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Este caudillo ya estuvo en una novela

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Ningún personaje masculino ha sido más popular en la literatura latinoamericana, que el caudillo. Los caudillos no han sido invención de los escritores. Han sido inspirados en los personajes que han definido la vida de la región en varios momentos históricos, desde el Porfirio Díaz que inspiró al Tirano Banderas de Valle–Inclán, hasta el Leonidas Trujillo de La fiesta del Chivo de Vargas Llosa. Lo interesante de los caudillos es la historia novelada de América Latina, las representaciones —a veces ingenuas— del ‘pueblo’, la de los militares, y la de los siniestros gringos ‘consultores privados’ del tirano. No lo es la pobre y repetitiva representación de las mujeres, personajes sin relieves, retratados en la escena del burdel en la que el caudillo muestra a los hombres que lo acompañan esa masculinidad cifrada en su sexualidad. Pero indiscutiblemente, el caudillo es un hombre, y la novela gira alrededor de una estética de una masculinidad incuestionada e incuestionable.

Todo parecido a la realidad en lo que se describe a continuación, obedece a ese fenómeno que Borges detecta que sucede cuando la realidad imita a la ficción.

Casi todos los caudillos, decía, son hombres que tienen vínculos estrechísimos con su madre y una relación complicada con el padre, cuando lo conocen. Son homofóbicos, misóginos, chauvinistas, y megalómanos. Los insultos que usan hablan más de su propio carácter, que el de sus adversarios y compiten con estos, “Gordita horrorosa, sicario de tinta, amanerado, mujer falsa, seudoecologista, manipuladora, alcalde de veinte cuadras, actúa con urticaria, consejeros sexuales siendo vírgenes, caretuco, muñequita de pastel, neuróticas de siempre, malcriada, que hable de maquillaje, no de economía.”

El Patriarca de García Márquez vende el Mar Caribe a los gringos, en ese último intento de permanecer en el poder al infinito y sabiendo que, para lograrlo, necesita alimentar la insaciable ansia extractiva del imperio. Quién hubiera dicho que la imaginación inagotable del colombiano encontraría una versión sui generis en la parcelación de la Amazonía ecuatoriana vendida a los chinos. Desesperado por lo que pueda pasar después de su muerte, el Patriarca concede que después de él, serán otros los que robarán a costa de los pobres.

El Supremo de Roa Bastos busca a los autores de un pasquín que anuncia su muerte y persigue a sus detractores. Al no encontrarlos, decide escribir él mismo la historia de sus hazañas. En una versión menos sofisticada, en los últimos diez años se ha perseguido a periodistas que describieron los abusos de la Revolución Ciudadana y de su líder. Empedernido en contar su versión, el líder salió puntual todos los sábados a declarar en largos monólogos los avatares de sus hazañas. El “Enlace ciudadano” —como la Circular Perpetua del Supremo— es la historia del Mashi. Tupá es la palabra en guaraní para el Supremo, que hace una larga reflexión sobre la necesidad de cambiar el curso y el sentido de las palabras para crear una realidad distinta. Roa Bastos hubiera encontrado un arsenal para su novela en frases como estas, “Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta“, “El milagro ecuatoriano”, “Esto no es corrupción es arreglo entre privados.” Quizá la que mejor describe al Supremo ecuatoriano sea, “El Presidente de la República no es sólo jefe del Poder Ejecutivo, es jefe de todo el Estado ecuatoriano, y el Estado ecuatoriano es Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, Poder Electoral, Poder de Transparencia y Control Social, Superintendencias, Procuraduría, Contraloría, todo eso es el Estado ecuatoriano”. Lo más llamativo de la novela de Roa Bastos, es que el apellido de la mano derecha de El Supremo es Patiño. ¡Vaya coincidencia!

La novela boliviana Jonás y la ballena rosada de Wolfano Montes, cuenta la historia de un hombre de provincia. Patroclo, un caudillo de pueblo teme su muerte y gasta millones para construir un panteón enorme, simulando la estructura del Partenón. Visto en fotos, el edificio de la Plataforma Financiera, parece los nichos de un cementerio colosal. La construcción (de la novela), falla por una lluvia torrencial que la inunda, llevándose calles, autos y árboles. El miedo de Patroclo queda lúdicamente sumergido en ese diluvio que marca su irremediable fin. La metáfora con la que concluye (la novela) es que el edificio que buscaba marcar la perpetuidad, es el signo evidente de la decadencia de su poder. Cualquier parecido a la realidad, critíquese a Borges.

Gabriela Polit Dueñas es académica de la Universidad de Texas.

7 Comments

  1. Realidad y ficción: Yo el Mashi y “La sombra del caudillo”, el Gran Hermano orwelliano, “Yo el Supremo”… Ficción y realidad: El patriarca y el Presi.
    Realidad y realidad: Stalyn y sus planes quinquenales y Correa y sus 300 años (¿le embalsamarán algún rato?); los Tonton Macoutes y los Grupos civiles armados; o Goebbels y los Alvarado y el perrito faldero de Ochoa; o la Stasi alemana y la Secretaría de inteligencia; El Minindancia (el mega ministerio de la abundancia en “1984” de Orwel) y la Plataforma Financiera… ¿sigo?
    La ficción imita a la realidad.

  2. Excelente análisis histórico literario.
    No, no son coincidencias, es el caudillo frente a los caudillos, sus modelos, que continúan reproduciéndose a través de la historia y aparecen en las literaturas latinoamericanas.
    Son personajes clonados cíclicamente que en la ficción novelesca, no alcanzan a la realidad.
    La cordura del dictador no existe, se pierde en el ejercicio del poder, para incrementar su egolatría, como poseedor absoluto de su única verdad impuesta a los demás.
    Sin duda, hemos sido testigos del síndrome “Hybris” (David Owen) o adicción al poder desarrollado por nuestro caudillo de turno, en esta década nefasta.

  3. Nada más cierto lo dicho por Borges y cualquier parecido con nuestra realidad es más que coincidencia la historia se encargará de poner en su sitio y calificar al caudillo que nos gobernó durante 10 años, lamentablemente mientras haya sumisos, estrechos de pensamiento y sin criterio propio, será caldo de cultivo para que nuevos caudillos gobiernen nuestro país.

  4. Felicitaciones, brillante artículo y soberbia la metáfora final:
    “el edificio que buscaba marcar la perpetuidad, es el signo evidente de la decadencia de su poder”.

  5. claro es una novela como las de garcías marques que quiere perdurar a través del tiempo a pesar de los atropellos cometido,quieren que le sigan dándole reverencia este narcisista egocéntrico sera recordado por su ataques de iras como nerón

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