Diez años de correísmo se antoja un periodo largo para que actores sociales y políticos saquen lecciones. O se digan deseosos de responder los interrogantes que surgieron sobre su rol, sus políticas, sus actitudes ante la sociedad ecuatoriana.
La declaración de Isabel Noboa ilustra –a la perfección y sin que nadie la pidiera– la visión de una parte -minoritaria pero determinante por su peso en la economía- del empresariado ecuatoriano, cuya único expectativa es hacer dinero. Para eso, no vacila en enchufarse con el gobierno de turno y del tinte ideológico que sea. Incluso poniendo cuota familiar en algún ministerio, como es el caso esta vez con Pablo Campana en Comercio Exterior.
Diez años de concentración de poder, de vacío institucional, de atentados a las libertades, de criminalización de la opinión crítica (sin la cual no hay esfera pública deliberante y democrática); diez años de un poder autoritario, de despilfarro, de empresarios rehenes de un gobierno que convirtió al Estado en motor de la economía, no despeinaron a empresarios como Isabel Noboa. Su consorcio hizo negocios con ese Estado y nunca manifestó la más mínima reticencia sobre las políticas adoptadas por el correísmo.
Desde antes de la elección de Lenín Moreno, los gremios empresarios quisieron tener precisiones sobre su plan económico, su política comercial, tributaria y laboral, su determinación para sostener la dolarización, evitar convertir el dinero electrónico en una moneda paralela, sacar las manos del Banco Central y menguar la tramitología y el acoso que han sufrido las empresas durante la década correísta. Nada obtuvieron, salvo algunas promesas. Ocho días después, el panorama sigue igual de confuso y el presidente Moreno sigue siendo un enigma.
Isabel Noboa no necesita, en cambio, ningún esclarecimiento. “Es fundamental –escribe– que el sector privado, recogiendo la mano tendida por el presidente de la República, haga suyo el rol que le corresponde en la economía”. ¿Y cuál es ese rol, señora? ¿Será usar los mecanismos del poder para tener contratos, tratos preferenciales y hasta familiares en puestos clave del Estado? ¿Será un rol meramente económico sin responsabilidad alguna con la democracia?
¿En qué modelo de sociedad se inscribe el consorcio Nobis? No debe ser el modelo liberal porque un empresario que sea liberal sabe que su tarea no se limita a producir riqueza. Su libertad de emprender es la condición para que exista un mundo libre. Su rol tiene que ver, entonces, con el destino de la sociedad, con su cohesión, con su sentido y destino, con sus instituciones, con las libertades públicas, con la posibilidad de disentir, con la libertad de expresión. La empresa, desde ese punto de vista, también está en el corazón del sistema político. Un empresario es un constructor de sentidos y es una pieza fundamental de esas dinámicas que se expresan en la fabricación de bienes, en el mercado, en el consumo, en la tecnología, en la información, en la innovación… ¿Sabe Isabel Noboa que la democracia contemporánea sería imposible sin los empresarios de la revolución de la información? ¿Ella no se siente concernida en forma alguna?
En Ecuador no hay elites y eso es un enorme problema. Actitudes como la de Isabel Noboa vuelven a encerrar a los empresarios que se conducen como ella, en la creencia de que su rol se limita a dos principios que los eximen de cualquier otra responsabilidad con la sociedad y con la democracia: hacer empresa y dar empleo. En esa circunstancia, se sienten autorizados a jugar el juego que proponen gobiernos populistas como el de Correa: apoyarlos en las campañas y ante la sociedad a cambio de recibir contratos a dedo y canonjías administrativas. Así funcionan los empresarios enchufados. No creen en la competencia que predican: no la necesitan. No le molesta el autoritarismo: lo celebran como una forma de control social. No defienden la libertad de expresión. No la requieren porque para tomar decisiones y resolver problemas no se guían por la buena información: les basta con marcar a sus panas en el gobierno. No tienen causas: ni la educación pública ni la construcción de sentido social. No se distraen en utopías: solo hacen negocios y reparten dividendos.
Tras diez años de correísmo es penoso, para las elites, para la democracia, para la sociedad, para los empresarios (a quien ella no representa) ver el aprendizaje que saca una empresaria como Isabel Noboa: poner a su “hijo político” de ministro.
Foto: diario El Universo (editada): Pablo Campana e Isabel Noboa.
Estos artículos se han vuelto quimeras. Pretender que los empresarios y neoempresarios, (siendo estos pequeños, medianos, grandes y enormes) pretendan fines altruistas más allá del lucro individual y ciertas migajas comunitarias, es desconocer la historia liberal y moderna capitalista. Menos aún cuando nos imponen valores como la competencia desenfrenada y la realización económica, ¿piensan que la clase empresarial va a cambiar, si parte de ella se siente cómoda ganada más y más dinero, sin importar el evidente autoritarismo a sus enemigos?
La Sra. Isabel Noboa es empresaria ” Bitonga Oportunista” la fortuna es que la heredo de su padre no sabe que es ser empresaria solo esperando la oprtunidad para colarse en cada Gobierno de turno asi como Correa que la mantenido en el limbo.