//

¡Blasfemia líbranos del concejal Ponce y la corrección política!

lectura de 7 minutos

Una de las cosas que más preocupa al concejal Marco Ponce sobre la exhibición del mural “Milagroso altar blasfemo” en el Centro Cultural Metropolitano es que esa es una obra que, según él, pone en “riesgo el vivir en un ambiente de paz y armonía”, porque atenta contra las creencias religiosas de un pueblo.

Ponce pide, además, la cabeza de la funcionaria que autorizó el emplazamiento del mural, no porque haya problemas técnicos ni de permisos patrimoniales sino porque  lo califica como un “insulto a la religión católica de nuestra ciudad” y porque “puede poner en riesgo la imagen del Municipio de Quito”.

Para hacer esta afirmación, Ponce parte del supuesto de que para mantener la paz y armonía de un pueblo no se puede ni se debe atentar contra sus creencias religiosas. En pocas palabras, Ponce pretende que nadie diga algo que pueda herir la sensibilidad de la mayoría, en este caso la sensibilidad religiosa.

Si se hubiere impedido a lo largo de la historia cualquier expresión humana que atente las creencias de la mayoría, como Ponce pretende, la humanidad entera estaría viviendo aún en las tinieblas del absolutismo religioso, como aún ocurre en ciertos regímenes teocráticos. Fue precisamente la capacidad humana de desafiar los dogmas de la fe lo que produjo ese prodigio que es la modernidad occidental.  Y ese desafío solo fue posible gracias al derecho al ejercicio de la blasfemia que es, exactamente, lo que personas como Ponce están tratando de limitar.

https://twitter.com/MarcoPonceQuito/status/892863744149204993

Lo curioso en la polémica disparada por Ponce es que la mayoría de las personas que intervinieron en ella se centraron en si es lícito o no resentir la fe que profesa la mayoría de los ecuatorianos o en si los dibujos del mural eran o no auténticas obras de arte que ameritan ser expuestas como tales. Dos visiones que, cada cual a su manera, representan posiciones igualmente totalitarias. En el primer grupo están, incluida la Conferencia Episcopal, quienes creen que quienes piensan distinto a la mayoría deben reprimir sus pensamientos bajo el pretexto del respeto; en el segundo, los que pretenden que debe existir una autoridad iluminada y certifcada por alguna autoridad que decida qué es o no arte.

Ambas posiciones representan lo que Voltaire resumió en su lapidaria fórmula: !Piensa como yo o muere!”. En las dos vertientes no hay posibilidad de pluralismo político, artístico o intelectual. Es lo que el mismo Voltaire definió como la enfermedad cuya intransigencia más hace peligrar la convivencia en cualquier comunidad civilizada, que tanto dice defender el concejal Ponce: el fanatismo.

https://twitter.com/Rakon92/status/892945588358176768

El fanático es quien considera, según Voltaire, que su creencia no es simplemente derecho suyo, sino una obligación para él y para todos todos los demás. El fanático es quien está convencido de que su deber es obligar a los otros a creer en lo que él cree o a comportarse como si creyeran en ello. El fanático no se conforma con declarar públicamente su fe, sino que pretende imponer sus dogmas. Unas veces lo hacen desde la clandestinidad homicida, como los terroristas que entraron a la redacción de Charlie Hebdo para asesinar a sus caricaturistas; otras desde el mismo poder, como pretende hacerlo Ponce.

El debate sobre el mural ha sido dominado por posiciones fanáticas y no ha sido Ponce el único fanático involucrado en él. También participaron los fanáticos que enarbolan la corrección política como la nueva versión de lo sagrado. Son los mismo que cuando un cura condena la homosexualidad saltan en bandadas para que se le niegue el derecho a decir algo que, sin duda, es claramente atroz, o los que, desde la nueva silla de la inquisición en que se han convertido las redes sociales, se abalanzan sobre quienes no comparten su visión sobre temas blindados por lo políticamente correcto. Son los fanáticos que acribillan, condenan, deslegitiman, ridiculizan y hasta criminalizan a los blasfemos que atentan contra aquello que ha sido institucionalizado en años recientes como sagrado: decir maricas a las gais, damas a las mujeres o negros a los afrodescencientes.

En el debate, además, nadie ha mencionado otro tema al que Voltaire dedicó buena parte de su inmenso genio y que para él era elemento fundamenal para una vida civilizada: la tolerancia. ¿Cómo es que el concejal Ponce en su alegato a favor de un ambiente de paz y armonía no mencionó el concepto de la tolerancia? ¿Cómo es que quienes salieron a defender el mural blasfemo no apelaron a este principio que está inexorablemente ligado a la libertad de expresión? Una sociedad que aspire a vivir en paz y armonía, como dijo el concejal Ponce, no puede pretender hacerlo si no está dispuesta a renunciar a ciertas sensibilidades y tolerar al otro. “Hay como cuarenta millones de habitantes en Europa que no pertence a la Iglesia de Roma. ¿Debemos decirles a todos ellos: señores, ya que están infaliblemente condenados, yo no puedo ni comer ni conversar ni tener ninguna conexión con ustedes?”, decía Voltaire en su Tratado sobre la Tolerancia.

La polémica sobre el mural blasfemo terminó siendo un triste retrato del estado actual del debate público en el Ecuador. Acá parece que lo que es más importante y que está sobre todo lo demás es lo sagrado: ya sea la sensibilidad religiosa o la corrección política. Fueron muy pocos quienes salieron a defender el derecho a la blasfemia, cimiento indiscutible de la libertad de expresión, o hablaron sobre la importancia de la tolerancia.  Cuando un grupo de fanáticos ingresó a la redacción de Charlie Hebdo para asesinar a sus caricaturistas, el director de ese medio escribió algunos días más tarde: “Voltaire regresa, se han vuelto locos”. Lo mismo podrían pedir los ecuatorianos: que Voltaire, o al menos su espíritu, se dé una vueltita por acá y diga un par de cosas.

74 Comments

  1. Sr. Martín Pallares:
    Me ha llamado la atención su artículo. Llegué a él buscando información sobre “El Mural blasfemo”.
    Tratando de entender su pensamiento, interpreto que Ud. considera que “todo es subjetivo” y que no hay “verdad” alguna que deba ser respetada. Si estoy en lo correcto, según Ud. no habría “objetividad” alguna; es decir, “algo” fuera de nuestra “subjetividad” que pueda servirnos de parámetro, de punto de referencia, que de alguna forma “no podamos negar que está ahí” y, por lo tanto, que debamos adecuarnos a ese “algo”.
    Si no me equivoco, he tratado muchas veces con personas como Ud. Esas personas aceptan como “objetivo” sólo aquello que puedan percibir por medio de sus cinco sentidos. De esta forma, defienden el Dogma de la Subjetividad a Ultranza (“!Piensa como yo o muere!”, no?), pero, lógicamente, se hacen a un lado cuando hay una pared frente a ellos y, hasta ahora, no he conocido a ninguno de ellos que duerma tranquilo sobre las vías de un tren. Porque, claro, la “pared” y el “tren” son tangibles…
    Ahora bien, si estas personas (ya no lo incluyo a Ud., porque quizás estaría aventurándome demasiado lejos, sin conocerlo realmente) tuvieran un poco de coherencia en su pensamiento, se darían cuenta que la humanidad ya hace varios siglos que recorrió el camino de la “pura subjetividad” y llegó al fracaso más rotundo. Desde el nominalismo de Ockham, pasando por el Cogito de Descartes, hasta llegar al racionalismo absoluto de Kant, nos encontramos frente a la afirmación cruda de que: “nada objetivo existe allá afuera de nosotros”. La universalidad de la matemática y de la física, sin embargo, se debe no a que haya “algo realmente objetivo fuera de nosotros”, sino a que “nuestra estructura mental humana es idéntica” (curioso dogma, no?!). Por eso es que podemos hacer matemáticas universales. Después de estas afirmaciones de la “Crítica de la Razón Pura”, Kant, sin embargo, se vio en la necesidad de establecer, de encontrar, de “postular” algun sustento de objetividad para -al menos- permitir la convivencia social. Fue allí cuando escribió la “Crítica de la Razón Práctica”, donde -reconociendo que no podemos afirmar ni podemos conocer (agnosticismo) que existan Dios, el hombre y el mundo, sin embargo nos vemos obligados a postularlos con el Sacro Imperio de nuestra Voluntad (otro dogma subjetivista). Y allí nace el Imperativo Categórico Kantiano: “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”, que Don Kant usó por primera vez en su metafísica de las costumbres. De manera que, repasando: después de negar toda objetividad absoluta, venimos ahora a postular algunas; no ya como “objetivas” sino como una expresión de “subjetividad” para alcanzar un acuerdo de convivencia humana. Y aquí encuentran su más sezudo fundamento racionalista y subjetivista tanto el “Contrato Social” de Rousseau, como la exaltación de la Diosa Tolerancia, por parte de Voltaire: aunque, históricamente, quizás anteriores a Don Kant. A propósito, es intrigante que Voltaire haya encumbrado a Doña Tolerancia y se haya olvidado de Don Respeto porque, tolerancia y respeto son como las dos caras de la misma moneda. Porque, si hay tolerancia de mi parte y no hay respeto de la suya, estamos en un franco atropello, no le parece a Ud.?. Supongo que Ud. conoce la desgraciada historia de aquella noble dama que, víctima de la debilildad de la naturaleza, cometió un desliz y, presa de los escrúpulos, acudió por carta al Gran Sacerdote Kant (porque, lógicamente, Kant también fundó su secta). La dama interrogó al fundador de su secta si debía o no confesar a su prometido el desliz que había cometido. El Gran Kant, por toda respuesta, le escribió una línea: el imperativo categórico. Sin epiqueia. Lex dura Lex. Summa iustitia (que es lo mismo que summa iniustitia). La desdichada dama confesó su desliz a su prometido; éste la abandonó; ella se suicidó; poco después, el hermano de ella también lo hizo. Muy triste (y muy escondida, por qué será?) esta anéctoda cruenta de la aplicación del imperativo kantiano. Me pregunto qué distinta hubiera sido la vida de la noble dama, si se hubiera arrojado en manos de Dios misericordioso…, que es capaz de perdonarlo todo, aún a los que lo atropellan como el autor del mural, o como las personas que, en nombre de la Diosa Tolerancia (tolerancia de Ud. hacia mí, y no al revés; o sea, si así fuera, ¡un egoísmo puro de mi parte!) lloriquean porque hay quien pide “respeto” por las convicciones ajenas.
    Me despido, no sin antes recomendarle que investigue sobre las llamadas “dos muertes de Voltaire”. En trance de muerte, suplicó en la desesperación la asistencia de un Sacerdote; se lo llevaron; se confesó; pero esa vez no murió. Sus amigos le hicieron notar ácidamente que toda su obra (ésa fruto de “su inmenso genio”, como dice Ud.) quedaba por tierra. Voltaire hizo prometer a todos que, si en medio de la agonía volvía a pronunciar un pedido semejante al anterior, nadie lo asistiría. Así lo prometieron. Así se cumplió. Voltaire murió en medio de una desesperación espantosa. Ésta segunda, fue la muerte definitiva.
    No se la deseo a Ud., estimado. Aunque haga gala de librepensador volteriano. Sepa respetar a los demás como quiere que a Ud. lo respeten. Y, si la agudeza mental le alcanza, el respeto será para Ud. el hijo de Ariadna que lo llevará a salir del retorcido laberinto de la subjetividad pura, hasta encontrarse con la Objetividad, que está fuera de nosotros, y que merece ser escrita con mayúsculas.

    Lo dijo “un pagano (s. IV a.C.):
    “A quien pregunta porqué la nieve es blanca, le falta percepción.
    Y quien pregunta porqué los diosos deben ser adorados, merece más castigo que explicación”.

    Un cordial saludo, CAR.

  2. Vaya. Tanto que dizque defienden la libertad de expresión para ustedes que no se ha publicado mi comentario. No desestimen la voz de un ciudadano, que este ciudadano se multiplica por cientos y por eso debe ser que no tienen credibilidad, porque no publican la verdad, lo que siente el ciudadano. Gracias por no publicar mi opinión.

  3. Leyendo lo que se ecribe en este debate a proposito del artículo que motiva esta interesante discusión, estoy volviendo a leer LA PUTA DE BABILONIA del colombiano FERNANDO VALLEJO…

    Sr. Pallares, generalmente no coincido con su visión política del mundo que nos rodea y de las diferentes coyunturas; sin embargo, me encanta leerlo por su calidad como articulista y por su compromiso con los valores de las libertades públicas e individuales.

    Me pregunto qué tan significativo para el análisis de fondo es que la pobación del DM Quito elija a un concejal como el el Sr. Ponce?, hay que mirar su trayectoria como militante político y tenemos un magnífico ejemplar de cierto político quiteño: conservador y listo para moverse según las coyunturas

  4. Sr. Hernández:
    ¿En qué parte de mi comentario podría indicarme Ud., pido al Sr. Pallares que no opine?
    Usted asevera, textualmente: ….”Pero lo curioso es que, para defenderla, pide que Pallares se calle, no opine.”
    Lo único que hago es pedirle que opine en los temas que lo hace y lo ha hecho tan bien, que haría mejor en dejar de lado (por el momento), a Voltaire, y se enfoque un poco más, por la oportunidad de las circunstancias, en el Boltaire criollo, que tanto tiene que explicar al país, además de generar ciertas esperanzas.
    Saludos.

  5. Algo aquí molesta, y es que bajo ” libertad de expresión” se expone y defiende cualquier propuesta por absurda que sea, bajo “‘tolerancia”, más allá de tolerar se busca imponer criterios y forzar espacios y “‘derechos” que naturalmente no cuadran, y es que una vez más se traspasan los límites del respeto básico, no sólo a una religión, pilar espiritual de millones de católicos, es un mural por demás grotesco que parece reflejar los trasnoches personales de un grupo de feministas extremas; no por sobresalir valgan las vulgaridades. La población y el Centro de Quito merecen respeto, es un espacio abierto y familiar que aunque el municipio lo ignore, tiene historia tradición y cultura. Hay un espacio, un momento y un público para todo, habrá quienes encuentren un personal significado en esos obsenos y maltrechos dibujos, que los disfruten en una galería dedicada o en su casa, no es para publicarlos abiertamente, pues son para muchos repulsivos. Tenemos excelentes artistas nacionales quienes con verdadero aprecio por la ciudad aprovecharían positivamente estos espacios en beneficio de nuestra propia cultura. A lo largo de la ciudad existen múltiples ejemplos del mal gusto municipal, pero esto se pasó de tono. Penosa la labor cultural, debe haber una calificación serena y confiable de las obras que financian los quiteños .

  6. Que motivadores y valientes eran los artículos de opinión del Sr. Pallares, cuando con entereza expresaba en días más difíciles para la libertad de expresión, su pensamiento contra los abusos del régimen, compartido por miles de ecuatorianos, entre ellos mi persona.
    Fruto de ello, fue el acoso implacable que tuvo, de la más infame dictadura, y la más prolongada de nuestra historia. Perdió por presión del tiranuelo su puesto de trabajo, y la manoseada justicia se fue contra él. Por cómo enfrentó todo eso, mis respetos.

    Pero qué ingrata sorpresa verlo ahora involucrando el pensamiento de Voltaire, en un tema que él le asimila a fanatismo, cuando hay tan solo divergencia de opiniones en un sencillo caso de reclamo por el insulto grosero y ofensivo de una supuesta exhibición artística, con uso de recursos públicos. Después de haberla visto, es una vulgar y pornográfica exposición, que nada tiene de arte, pero si es ofensiva a la moral. Es grotesca e indecente.

    El fanatismo de los asesinos de los periodistas satíricos de Charlie Hebdo, que por el delito de representar en sus caricaturas a Mahoma, fueron masacrados cobardemente, no se puede mezclar con la protesta justa y apropiada, y además valiente y solitaria del Concejal Marco Ponce, ante la estulticia de gente que habla de libertad y de derechos para manifestar su odio contra la Iglesia Católica.

    La imagen deformada grotescamente de Cristo Jesús, base y fundamento del cristianismo, y de su venerada Madre, la Virgen María, representados en forma burda, nada tiene que ver con ninguna expresión artística, pero sí con una enfermiza obsesión para integrar en todo formas fálicas a los dibujos. Refleja la existencia de mentes realmente desquiciadas. Me pregunto, ¿Cómo habrían sido asesinados sus autores, si hubieran aquí fanáticos cristianos parecidos a los seguidores del Islam? Para su suerte, o tal vez por eso se atrevieron, al saber la pasiva actitud y espíritu de indiferencia, sin fanatismo de las religiones cristianas ¿No lo hace eso, un acto más bien alevoso y cobarde?

    Leyendo los comentarios y opiniones, en ofensa al concejal Ponce, se encuentra acerbas críticas a las corridas de toros, porque seguramente el mencionado Señor es aficionado a ese tipo de espectáculo. Se rasgan las vestiduras, hablando de sangriento maltrato al animal. Me uno a los que cuestionan la llamada “Fiesta Brava” porque no es algo que me guste. No he ido a una corrida de toros por eso. Pero defiendo el derecho de los que si gustan del espectáculo, que son decenas de miles, a no ser impuestos una prohibición, resultado de una fraudulenta campaña orquestada por un grupo de pseudo sensibleros.

    En cambio, los gestores y patrocinadores de la blasfema exhibición, no tienen reparo, con lo de “derechos de género”, derechos de la mujer, y más derechos recién surgidos, en propiciar la muerte y hasta la masacre en el vientre materno de un inocente, e indefenso no nacido.
    Esa sangre derramada, ese cuerpo inerme despedazado para salir del paso mal dado, o del no esperado resultado del uso de los reiteradamente mencionados derechos, esa si no les importa. No se incluye en esto, el aborto por razones entendidas como plenas justificaciones por la justicia.

    Consideren que la inmensa gran mayoría de la ciudadanía, exige respeto para sus principios morales, cristianos o no, pero que van con la razón y con las libertades universales.

    Nada tiene que ver la torpe defensa de este blasfemo mural con laicismo, pues ese concepto, que creo todos aceptamos, precisamente se basa en no mezclar la religión, cualquiera que sea, con la gestión del Estado. Quienes usan recursos públicos para con un grotesco pseudo arte, atacar el pensamiento y el espíritu religioso de otro grupo humano, van precisamente contra el laicismo.

    Todos los trolles ya integrados por obra y gracia de los del Siglo XXI, a la forma insana de hacer controversia, no nos llegarán con los calificativos que veo en este caso, usan para quienes piensan diferente a ellos. Aquello de cucufatos, curuchupas o hipócritas, no encaja simplemente en la persona que les ha dado esta opinión. Al contrario, todos esos términos van contra quienes basados en sus dogmatismos extremos del lado izquierdo, se creen con el derecho de hacer lo que les da la gana, así eso ofenda a los demás.

    Señor Pallares, la próxima vez, opine de lo que sí sabe hacerlo bien. Deje de lado a Voltaire, puesto que tiene una ardua tarea con el otro Boltaire, el de Ginebra y su encanto por los chistes bien pagados por el Estado.

    Y también al otro brillante pensador, admirado por todos nosotros, y cuya trayectoria ha sido valiente ante las adversas circunstancias, el Sr. Hernández, podría dejar en este caso de omitir los mismos comentarios que lo he visto mencionar, en su calidad de director de estos admirados y queridos 4Pelagatos. Los doy por recibidos.

    • Hola Julieta,
      El Martin Pallares que luchó por la libertad de expresión, cuando muchos en nombre de la mayoría política, quisieron imponer el correísmo, es el mismo que defiende la libertad de expresión en este caso, en el que usted habla a nombre de otra mayoría, esta vez religiosa.
      Usted defiende su verdad. Pero lo curioso es que, para defenderla, pide que Pallares se calle, no opine. En conclusión, para que usted pueda ser libre, en su pensamiento y en sus opiniones, necesita que otros, que no piensan como usted, se callen. Esto, la mayoría bien pensante debe llamar tolerancia.
      Con nuestro cordial saludo.

  7. Alguien mas humanista que nosotros escribió esto:

    La blasfemia forma parte de la religión popular. Desconfiad de un pueblo donde no se blasfema: lo popular allí es el ateísmo. Prohibir la blasfemia con leyes punitivas, más o menos severas, es envenenar el corazón del pueblo, obligándole a ser insincero en su diálogo con la divinidad. Dios, que lee en los corazones, ése dejará engañar? Antes perdona El —no lo dudéis— la blasfemia proferida, que aquella otra hipócritamente guardada en el fondo del alma, o, más hipócritamente todavía, trocada en oración

    Mas no todo es folklore en la blasfemia, que decía mi maestro Abel Martín. En una Facultad de Teología bien organizada es imprescindible —para los estudios del doctorado, naturalmente— una cátedra de Blasfemia, desempeñada, si fuera posible, por el mismo Demonio.

    —Continúe usted, señor Rodríguez, desarrollando el tema.

    —En una república cristiana —habla Rodríguez, en ejercicio de oratoria— democrática y liberal, conviene otorgar al Demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas.

    De la obra Juan de Mairena de Antonio Machado.

  8. Cito del artículo de Martín Pallares: “El fanático es quien considera, según Voltaire, que su creencia no es simplemente derecho suyo, sino una obligación para él y para todos todos los demás. El fanático es quien está convencido de que su deber es obligar a los otros a creer en lo que él cree o a comportarse como si creyeran en ello. El fanático no se conforma con declarar públicamente su fe, sino que pretende imponer sus dogmas. Unas veces lo hacen desde la clandestinidad homicida, como los terroristas que entraron a la redacción de Charlie Hebdo para asesinar a sus caricaturistas; otras desde el mismo poder, como pretende hacerlo Ponce….Una sociedad que aspire a vivir en paz y armonía, como dijo el concejal Ponce, no puede pretender hacerlo si no está dispuesta a renunciar a ciertas sensibilidades y tolerar al otro…” Y basado en estas citas, me pregunto: ¿No está Martín Pallares actuando como un “fanático” al pretender imponer el que quienes son “sensibles” a imágenes como la de esta obra “Altar blasfemo” -que por lo demás es evidente que pretende provocar, agredir, escandalizar, la forma más fácil de lograr protagonismo- dejen de serlo? Es de suponer que cuando el genio Voltaire planteó su postulado de la “tolerancia” lo habrá pensado como un derecho para todos, es decir, yo debo ser tolerante con las creencias, convicciones, expresiones de los otros y espero que los otros también sean tolerantes con mis creencias, convicciones, expresiones. Si logramos un equilibrio entre estas dos tolerancias, viviremos en paz. Si no, hay conflicto”. Sencillito, facilito ¿O es que el Martín Pallares pretende que la tolerancia funciona solo como un derecho para quienes en este caso son los agresores? Si asi fuere, Martín Pallares estaría actuando como un fanático, de acuerdo a la definición de Voltaire arriba citada

  9. Concuerdo con Martín y me asombra (aunque ya no debería, en este país pasa y se dice cada disparate) esos comentarios “moralistas – religiosos” puras patrañas!! se escandalizan ante este mural y callan los abusos que la iglesia (siempre vinculada al poder) comete aún (sobre mujeres y minorías por su orientación sexual)… por otro lado, yo les pregunto a quienes se ofenden por el mural ¿entiende que vivimos en una sociedad tan hipócrita que nos damos golpes de pecho los domingos en la iglesia y sin embargo llenamos los moteles los fines de semana?, que por cierto cada vez hay más y más… es un buen negocio, no?! Vamos! saquense la máscara!

  10. Derecho a la blasfemia?. Que asco!. Libertad de expresión para ofender a los demás?.
    Ambos son una provocación a la discordia.

  11. Creo que el mural logró su objetivo: que la gente hable de él. No estoy seguro si logró crear reflexión sobre la violencia de género, la homofobia y otras fobias. En redes sociales el debate se centró no en esos temas sino en lo ofensivo que ese mural es.
    Muchos católicos demandaron del municipio que sea retirado por lo blasfemo. Eso llevó al debate sobre libertad de expresión y sobre si el arte debe pedir permiso o no para ser expresado.
    Lamentablemente el mural es una representación tan burda, pueril y de poca calidad que los únicos capaces de ver el supuesto mensaje son aquellos vinculados a los gremios de defensa de género y colectivos afines. El resto de la gente sólo vio una vulgaridad ofensiva con dedicatoria en contra de su credo. ¿Me pregunto por qué el pintor de esta obra, que de paso tiene una fijación fálica, no se metió con los musulmanes, miedo acaso de saber que esa comunidad es vengativa acaso?
    En cuanto a materia de libertad de expresión, yo no me opongo a que cualquier persona exponga y exprese lo que ella considera arte. Para mí ese mural no es arte, a lo mucho una pueril representación rupestre de alguien proyectando una tara.
    Pero insisto, al igual que Voltaire, yo también no puedo estar de acuerdo con lo que esta persona opina, pero defenderé hasta la muerte su derecho a hacerlo.
    Y por tal motivo, me gustaría saber ¿cuál sería la reacción de estos mismos colectivos si alguien, en uso de su libertad de expresión, satiriza a los sodomitas, las lesbianas, los travestidos y otras mariconadas de similar laya?
    Ojo, he hecho uso deliberado de vocablos que pueden ser ofensivos para esos gremios con la misma intención que el “artista” del mural: provocar y crear reflexión.
    La libertad de expresión no implica corrección política pues esta es una castración del pensamiento.
    El otro día vi a los mismos insignes representantes de estos colectivos de sexualidades aberradas rasgarse las vestimentas por un artículo de Monseñor Ruíz Navas publicado en el diario El Universo. El prelado emitía su opinión sobre el matrimonio entre homosexuales; por no ser del gusto de esta grey, hubieron voces que lo tachaban de homofóbico y pedían su censura al diario y al gobierno.
    ¿Acaso la tolerancia no aplica en todas las direcciones? Es irónico ver a estos colectivos criticar, mofarse, denostar y condenar a quienes opinan diferente a ellos, son tan audaces que ante el artículo del cura, clamaron apología de crimen de odio. Pero si alguien hace lo mismo, es decir, los satiriza, los objeta u opina contra ellos, estos colectivos buscan hacer uso de la “justicia” para acallarlo, castigarlo y escarmentarlo.
    El curuchupismo progre es tan despreciable y dañino como el curuchupismo conservador.
    El problema es que en la mayor parte de veces los feministas, las transgénero, las homosexualas, persiguen la imposición de una corrección política que simplemente violenta la libertad de expresión y eso los vuelve impopulares y en lugares como USA, el rechazo generado a ellos contribuye a que tipejos como Trump salgan electos.
    El respeto no se impone, se inculca. El respeto no se lo consigue castrando la libertad de expresión sino respetándola.

    • Muy bien dicho
      La libertad de expresión no debe ser usada para agredir. Se debe cultivar y promover el respeto de todos a todo.

  12. Sr. Martin Pallares. Siempre me interese por sus articulos y estuve muy de acuerdo porque ha respetado con sus criticas a sus oponentes, pero el presente articulo no me ha parecido nada coherente con su forma de ser. Estuvimos para defenderle en los problemas de las semanas pasadas pero ahora me quedan dudas para mantenerle ese apoyo.

  13. Me asombra la falta de sentido estético con que se aborda el tema, es decir, cuando el tema es religioso saltan como que les hubieran insultado, y so excusa de ser un punto de vista de creencia lo colocan como algo despectivo llamándolo religioso, ¿acaso creer en Dios y tener una convicción es más condenable que tener una postura feminista que necesita aplastar al otro para sustentar su premisa? ¿Acaso no hay maneras más inteligentes, respetuosas, amables, que muestren gracia y no condena para expresar una postura? ¿Por qué ser tan vulgares? A mi parecer aquí solo hay un intento de ser sensacionalistas para estás en la boca de todos. Finalmente este mural entretiene a los de débiles principios y terminará en el olvido dejado de una capa de pintura blanca dejando el recuerdo de una sociedad que no puede convivir en paz ni respetarse, enarbolando la bandera de la discriminacion para tener excusa de ofender a otros. El mural es de mal gusto… y va a quedar en el olvido.

  14. Un desafortunado artículo. Las creencias religiosas son parte del fuero íntimo de las personas y en muchisimos casos están en el nivel de mayor relevancia como o mas que la familia. Le gustaria Sr. Pallares que a pretexto de libertad de expresión se mofen en un mural de un familiar suyo?.
    Comparar la reacción de algunos ciudadanos e instituciones ante el ofensivo mural, con la reacción de los extremistas del caso Charlie Hebdo es sumamente carente de proporciones.
    Las libertades de los individuos terminan cuando empiezan las de otros.

  15. ¿QUIEN AGREDE A QUIEN?; Si se sienten agredidos por una sociedad que consideran mojigata, defiéndase en buena lid; pero eso no les da ningún derecho para denigrar y vulgarizar sus principios más caros. El respeto entre los que piensan distinto es indispensable para convivir pacíficamente.

Comments are closed.