La marcha contra la violencia machista celebrada el sábado en Quito plantea un mensaje político que los candidatos a la presidencia deberían considerar. En primer lugar porque fue una marcha enorme que copó varias cuadras de la avenida 10 de Agosto hacia el centro de la ciudad. Hubo más de cinco mil personas caminando en ruidosa algarabía: nada comparable a lo que se ha visto antes en este tipo de marchas. En segundo lugar, porque esa concentración masiva de ciudadanos habla de una sociedad que los discursos de los políticos, los planes de gobierno de las candidaturas y las consignas de campaña no alcanzan a expresar ni lejanamente. Parece dudoso que los actuales candidatos a la presidencia se la planteen siquiera. Sin embargo, ese mensaje político les concierne, está dirigido a ellos en forma directa. De ahí que una de las consignas más repetidas durante la marcha aludía al hecho de que la violencia contra las mujeres es violencia de Estado.
Las expectativas de la convocatoria, a cargo del colectivo social Vivas nos queremos, fueron superadas largamente. La marcha del sábado no se redujo a las organizaciones feministas como ocurría en el pasado. Hubo activistas y organizaciones sociales de todo tipo, pero sobre todo gente de a pie reunida en torno a las más diversas causas. Minorías sexuales, ecologistas, colectivos ciudadanos, grupos de ciclistas, de peatones, de jóvenes, defensores de los derechos de los animales, vegetarianos, músicos, teatreros, artistas de todas las disciplinas, familias, hombres y mujeres comunes y corrientes que no encuentran, en el escenario público, una voz que los exprese. Ciudadanos conscientes de un problema central de la sociedad, la violencia machista, y que ven en esa causa la posibilidad de expresar sus propias disidencias. Huérfanos de representación política en un país conservador donde oponerse al aborto o al matrimonio para todos aún es electoralmente redituable.
Los candidatos estaban invitados a participar en condición de ciudadanos. Ninguno fue. Debieron: habrían entendido algunas cosas. Ninguno ha dado muestras de comprender esta sociedad compleja y abierta, irreductible a cualquier intento de homogenización como el emprendido por el correísmo a lo largo de los últimos diez años. Esta sociedad hecha de individuos capaces de reconocer y expresar la dimensión pública de sus asuntos privados, la dimensión pública de su sexualidad, la dimensión pública de su alimentación, la dimensión pública de su vida en pareja… Y, en consecuencia, una sociedad que plantea un estilo de participación ciudadana, una forma de acción civil que nada tiene que ver con los manuales de gobernanza que manejan los políticos nacionales. Menos aún con el modelo correísta de una participación ciudadana dirigida desde el Estado, intento grosero por expropiar y privatizar lo indelegable: las causas ciudadanas.
La lucha contra la violencia machista es la única causa capaz de congregar todas las causas. En primer lugar, por la dimensión del problema: las estadísticas son públicas y pavorosas. Porque es una herida que atraviesa toda la sociedad, desde las sabatinas presidenciales hasta las unidades de transporte público, y se arraiga en el corazón de nuestra cultura. Porque la recuperación de dignidad que esa lucha conlleva es recuperación de dignidad para todos, no sólo para las mujeres. Porque no hay una sola persona en esta sociedad, una sola, que pueda decir que no está involucrada. Porque la causa de las mujeres es la causa de los débiles, de las minorías, de los no representados. Es la causa de todas las disidencias. Y la marcha del sábado fue eso: una imponente, ruidosa, alegre y determinada manifestación de débiles, de minorías, de gente sin representación política. Fue una marcha de disidentes.
El siglo XX –escribió Jean Daniel en un conmovedor artículo sobre su propio credo– nos enseñó a desconfiar de todas las revoluciones y a abrazar a todas las resistencias. Por eso estas causas hace mucho que dejaron de ser las causas de la izquierda. El feminismo ya no lo es. Al menos mientras la izquierda sea incapaz, como en el Ecuador, de renovarse. En este país, la utopía de la izquierda sigue siendo aquella que cantaba el famoso himno de La Internacional Socialista: la de una humanidad homogénea y unánime marchando unida bajo una sola bandera. Tan ridículo como peligroso, tan irreal como perverso. Nada más lejano a esa rancia iconografía que lo que se vivió el sábado en las calles de Quito. Porque la causa de las mujeres, por su propia naturaleza, es la causa de todas las banderas.
Deberían prestar más atención los candidatos, los políticos en general. Muy pocos entre ellos parecen darse cuenta de que en esa sociedad bullente y diversa se encuentra la única posibilidad futura de afianzar la democracia. No hay otra. Son las disidencias que cuestionan el establecimiento las únicas capaces de expandir los derechos y las libertades. Y la democracia, al contrario de lo que practica el correísmo y creen muchos otros, anticorreístas incluidos, no puede definirse de otra forma que no sea ésta: un régimen de libertad y derechos en expansión. Por eso, todos aquellos que hablan de poscorreísmo sin abrazar estas causas están repitiendo el libreto correísta sin saberlo.
Porque el único camino posible es la disidencia.
Las mujeres lo saben.
Me parece que la información de este artículo no es del todo correcta. Entiendo que hubo un grupo de mujeres candidatas de diversos partidos políticos, que forman una agrupación bajo el acuerdo de llevar la agenda de la mujer a los espacios en que participen. Una de ellas por ejemplo es la candidata a asambleísta por la ID, Margarita Carranco.
La humanidad entera dirigida al respeto de las libertades y la expansión de los derechos y las mujeres en primera fila. Que bien escrito este artículo.
Afortunadamente, “La Sociedad que Marchó el Sábado no Tiene Quien la Exprese” ya que ella es la única que debe expresarse: lo triste es que no tenga quien la represente.
En hora buena…mujeres, es aberrante lo que algunos hombres tengan taras sicologicas
Señor Aguilar. La izquierda no entiende cabalmente el feminismo. La izquierda debe renovarse. Comparto con este criterio. Pero me sorprende que deje entrever que la derecha si lo comprende y que no necesita renovarse. Realmente no es una visión integral la que usted expresa. Quienes hemos optado por la resistencia mas que la revolución hemos ido más allá de la izquierda y siempre de la derecha. No nos consideramos de izquierda pero no somos anti izquierda pero si anti derecha. No se si usted entendía asi la resistencia. Saludos
Estimado Roberto, la violencia machista no solo debe ser enfocada como agresión a la mujer sino al genero humano; la violencia no solo es física, es también psicológica, y existe un elemento tan peligroso como arraigado en nuestra sociedad: la cultura machista.
Las madres educan a los hijos en modo diferenciado, los “machitos” que tienen todo derecho y ningún deber y las “hembritas” que tienen solos deberes, generalmente domésticos, y ningún derecho. La legislación sobrecompensa esta cultura “protegiendo” a la mujer y criminalizando al hombre; un ejemplo es el código de niñez y adolescencia donde la madre es considerada criadora natural de hijos y el padre un simple proveedor, donde no se deja espacio para el diálogo y acuerdo entre seres humanos igualmente válidos sino que se abre un campo de batalla entre mujeres que pueden atacar al hombre hasta reducirlo a un despojo humano sin dignidad ni valor. La violencia no tiene género, la violencia debe ser erradicada de nuestra sociedad, sin ponerle etiquetas… todo ecuatoriano, sea hombre o mujer tiene derecho a vivir en paz y armonía.
Tanto el machismo como el feminismo, son tóxicos para la convivencia pacífica entre seres humanos, lo que debe primar es el respeto. Generalmente el machismo le ha hecho y le sigue haciendo daño a la humanidad, tanto a mujeres como a hombres, porque si se hace daño físico o mental a una mujer, se le está hacienda daño a una madre, Hermana, hija,etc. Las relaciones entre una mujer y un hombre, Deben ser de respeto y equidad.
El femenismo radical es la peor especie de imperialismo porque obedece a una clase brutal de ingeniería social. No existe la violencia machista. Hay violencia antropológica innata a cualquier sociedad. Punto.
Yo fui víctima del femenismo radical, por eso soy un MGTOW, men going their own way. Hoy muchas mujeres actúan como prostitutas sesgadas al amparo de leyes obtusas que les facilitan la procura dinero fácil.
¡Que excelente artículo Roberto!, gracias por su orientación. La sociedad entera tiene nuevas dinámicas, nuevas formas de expresión, nuevas realidades; pero las “urgencias” de la sociedad política, no alcanzan a entender, y peor aun, no está de forma seria en su agenda de debates, en definitiva el poder o la búsqueda del mismo, siempre van por otro lado.