por Krauze en su texto. Megalomanía cuando se retrató varias veces como representante del pueblo (“báñate de pueblo Rafael me dijo Chávez”) o como cuando al hablar de su puntualidad y apego a la eficiencia aseguró que incluso al Papa (“que me quiere mucho”) él le ha recordado que sus citas no pueden durar más de veinte minutos. Paranoia cuando aseguró, como todo sábado, que la prensa corrupta quiere destruir todo su legado y que si la semana anterior apareció un informe negativo sobre la justicia en el Ecuador es porque se trata de un estudio hecho por “¿adivinen por quién?” (finge dar un segundo para que la audiencia de indígenas adivine): el DE-PAR-TA-MEN-TO-DE-ES-TA-DO. Y narcisismo cuando hizo que el aparato logístico que lo acompaña cada sábado hiciera que todo el país lo viera cantando con José Luis Perales y bailando perreo con unos músicos de Cartagena, o cuando dijo que el “Ecuador es un modelo planetario” en el combate contra los paraísos fiscales.
Megalómano, paranoico y narcisista. La santa trinidad del demagogo, según Krauze, se expresó durante el enlace 499 de la mano de Correa, un ejercicio al que nuevamente el presidente lo calificó como “deber sagrado” y el que predijo que el próximo gobierno tendrá que mantenerlo porque, claro, lo sagrado no puede ser interrumpido.
Correa hizo una exhibición perfecta del demagogo que no puede, además, dejar de insultar porque de eso depende que la sociedad se divida en buenos (los que lo siguen) y malos (los que lo critican). En esa dirección es que llegó su ataque brutal a la periodista Tania Tinoco por haber dicho en Twitter (la obsesión del demagogo de marras) que lo publicado en La Estrella de Panamá merecía un comentario del vicepresidente Jorge Glas. “¿Qué tiene en la cabeza? ¿Un zapato? Inaugure la ética y la inteligencia porque tampoco es muy inteligente esta señora”, escupió Correa, casi fuera de sí, al hablar sobre la publicación de una columna en La Estrella de Panamá en la que se menciona la posible existencia, en ese país, de un informe sobre corrupción de Glas y que su asesor jurídico habría querido evitar que se publique. “Porquería, basura, prensa amarillista”, exclamaba al citar a diario El Expreso que, según el, no había cumplido con la obligación, otra vez según él, de calificar como “pasquín” y no de diario como había hecho al hablar de La Estrella. Les doy una semana para que demuestren que todo lo que dice ese diario es verdadero. Les doy una semana para que demuestren que Alexis Mera estuvo en Panamá y no en Birmania “esos destinos exóticos a los que les gusta ir”.
Correa representó exactamente lo que Krauze esboza como el alma de la demagogia: “de la combinación de las tres (magalomanía, narcisismo y paranoia) el demagogo arma su monótono mensaje: solo YO os haré grandes y enfrentaré a los enemigos, solo YO sé cómo instaurar un orden nuevo y grandioso sobre las ruinas que los enemigos dejaron. La historia comienza o recomienza conmigo. El borrón y cuenta nueva es otro rasgo distintivo del demagogo”.
Al final Correa sugirió que el contenido de su enlace 500 será precisamente el de demostrar que los mentirosos perversos están empeñados en destruirlo con datos como los aparecidos sobre Glas en Panamá. Claro, para entonces habrá que entenderlo porque su miedo es el miedo del demagogo que está despidiéndose.
El señor presidente sufre de panic attacks y eso se nota.
TAMBIEN DEBE INVESTIGARSE LA COMPRA DE LOS AVIONES TUCANOS AL BRASIL.
El del zapato en la cabeza es otro!!!
Esa manera jocosa de relatar lo que sucede ya vendrá un futuro para el ecuador gracias a ustedes señores periodistas como el señor Hernández ex diario Hoy y a usted Martín ex El comercio faltan.periodistas frontales cono hubiera querido que ustedes
Entrevisten al Zar de las sabatinas y los cuentos
Correa se encuentra “al borde de un ataque de nervios” porque no va màs! Los ecuatorianos exigimos un paìs con una verdadera democracia, donde exista respeto a las personas e instituciones, justicia, paz, honestidad, desarrollo econòmico con fuentes de trabajo, estudio y salud para la poblaciòn, libertad de expresiòn y todo aquello que se merecen los ciudadanos de cualquier paìs del siglo XXI.
Asì cientos de miles de ecuatorianos estamos construyendo un masa crìtica capaz de generar un cambio radical en febrero/2017!
Felicitamos a los valientes periodistas como 4Pelagatos por su excelente trabajo!
En realidad este presidentito lo que tiene en la cabeza no es un zapato, es un calcetín; es carente de ética; carente de frases lógicas, aberrante, arrogante, puntilloso al revés y en definitiva un mentiroso contumaz disfrazado de líder bañado de una falsa valentía que le lleva al escarnio permanente contra sus oponentes.
Es un demagogito, mentirosito y sorprendedor.
Oiga Sr a que d le parece que aquí hay 70 personas ? Mentirosito!!!
El miedo de Correa huele al miedo que tienen los demagogos que saben que están por quedarse sin la tarima del poder que les ha permitido construir una verdad en la que hay que creer por emoción y por decreto y nunca por demostración, refutación o verificación. No, Correa es de los que dice mentiras como verdades inobjetable cuando lanza cosas como “no hay país en el mundo que se haya desarrollado sin industria petroquímica