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John Oliver tiene material para darse gusto

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Hace dos años, el comediante inglés John Oliver dedicó una breve sección de su programa “Last Week Tonight” para burlarse de Rafael Correa, lo que, como no podía ser de otra manera, generó la correspondiente reacción por parte del Presidente y también del entonces secretario de Comunicación, Fernando Alvarado, quien, indignado por las burlas contra su jefe, tuiteó: “Para los wannabe cualquier payaso gringo es digno de aplaudir. Allá ellos con su aculturación, acá escribe un ecuatoriano hasta la médula!”. (¡Cómo vamos a extrañar la altura, la inteligente ironía de Alvarado!). Por entonces, Oliver se mofó de que Correa, siendo Presidente, tuviera actitudes como romper diarios, invitar a un payaso a eventos oficiales o emprender una guerra contra tuiteros anónimos. Se entiende que esos comportamientos (que en Ecuador nos han llegado a parecer normales) hayan sido un material jugoso para un programa cómico muy popular en países con democracias más avanzadas. Pero al lado de todo lo que ha pasado en las últimas semanas, ¡son huevadas!

¿Qué diría Oliver, por ejemplo, al escuchar al Fiscal General de la Nación (ex abogado personal del Presidente y ex ministro de este gobierno) informar, con sonrisa de hornado, que su avance en el caso Odebrecht es que él ya sabe quién es el corruptor? ¿O al enterarse de que la Fiscalía devolvió a Brasil documentación sobre el mismo caso aduciendo que no la puede traducir del portugués? También merecería un comentario en un programa como “Last Week Tonight” el hecho de que el Secretario Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación haya tuiteado una encuesta muy favorable al Gobierno supuestamente realizada por una prestigiosa universidad de EE.UU., y que cuando se supo que se trataba de una encuesta falsa, el individuo, en una actitud muy académica, digna de semejante cargo, ¡se limitó a borrar el tuit! Dado que el programa de Oliver también investiga, bien podría seguir la pista de esa empresa tan misteriosa, salida de la nada, que, según el mismo Secretario de Educación Superior, va a invertir 3.000 millones de dólares para fabricar autos eléctricos en Urcuquí.

Si estuviera siguiendo la campaña electoral, Oliver podría darse gusto contándole al mundo que en Ecuador el candidato oficialista considera demagógica la propuesta de crear un millón de puestos de empleo en cuatro años y que él, en cambio, ofrece 250.000 por año. O que el mismo candidato, miembro y representante del gobierno que manejó el país en los últimos diez años (ocho de ellos con una bonanza extraordinaria) se haya preguntado a sí mismo en un reciente debate cómo puede haber desempleo en un país tan rico como Ecuador.

El tema corrupción, dada la avalancha de denuncias que se han conocido en los últimos días, puede resultar abrumador para una audiencia extranjera (¡ya lo es para los ecuatorianos!), pero el ingenioso Oliver bien podría referirse por lo menos a esos alias tan sofisticados, como Capaya o Vidrio VP, que los presuntos corruptos usan en Ecuador para esconder sus fechorías. O al hecho de que el Presidente diga que un ex ministro (que, ahora que está prófugo, ha hecho graves denuncias contra altos funcionarios) estuvo infiltrado en su gobierno, ¡pese a que formó parte del mismo durante nueve años!

Dos años después de haberse burlado de Correa, Oliver se sorprendería al saber que el payaso que apareció en la sabatina actualmente es candidato a la Asamblea por un partido cercano al de gobierno y que en contra del entonces secretario de Comunicación (actual ministro de Turismo), que se refirió a él como “cualquier payaso gringo”, se presentó una denuncia porque habría caído a golpes a un ciudadano.

Francamente, con tanto material sorprende que Oliver no haya dedicado una edición entera de su programa a Ecuador. Tal vez es porque a nivel mundial (pese a que según el Gobierno el Ecuador se ha convertido en los últimos diez años en el ombligo del mundo) hay temas más relevantes, como la llegada de Donald Trump, tan parecido a Correa en muchas de sus actitudes, a la presidencia de EE.UU. O porque en las actuales circunstancias, probablemente el Presidente ya no respondería con tuits que pretenden ser graciosos, como lo hizo la primera vez, sino llamando a Oliver enfermo, o drogadicto o pagado por los Isaías. Y a nadie le gusta que le digan así. O simplemente porque este fin de ciclo ha resultado ser tan patético que para un cómico talentoso como Oliver casi no tiene mérito hacer chiste de eso. El gobierno saliente, sin que haga falta un comediante que lo ponga en evidencia, ha dado motivos de sobra para reír. O, si se piensa en las consecuencias de sus actos, para llorar.