Esta señora, dijo Rafael Correa, refiriéndose a Ruth Hidalgo, la directora de Participación Ciudadana. Esta mujer “le mintió al país y anunció un empate técnico”. La acusó de cómplice y responsable de lo que pueda pasar en las calles. La culpó de estar buscando un muerto. Le dijo que era financiada por el Banco de Guayaquil. La amenazó de represalias mediante sus fiscales de alquiler y sus jueces de bolsillo.
Esta mujer, como dice Correa, está amenazado de muerte. Y es posible que aquellos que quieren intimidarla, a ella y a su familia, se sientan autorizados por las palabras del Presidente. Las palabras actúan en las conciencias y, en este caso, pueden armar manos asesinas. ¿Mide eso el Presidente? Productor de lemas y frases que repiten sus fanáticos, ¿se da cuenta de lo que puede generar si algunos de sus seguidores lo interpretan al pie de la letra?
Escudado tras todo el Estado, inmune e impune, el presidente destruye honras, miente, inventa, colige, infiere, destila odio, amenaza… Políticamente, él ya bajó a las catacumbas donde no importan las ideas y los argumentos, el sentido común y la decencia pública. Humanamente es penoso comprobar la descomposición que ocasiona esta sed de poder total, esta pasión despótica irrefrenable. Stefan Zweig describió maravillosamente –en el caso de Calvino– esa pasión enferma por ejercitar la intransigencia “como si se tratara de un elevado arte”. Los fanáticos de la subordinación, como Correa, se esmeran por imponer, con violencia y tribunales de la inquisición, la obediencia ciega, la autoridad por encima de la compasión, la ley (la suya) por encima de la palabra libre, por encima de la conciencia individual. Ellos se erigen en jueces de lo que es verdadero y de lo que no lo es.
Correa clama, sin temor a contradecirse, que aquellos que osan estar en contra de SUS cifras y las de SU Consejo Nacional Electoral, deben ser castigados por SUS jueces. Qué valiente este hombre. Ahora amenaza a periodistas y a Ruth Hidalgo, directora de Participación Ciudadana, una ONG decente y profesional. Si no lo fuera, el CNE nunca la habría autorizado a hacer el conteo rápido en la primera vuelta electoral y en la segunda. Pero claro, el correísmo no respeta a Ruth Hidalgo y a su organización por su trayectoria impecable, por el monitoreo que hizo sobre el uso de recursos públicos en publicidad o por sus proyectos para robustecer la participación de la sociedad civil. Tampoco por el pacto ético que propuso en vísperas de esta campaña.
Su respeto deviene de que Participación Ciudadana es respetable ante los ciudadanos por lo que ha construido desde hace décadas. Lo que quería, lo que buscaba el gobierno, al dejar participar esa ONG en el conteo rápido, era su credibilidad. La necesitaba para legitimar un proceso torcido y fraudulento que, al final del camino, debía concluirse con el triunfo de Lenín Moreno. Por eso, el gobierno apostó tanto a los resultados de esa organización. Por eso José Serrano y Omar Simon los presentaron –debidamente acomodados e interpretados– antes de que Ruth Hidalgo los entregara, en sobre cerrado, a un notario ante la televisión nacional. ¿Cómo supieron esos resultados si no eran públicos? ¿Infiltraron también a Participación Ciudadana donde Omar Simon tiene viejos contactos?
La inquina feroz del Presidente, la campaña sucia y procaz hecha por Omar Simon contra Ruth Hidalgo, son explicables: les falló la legitimación de Participación Ciudadana. No pudieron contar con sus porcentajes porque, ante la evidencia de sus mediciones, ella anunció un empate técnico. Esto no estaba previsto: no hay cómo olvidar que los datos de esta ONG fueron decisivos para que hubiese una segunda vuelta, porque Rafael Correa ya había pasado la página y su presencia en la Av. de Los Shyris había sido anunciada para celebrar este “otro triunfo de la Revolución Ciudadana”.
Lenín Moreno nunca iba a perder. Eso se sabía. Lo sabía Correa, lo sabían los otros jerarcas y la cúpula del aparato correísta. Lo sabía Omar Simon, operador presidencial en asuntos de catacumbas. Lo grave ahora no es solo que Ruth Hidalgo y otros ciudadanos decentes del país estén amenazados, incluso de muerte: es aterrador comprobar hasta qué punto estos espíritus iluminados, como dice Zweig, se han revelado como los peores traidores del espíritu. Su poder desembocó en omnipotencia y su victoria en un abuso inconmensurable. Faltándole 42 días para irse Correa sigue demostrando en qué piensa un tirano apenas se topa con piezas que no cuadran en su rompecabezas: hostigar, amenazar, reprimir, amordazar, encarcelar… ¡Este hombre!
Foto: Vistazo
Está dama es correcta en su trabajo, como no se vende a ninguno Moreno, Lasso ni Correa como bien se dice tiene más cojones que el capataz cínico, bravucon, y todas las cheerleaders con micrófonos y megáfono, medios incautados parlantes, le hacen el jueguito sucio para sacarle del medio ya que no se presta a sus designios autoritarios y totalitarios del dictocrata…