El 15 de junio se cumplió un mes del asesinato de Javier Valdez, el periodista de Sinaloa que cubrió la realidad violenta de su estado, desde hace veinte años. En el 2003, Valdez junto con tres compañeros periodistas fundaron Riodoce, un semanario independiente. Para ser fieles a su línea editorial, no aceptaron publicidad de partidos políticos y tampoco de empresas que tuvieran interés de controlar el medio. El semanario se convirtió en un referente fundamental para comprender la complejidad del tráfico de drogas en Sinaloa y en México en general. Los fundadores de Riodoce ganaron el Maria Moors Cabot de periodismo independiente (Universidad de Columbia), una de las distinciones más importantes para el gremio, y Valdez ganó el premio de Comité de Protección de Periodistas (CPJ). El era además corresponsal de La Jornada y de una agencia de noticias en Francia. Ninguno de estos reconocimientos le sirvió de mucho el 15 de mayo, cuando a plena luz del día, unos hombres lo sacaron de su Toyota Corolla cuando salía de Riodoce, lo bajaron del auto y en media calle, le pegaron 12 tiros a quemarropa.
A Valdez su país lo convirtió en periodista del horror, trabajo que hizo con ahínco, por las víctimas. Además de ser reportero, publicó siete libros de crónicas que dan cuenta de la enorme tragedia humana que ha significado la guerra contra el tráfico de drogas en su país, sobre todo en su Sinaloa natal. Inmediatamente después de su muerte se habló de una disputa de territorio entre los hijos del Chapo y su antiguo terrateniente; se dijo que Valdez se metió donde no debía, ¡hasta del intento de robarle el auto!. Nadie habló de las autoridades locales.
El 15 de junio, al mes de su muerte, periodistas de todo el país se juntaron en el DF para pensar qué ha pasado con el gremio y cuáles deben ser las estrategias para protegerse de la violencia que atenta contra la libertad de expresión en su país. Después de una profunda reflexión, los periodistas se dirigieron al parque frente al Palacio de Bellas Artes, extendieron una enorme bandera negra e hicieron sus reclamos. Solo en el 2017, siete periodistas han sido asesinados. 120 periodistas muertos desde el año 2000, y 98 por ciento de los crímenes siguen impunes. Esto no incluye desapariciones forzadas, amenazas, acosos físicos y psicológicos, ni actos de violencia en los medios donde trabajan. La respuesta de solidaridad para los periodistas mexicanos vino del mundo entero.
Ante esta la presión, el presidente Enrique Peña Nieto hizo declaraciones públicas de su compromiso con el gremio y aseguró que su gobierno iba a investigar las causas de la muerte de Valdez. Convocó a su gabinete y se juntó con reporteros dando la primera muestra de interés por el fenómeno.
Días más tarde, el cinismo del gobierno mexicano quedó otra vez al desnudo cuando el New York Times publicó una nota en la que se cuenta que el gobierno usa los programas de espionaje de los servicios de inteligencia –no para perseguir a los narcos ni a los enemigos del estado– sino para perseguir y amedrentar a periodistas, activistas de derechos humanos y agencias anti-corrupción.
En México, como en muchos países del mundo, la retórica en contra de los periodistas empezó con acusaciones de su falta de ética y de poca honestidad en el momento de causar daños morales a quienes ostentan el poder. Los daños morales usualmente son, la información sobre peculados, corrupción, lo que algunos llaman “arreglos entre privados,” y el abuso de poder. Poco a poco se dio inicio a una cultura de duda sobre la labor de los periodistas y de permisividad en el uso de la violencia contra ellos.
En su intervención el 15 de junio, Jacinto Rodríguez dijo que defender a los periodistas no quiere decir que su vida sea más importante que la de cualquier otro ciudadano, sino que atentar contra un periodista, es atentar contra la libertad de toda la sociedad.
Parece torpe, por una característica casi tautológica, publicar en esta plataforma una reflexión sobre la importancia de defender a los periodistas, cuando el acusado por el ex presidente, es uno de sus fundadores. Pero la condición perversa de la acusación días después de haber convocado en su cuenta de Facebook a sus ‘guerreros digitales’ (extraña palabra bélica), para espiar y difundir información personal de sus adversarios, no debe dejarnos indiferentes. La afronta contra un periodista es la afronta contra la libertad de todos nosotros.
Gabriela Polit Dueñas es académica de la Universidad de Texas
Valdez fue uno de los periodistas que más se dedicó a cubrir el crimen organizado en México, intentando evitar que cayeran en el silencio historias que él creía merecían ser contadas, dándole un nombre a víctimas destinadas al olvido.
México es el tercer país donde más periodistas son asesinados, y Valdez era el de mayor perfil y el más conocido a nivel internacional.
El crimen también provocó una reacción inusual, contundente, enérgica de parte del Gobierno mexicano que, paradójicamente, solo resaltó la indiferencia, la ignorancia y la negligencia que han tenido durante años ante la violencia contra periodistas.
Sin quitarle importancia a su interesante articulo, la palabra “asecho” le quita bastante (la correcta es acecho) profesionalismo a su publicación. Mil disculpas pero el titular llama bastante la atención.
Señor Márquez: gracias por leer y participar en 4Pelagatos. Hay aSecho y aCecho. En este caso, la autora de la columna habla bien de Asecho. Muchas gracias.
Sr, Hernández, las dos palabras existen, pero en el contexto del título la correcta es con C, no con S, en la medida en que no me dice nada la frase: PERIODISMO AL ENGAÑO o PERIODISMO FINGIDO (sinónimos de asecho), cuando evidentemente el artículo se refiere a un “periodismo al acecho”, un “periodismo que vigila con cautela”. Prefiero pensar en un error de tipeo que en un mal uso del idioma. Saludos.
Periodismo emboscado. Eso, señor.
El título lo puso la autora que es filósofa, estudió literatura, es académica en una universidad de Texas y es escritora. Cordial saludo.