“Juegan o mueren” dice la bandera que estuvo pegada tres minutos a las mallas de la general occidental del estadio Rodrigo Paz, a pocos pasos de la banca de suplentes. La amenaza es directa y sin ambages a los jugadores de Liga Deportiva Universitaria. Menos mal no les piden que ganen. Los violentos -lo son por el tono de su mensaje- expresan así el clima de crispación y violencia que se vive en el fútbol ecuatoriano.
48 horas antes de la amenaza pública al plantel de Liga, cuatro integrantes de la barra brava del otrora campeón de América estuvieron en una importante reunión de la Comisión de Fútbol. Importante porque en ella se decidía la continuidad del cuerpo técnico presidido por Gustavo Munúa quien, finalmente, se fue tras una desastrosa campaña. La presencia de los barristas fue reconocida por el propio Esteban Paz, quien explicó que habían pedido ser recibidos. A las reuniones tienen acceso los hinchas del grupo más violento, pero no los socios del club que no forman parte de la Comisión. Llamativa forma de inclusión que aplica la dirigencia alba, cuya relativización de los hechos violentos que genera el fútbol ya parece una política institucional.
Si el fútbol ecuatoriano fuera el concierto de las naciones, Deportivo Quito sería una especie de Somalia. La institución, que al inicio de esta década amenazaba con ubicarse dentro de las hegemónicas del medio, hoy vive un estado de devastación apenas contenido por sus dirigentes. En medio de un escenario donde primó la corrupción y las prácticas ilegales en todo sentido, la barra brava ganó un papel de protagonismo insólito, sea respaldando a quien se ponía de su lado o ahuyentando con los métodos más violentos a todo aquel que no comulgue con ellos. Llegaron, por ejemplo, a custodiar los computadores que guardaban documentación del club. Algunos de sus miembros más conspicuos (de frondoso prontuario judicial) hasta fueron parte de una y otra directiva. Hoy, con el club sobreviviendo en la Segunda Categoría provincial, la barra brava se convirtió en patrocinador, poniendo su nombre y logotipo en la camiseta, a cambio de USD 6 mil. Es tal la carencia de plata, que los principales del club aceptaron tan singular padrino a cambio de una suma inexpresiva dentro del fútbol.
El año pasado, la dirigencia de El Nacional exhibía orgullosa su ruptura de relaciones con la barra brava del club. La noticia era ejemplarizadora y digna de aplauso de quienes quieren que el fútbol no siga cayendo en manos de los violentos. Sin embargo, el trasfondo era otro: en realidad, desacuerdos de toda especie (en la entrega de entradas gratuitas, viajes y demás prebendas) terminaron por romper una relación que al inicio fue idílica, con la barra brava respaldando abiertamente al directorio que asumió a finales del 2015. Obviamente, las otras barras del club han cuidado su vínculo y las cuestionables decisiones dirigenciales son vistas con paciencia.
En la segunda fecha del torneo de este año, en el estadio Monumental de Barcelona, se jugaba el partido entre el dueño de casa y Macará. La normalidad del juego se terminó cuando en la popular sur, la zona liberada donde campeaba la barra brava del cuadro popular, estalló un incidente en el cual se hizo gala de la abierta utilización de cuchillos. Tal espectáculo motivo la decisión radical de la dirigencia presidida por José Francisco Cevallos: expulsar al grupo violento del estadio e impedir indefinidamente su ingreso. Hasta hoy, el veto se mantiene, pese a que siguen entrando y mostrándose en las canchas donde Barcelona juega de visitante.
Los hechos mencionados configuran un panorama que la dirigencia y las autoridades rehúsan entender en su magnitud: el fútbol ecuatoriano es pasto de la violencia. Las causas son innumerables, una de las principales es la argentinización que entra vía la narrativa de los medios internacionales y que ha sido adaptada por el sector más joven del periodismo, algo que incluso le está haciendo perder identidad local al popular deporte. En Argentina, la violencia que genera el fútbol es algo cotidiano, casi imprescindible. A fuerza de imitar todo, incluso este aspecto tan deleznable ha sido insertado en el Ecuador.
Quienes dirigen los clubes meten la basura bajo la alfombra. Medidas como las de Cevallos son infrecuentes. Más allá de condolerse cuando pasa algo grave, la tendencia es alejar la imagen del club de cualquier referencia negativa. La Policía, si el caso es mediático, actúa de forma reactiva, pero no existe una política de prevención. Se habla como panacea de la ‘ley antiviolencia’, sin detenerse a pensar que en el COIP existen suficientes argumentos para sancionar, con la dureza del caso, a quien use el deporte (o cualquier actividad) para manifestar su agresividad e irrespeto a la vida humana.
Todo es distracción y no se apunta a un primer paso: que cada club exponga pública y abiertamente su relación con las barras. A muchos les dará vergüenza evidenciar sus vínculos incestuosos, fundamentados en el clientelismo y la mutua rascada de espaldas, pero lo tendrán que hacer si en verdad quieren acabar de cuajo con la violencia. Mientras tanto, el hincha común, el que realmente ama este deporte, se aleja cada vez más de los escenarios, no solo porque el espectáculo es de pobre calidad, también lo hace porque llevar a la familia a estadios que se vuelven verdaderas trampas mortales no es un buen plan de fin de semana.
Está acostumbrado a hacer comentarios direccionados, debe incluir que liga ya presentó un demanda por ti intimidación lo cual está penado, pero si Barcelona solo anuncia que ha hacer algo full comentarios hacer creer qué hay directivos cómplices de estas actitudes que pobreza de comentaruos
Demasiado ligero este artículo, me deja muchos vacíos. Que diablos tienen que ver los periodistas argentinos en la relación barras y equipos en el Ecuador, habla del Nacional, debe recordar que en el período del Asambleísta por Directorio se aprobó entrega X cantidad de entradas, etc, etc. Lo que deberían la mayoría de los periodistas o informadores deportivos , hacer una auto crítica a sus comportamientos cuando están al micrófono, ahí se genera la mayor violencia , se pelean como personajes de año viejo, unas auténticas lloran defendiendo a sus equipos . USTEDES DE INFORMAR , INVESTIGAR, TRANSPARENTAR LOS HECHOS COMO SON, SIN FAVORITISMOS NI PASIONES . USTEDES ESTÁN MATANDO EL FUTBOL.
Mucha razón, en ese mismo apasionamiento cae esteban y caen algunos que tienen poder de comunicación para defender al Barcelona y lanzar lodo a otros equipos, cuando es más que evidentemente que la violencia en su mayoría viene de los canarios e incluso la trasladan a otras ciudades
No señor, usted se equivoca. Los que matan al futbol son los dirigentes y la FEF. Los periodistas solo pueden comentar y ya. Esteban ha denunciado desde su micrófono y en artìculos como este que al fútbol se le da mucha importancia, tanta que hasta se matan por una camiseta. A mi me gustaba el fùtbol de antes no solo porque podías ver tranquilo en las gradas sino porque los hinchas del otro equipo me compraban hasta helados en el medio tiempo. Por eso era lindo ir al estadio, incluso para hacer amigos y reír un rato. Hoy en día es para arriesgar la vida y nada más, y esas cosas les debemos a la argentinización del fútbol que no es más que adoptar las conductas de matones de barrio por no tener los mismos gustos en el fútbol.
Fútbol de país tercermundista y mediocre…debe prohibirse, por ley, el ingreso a los estadios a todas esas manadas de delincuentes y punto…
Excelente Esteban