La situación política es similar, en este momento, a ese mantra que dice: “nada está cerrado hasta que todo esté cerrado”. Pues bien: nada está jugado para el gobierno de Lenín Moreno ni para Rafael Correa que resulta –curiosamente– su principal contrincante. La ruptura entre los dos debía producirse. Pero el escándalo Odebrecht la precipitó. Ahora hay un mano a mano en el cual están en juego todos los factores de poder que controlaba, hasta ahora, el expresidente Correa: Asamblea, Contraloría, Fiscalía, Cortes… Esta guerra política supera, con creces, los enigmas que encierra la situación económica y se evidencia, entre otras, en estas razones:
- Moreno no admite la tutela de Correa: aún se desconoce si el nuevo Presidente será el reconstructor de la democracia en Ecuador y el enterrador del correísmo. Se ignora, entonces, cuál será la dirección y la profundidad del cambio que dice querer imprimir. Pero es evidente que Correa quiso maniatar a Moreno y que éste buscó diferenciarse –en la etapa que lo llevó a la Presidencia– hasta en el color de la camisa. Los amigos de Moreno dicen que no quería un enfrentamiento abierto con el ex presidente, pero algunos factores lo han precipitado: el caso Odebrecht, la inusitada actividad del aparato correísta, el amarre institucional que imposibilita cualquier tipo de cambio, el ancla que Jorge Glas representa para el gobierno por las sospechas de corrupción que pesan sobre él… Todo esto lleva a pensar que la ruptura con Correa es inevitable.
- Los tiempos se aceleraron para el gobierno: en esta primera etapa, Moreno esperaba legitimarse y asentar su poder, hacer balances y pautar cambios y fusiones políticas o administrativas en las instituciones. Ejemplos: Ministerio de la política y Ministerio del Interior. O Arcotel y Cordicom. Esta labor de intendencia se pensaba complementar con el anuncio de buenas noticias (un plan con unas 150 medidas y mensajes positivos fue diseñado para los primeros 100 días). No estaba previsto hacer mayores olas. Pero la situación se precipitó y ahora, ante las expectativas de cambio que hay en la opinión, el gobierno luce políticamente desbordado.
- El gabinete impuesto a Moreno tiene plazo: su composición es el resultado de un cóctel de imponderables que Lenín Moreno no pudo controlar: imposiciones del correísmo, resultados de las elecciones, pago de favores durante la campaña… Moreno puso apenas cinco ministros en un gabinete que es, se reconoce, “de medio pelo”. Por eso, está catalogado, entre sus amigos de gabinete-fusible: algunos le daban hasta medio año de duración. Ahora, por las urgencias y expectativas surgidas, apenas dos o tres meses. Quizá menos.
- Moreno no saca toda su artillería: el Presidente pidió a algunos cuadros y amigos suyos esperar pacientemente. Los quería tener en la congeladora durante meses, pero esa decisión la está revisando ante la complejidad política del momento. Se prevé incluso algún nombramiento sorpresa para estos días. Por lo pronto, Moreno –que es partidario de poner los ratones a cuidar el queso– prueba lealtades y capacidad operativa de sus funcionarios. Su estilo es trazar directivas, dejar trabajar y evaluar resultados. A Moreno no le importa, por razones obvias, el pasado político de sus colaboradores: le importa que remen en la dirección que él indica.
- Correa tiene a su favor la telaraña institucional: Moreno es Presidente pero su margen de maniobra por fuera de la telaraña correísta –si realmente aspira a hacer cambios– es incierta y requiere alto manejo político. Necesita operadores que por ahora no tiene. O no se ven. Los anuncios de detenciones por casos de corrupción le valió una legitimación política que lo obliga a mayor coherencia en este punto. Por ende, lo enfrenta más crudamente con el aparato correísta. Esto se refleja en la actitud del Fiscal (obligado a actuar por la información que recibió en Brasil), en la guerra interna entre Carlos Polit y Pablo Celi por el poder en la Contraloría y en la actitud de la Corte Nacional de Justicia. Un juez suyo no ha despachado algunas boletas de detención contra altos funcionarios involucrados en el escándalo de Odebrecht. El hecho cierto es que las instituciones están fatalmente atravesadas por el enfrentamiento entre correístas y morenistas. Y este enfrentamiento sigue abierto y no se resolverá institucionalmente: lo zanjará aquel que sume el mayor número de factores de poder.
- Correa es un poderoso elemento de inestabilidad para Moreno: el expresidente puede decir que su actividad en redes sociales y sus escritos en El Telégrafo son lícitos y normales. Y sí, lo son. No puede negar, sin embargo, que por su peso monumental en el aparato de Alianza País, en su bloque parlamentario y en el Estado –cuyos funcionarios le deben el cargo– representa un factor categórico de poder. Un tutelaje imposible de asumir por parte de Moreno.
Por ahora, Correa actúa públicamente en dos frentes. Primero: expresa críticas veladas o directas al gobierno de Moreno. Lo hizo, por ejemplo, a propósito del llamado que hizo el gobierno para que la ONU apoye la lucha contra la corrupción en Ecuador. Segundo: descalifica a todos aquellos que el gobierno quiere convertir en sus interlocutores. Los empresarios, por ejemplo. En los hechos, Correa no se pierde movida alguna del gobierno de Moreno. Se ha conferido el rol de guardián del templo y usa las redes sociales para hacer presencia política. Obviamente, perdió centenares de micrófonos, pero tiene consigo ejércitos de troles y los medios del Estado que usó para propaganda en su gobierno. Su influencia será directamente proporcional a la capacidad que tenga Moreno para invertir, a su favor, los factores de poder.
Si Correa deja el país, a comienzos de julio, cuando su hijo y su esposa concluyan el año escolar, disminuirá en parte su capacidad para obstruir a Moreno. Si lo hace, se abre otro interrogante: ¿cuándo volverá y con qué libreto? Esto es lo más curioso del tablero político tras su retiro: que Moreno puede contar más, objetivamente y para ciertos cambios, con la oposición que con los correístas fervientes, tipo Viviana Bonilla, que Correa no cesa de alabar.
Lo dicho: el juego político sigue abierto…
Uno muy simple: el sr. Moreno tiene la gran oportunidad de salvar lo obstaculos correistas y recuperar el pais para salir de la gran crisis moral enonomica democratica y ponerlo en marcha para convertirse, probablemente en el mejor ciudadano de este nuestro pais: el Ecuador, sr. Moreno nolo deje pasar!