Ecuador fue a Ginebra y se presentó ante la comunidad internacional en Naciones Unidas. Para responder a preguntas añejas sobre derechos humanos (del anterior examen) y a nuevas preguntas (presentadas días antes o en el evento). Entre 2012 y 2017 tuvo una ventaja absoluta. Los años han pasado para el país sumergido en la mayor prosperidad económica de la historia republicana. También una ventaja relativa. El tránsito del gobierno luego de las recientes elecciones.
Que salieron airosos, pensarán seguramente los ministros voceros. Unos pusieron cara de poker y otros más bien apariencia de bisoños. Pero todos con el indeleble sello de legítimos hijos políticos del presidente saliente. Se comportaron como en una asamblea universitaria. No era ese el sentido del foro. Pero lo comprendieron así. Leyeron discursos preparados con antelación por visibles manos de burócratas y comunicadores. Repitieron el mensaje oficial interno. Incluso utilizaron los mismos recursos retóricos, entre ellos, la huida hacia adelante.
Pero el gobierno no ganó. No ganó porque no era la cuestión en juego. El Examen Periódico Universal sobre derechos humanos, EPU, es exactamente eso, un examen, respetuoso, que hace la comunidad internacional a un país sobre la situación de los derechos humanos. Para saber si ha avanzado, se ha estancado o si ha retrocedido. Asume, la comunidad internacional, que existen consensos mundiales acerca de los derechos a la convivencia civilizada comúnmente aceptados cuando se accede a la comunidad de naciones. Que puede, que debe vigilarlos. Con la fuerza de la supranacionalidad aceptada por las partes. Incluyendo a Ecuador. Que con esa base los estados pueden dialogar. Y hacerlo con respetuosa frontalidad. Por ello, en el EPU no se trata de ganar, como seguramente en algún momento lo dirá en un enlace la Secretaría de Comunicación, SECOM.
Como los agentes gubernamentales no fueron a abrir un diálogo, con los países con el país, sino a exponer, perdieron la ventaja absoluta: explicar con modestia y realidad los avances y dificultades de la repercusión de estos diez años de abundancia en los derechos efectivamente garantizados a la gente, los derechos individuales y los colectivos, los civiles y los políticos, los económicos y los sociales, los concretos y los difusos. Solamente le contaron a toda la comunidad internacional reunida por qué ellos –la revolución ciudadana- son su experiencia planetaria. Campeones por donde se les vea, para quien pueda verlos. Tontera más, provincianismo menos, perdieron para el Ecuador –único destinatario importante- esa primera oportunidad.
Y también perdieron para el país su ventaja relativa: el gobierno saliente, si presentaba un sentido estatal, pudo dejar abierta la posibilidad al gobierno entrante de una nueva fase (lo menos) o de un nuevo estilo (lo más, anunciado). Pero no. O no quisieron. Se ufanaron que perdurará el legado histórico internacional del correismo. Y dejaron desparramado el mensaje que ahora en Ecuador solo se trata del cambio de un régimen anterior a otro anterior régimen. Vino viejo en odre viejo.
Me pregunté por las prácticas del inmovilismo en la escena internacional. Orondos unos dirán que se trata de la continuidad pública. Pero como soy de los otros busqué respuestas en la situación actual. Y claro. En las relaciones internacionales se reproduce lo que ocurre en la situación interna. Internamente ya entregaron su guión. En tres libros. Para 100 días. Y para 4 años. Perdón para 300. Se me vino a la cabeza, ahora más a menudo, expresiones en una clase del antiguo filosofado. Que no sé porque se me vino a colación. Hace muchos años tuve un profesor de filosofía de la naturaleza, el padre Ramos, que sostenía que ver muy claro las cosas suele ser una virtud de los estúpidos. Claro sobre el irreverente funcionamiento de la evolución y cambio en la naturaleza.
Ciertamente, tanta rigidez en las respuestas del gobierno ecuatoriano en el EPU me dejó la dura sensación de que ganaron las elecciones pero no saben hacia dónde va el país, hacia dónde debe ir el país. Puede ser que ellos tengan claro que quieren del país. Eso es suficiente para ellos, los ciudadanos revolucionarios. ¿Por qué lo sostengo?
En el EPU existen dos vías que se pueden adoptar. De un lado, la que el gobierno tomó. Una respuesta convencional a cualquier cosa que le pregunte al Ecuador. En el país, experiencia planetaria, todo está en orden, porque saben todo, en los dichos y en los gestos. Y todo lo hacen tan bien, que hasta los más avezados deben rendirse ante tanta sabiduría del siglo XXI, correísta, porque el socialismo está mucho más allá, menos mal. De otro lado, la vía que el gobierno no tomó, es modesta. Pero creo que más inteligente. Me refiero a la inteligencia estatal y humana. Responder en conformidad con el mensaje que se recibe de la comunidad internacional y del mensaje que se pretende dar a la comunidad internacional. Para ello hay que decodificar el mensaje de la comunidad internacional. Es decir, hay que escuchar. Saber escuchar.
Trabajemos algo con el tema de fondo. Cuando las circunstancias internacionales se modifican estructuralmente y más aún cuando las circunstancias estructurales de la nación ecuatoriana no son las mismas, es preciso plantearse ¿cuál es el lugar internacional para el país luego de la bonanza económica de la región?
Toda América Latina está buscando su reinserción externa. Los del bloque del pacífico, que ahora más sueltos de Estados Unidos, configuran sus estrategias multidireccionales y adecúan estrategias económicas. Colombia, Perú, Chile y hasta Argentina, país al que llega ese bloque y ese océano de relaciones internacionales. Mírese que están nuestros vecinos, que nos atenazan cordialmente. Los centroamericanos y caribeños que se han ubicado dentro de las periferias del área norteamericana, ampliando su frontera. Brasil –que suele someter su política externa a su política interna debilitando su liderazgo regional- y México –obligado con el NAFTA tambaleante a recuperar su inequívoca vocación regional- en medio de la región y sus problemas. Y claro está, los países ALBA, sometidos a una agenda de resolución jerárquica del tema cubano y venezolano, primero, haciendo el resto de coro.
En este plano de los nuevos alineamientos regionales, lo prudente hubiese sido no seguir con un discurso monotonal –de un solo tono que deriva en monótono- sino entendernos en el contexto regional más allá de los conflictos internos y más acá de los alineamientos ALBA. En algún momento el Canciller trató de presentar que el discurso oficial no confundía jerarquías y no asignaba asimetrías a los derechos económicos y sociales por sobre los civiles y políticos. Pero acto seguido se desdijo. Esa estrategia discursiva de hablar desde dos podios. El uno, para apantallar, mientras que el otro, para reafirmarse. Así, a párrafo seguido, volvió a los derechos categorizados por los viejos axiomas del marxismo de primer año de universidad, que renuevan los compromisos y otorgan seguridad. Otra vez en la vieja ruta, el discurso se afirmó. Es el mismo, sin derecho al cambio.
De la finta no salió un pase. Y la futura canciller, sentada en su rol de embajadora, cercada por una veintena de funcionarios que había llegado a Ginebra para el efecto, resultó con la cintura enyesada, sin movilidad política para asumir los nuevos momentos. Ahora deberá seguir por la ruta para encontrar como justificar a las transnacionales que rompen con los derechos humanos en Ecuador, pero que discursivamente el Ecuador pretende liderar en la formulación de conductas en el mundo que no se exige a si mismo. Para el populista, especialista en contradicciones, eso es muy fácil. Veamos ahora. Y, casi lo olvidaba, el debut del nuevo discurso, la consulta popular sobre paraísos fiscales convertida en código de comportamiento exigible para el mundo. La formulación abstracta es bonita. ¿Y el resto?
Ecuador despreció con sistemática tenacidad la cooperación internacional.
La cooperación financiera, inicialmente desde un discurso de nacionalismo básico y recompra de deuda, que tuvo que rectificar desde la trastienda discusiva y desde el pago de altas tasas en obligaciones. Pero ha sido una práctica de los albinos. Nacionalizaciones chutas, nacionalismos pacatos, estatizaciones pobres (cuando se requieren formas nacionales en la globalización y estados muñidos de estatalidad y no grasa).
La cooperación técnica, porque cuando lo sabes todo, no requieres de los otros. O quizás solo requieres de los que hablan igual a ti. De este modo, la cooperación técnica, bajo el manto de un necesario alineamiento a la planificación y sus presupuestos, fue sistemáticamente rechazada o sometida. Y, hay que reconocerlo, la cooperación se dejó someter. Y para prolongarse puso dinero donde se le obligó. O es que acaso no han mirado a los feos –casi estalinistas- edificios de plataformas de gestión hechos con crédito internacional como si no hubiese otras prioridades.
La cooperación política, que fue echada, casi toda, fuera del país, en nombre de la soberanía. Porque, como se imaginarán, quien puede colaborar con el mejoramiento democrático de una democracia que es –según sus voceros revolucionarios ciudadanos- la superación de la democracia de Rousseau. Y para que mejorar la democracia, si ya es la mejor posible. Colaboración que, por otra parte, solo le es reconocida a una casta de sabios, iguales a si mismos.
Y Ecuador ahora debe demandar cooperación en todos esos campos. La presentación en el EPU poco ayuda. Dificulta. Porque para reiniciar el diálogo internacional debe reconocerse, por un lado, responsabilidades ante la comunidad internacional; mientras que, por otro lado, debe reconocerse también las responsabilidades de la comunidad internacional para con Ecuador.
Para ello, todos debemos dar unos pasos.
El Estado ecuatoriano y su forma gubernamental, con el estilo que consiga dentro de un amplio menú de estilos, debe tratar de mostrar una disposición a que sus políticas públicas armonicen con las normas internacionales en derechos humanos. Esta es una forma de condicionalidad extendida en la modernidad, no solo de algunas prácticas comerciales. Nos lo dijeron a gritos consolidadas y nuevas democracias del mundo. Tema que trabajaré en otras entregas.
La sociedad ecuatoriana también debe superar una forma de examinar a los derechos humanos, como una suma de transgresiones. Este modo meramente cuantitativo, importante en su forma inicial (no en vano más países ahora cuestionan a Ecuador), debe acompañarse de modalidades sustantivas de seguimiento de los derechos humanos. Para salir del modo reactivo y adoptar posiciones pro-activas, junto a los países cuyas preocupaciones atañen al fondo de la agenda social.
Luis Verdesoto es académico.
aquí en el ecuador ganan todos los juicio porque tienen todo el aparato estatal a su favor de jueces tribunales cne legilastivo .supercom,etc se dan títulos Honoris causas entre amigos y conocidos para aparentar lo que no son fuera del país han perdido todos los juicios y que me demuestren cuanto deben o cuanto han ganado vergüenza para nosotros aquellos ineptos que nos representan