Pensé que Moreno, en lo político, en lo ético –que habría sido mucho– daría el viraje urgente para imponer una ética en el ejercicio del poder que le distancie, en los hechos y no solo en la retórica, del correísmo, al que ha criticado prolíficamente. Lo hizo también sobre el manejo económico: se burló de la mesa servida y desbarató la imagen del jaguar. Pero, todo sigue igual.
Paco Moncayo sostiene que hay que guardarse críticas y desavenencias con Moreno, mientras se realiza la consulta. Algo así como que esas siete preguntas son suficiente excusa para que Moreno mantenga los inmorales humores correístas y sus aberraciones económicas y nos veamos forzados a entenderlos como diferentes, o diferir la expresión de frustración. Así piensan, también, muchos empresarios. Intentan hacer creer que la consulta es lo más que se puede pedir. Criticar y cuestionar es, en esta versión, hacerle un favor a la desvalida causa opositora de Correa.
Pensé que Moreno, luego de sus anticorreístas discursos, orientaría su gestión con la precaución de diferenciarse en lo de bulto y en los detalles. Sembró la expectativa que podría avecinarse la transparencia y la rendición de cuentas. Que las razones de Estado serían superiores al amiguismo. Que las denuncias, las investigaciones y las evidencias de corrupción o la ineficiencia o la ineptitud tendrían efectos políticos, administrativos, incluso penales. Que no habría personajes de ese tipo escondidos tras bastidores.
A Richard Espinosa le han empapelado con sus irresponsabilidades y aún no han sido investigados las construcciones y gastos en nuevos hospitales sin medicinas ni médicos. A Iván Espinal lo desnudaron, lo expusieron incapaz de sumar cuentas para explicar de dónde multiplicó sus ingresos para vivir como ahora viven sus primos Alvarado. A Eduardo Mangas lo encontraron haciendo infidencias que derruyen la impresión de que Moreno intenta cambiar, alimenta la hipótesis de una manipulación y de pobre intención de perseguir la corrupción.
Los contratos de deuda, de preventa de petróleo, siguen ocultos. Destituyeron sin explicación, por orden de Mangas, al presidente de Petroecuador que buscaba renegociar contratos. Sigue sin explicación la extracción de liquidez del Banco Central. No aparece intención ni proyecto para derogar o reformar la Ley Mordaza; por eso Ochoa, estropajo del correísmo, arremete contra Teleamazonas con una sórdida acusación e inmoral multa. No es evidente la cirugía mayor contra la corrupción; por el contrario, se percibe la intención de encubrir, de negociar las responsabilidades por asegurar lealtades. Tampoco se ha desatado sendas investigaciones sobre otros contratos de obras públicas. ¿Acaso cree Moreno que nosotros pensamos que corrupción empieza y termina con Oderbrecht? No se avizora intención alguna de reducir el inmenso e improductivo gasto estatal, y menos de acabar el despilfarro en empresas públicas quebradas por mal manejo y corrupción.
No se trata solo de no insultar o de no repartir bazofia los sábados. Se trata de una conducta diferente, una postura ética en el ejercicio de poder que dé estructura a la credibilidad que se crea con palabras, en espera de hechos, de evidencias. Que canalice la esperanza que se van a trastocar diez años de abuso y corrupción. Que alivie la frustración de la mayoría.
Rodeado de los traidores a Correa o de los críticos que esperaron agazapados la oportunidad de poder propio –mientras lo usufructuaron en puestos de jugosos ingresos y privilegios–, Moreno parece pensar que profusos discursos sostendrán el apoyo. Todos ellos parecen creer que es suficiente seguir lanzando dardos contra Correa. Parecen convencidos de que con la consulta se blanquean abusos, corrupción, despilfarro, y la complicidad por la inacción y el encubrimiento. Acaso hay que agradecer que, a cambio de la consulta, la mejor ocurrencia de medidas económicas sea más impuestos, más sobrecarga tributaria a las importaciones, peseteo por austeridad, draconianas y nuevas atribuciones para el Estado, deuda intocada mientras esquivan indiciar a los irresponsables de haberla tomado excediendo los límites legales.
Richard Espinoza fue destituido. El amiguismo rompe la fuerza de esa sanción que le impide ejercer cargos públicos. Aceptar la renuncia a este personaje para nombrarle embajador, sería inmoral. Mantener al vivaracho Espinel, vuelve cómplice a quien tiene obligación de removerle y envía el mensaje para jóvenes aspirantes a políticos, que la impunidad es garantizada por el oportunismo. Escudar a Mangas para que no rinda cuentas ante los medios es mantener la clandestinidad como valor de la gestión de gobierno.
Hay que cerrar filas en favor de la consulta. Es imperativo cerrar el paso a institucionalizar el caudillismo. Pero que quede claro, no sólo al gobierno sino al conjunto de la sociedad, que esa emblemática derogatoria de la reelección indefinida sirve solo si viene acompañada de otras reformas, constitucionales, legales, administrativas con otro sentido del ejercicio del gobierno y de la administración del Estado, con el saneamiento moral y con políticas económicas responsables que recojan las mejores experiencias de las economías exitosas.
Este marasmo que se siente, esta modorra que se percibe esperando el 4 de febrero, es hacer juego al correísmo que, a pesar de no colocar en la presidencia a ese nefasto personaje en que se ha convertido Correa, seguirá gobernando a través de leyes, estructura administrativa y modelo político y económico que se mantendrá si no se produce una convocatoria política –del gobierno y de la oposición– para derruirlo y reemplazarlo.
Diego Ordóñez es abogado
MIS MAS SINCERAS FELICITACIONES SR. DIEGO ORDOÑEZ POR TAN ELOCUENTE Y VERDADERO ARTICULO Y SIGA SIEMPRE ADELANTE.POR YO SIEMPRE DESCONFIÉ DE ESTE LENIN MADURO QUE ENTRO AL PODER CON FRAUDE TANTA EN LA PRIMERA COMO EN LA SEGUNDA VUELTA, PARA ENCUBRIR Y SER LA MARIONETA DEL MARICA correa Y BANDA DE ATRACADORES, ESTOS INFELICES INSTITUCIONALIZARON EL ROBO, EL DESPILFARRO Y LA MARICONADA. FUE LO PEOR QUE NOS HAYA PASADO CON ESTE MAMARRACHO Y MAMA…. DE correa.