6. La herencia de la década: los sufridores

Dedicado a los que jamás pudimos alcanzar el buen vivir y nos hemos resignado a la ingrata tarea de sufrir.

Dos atracos han sido imborrables y han causado el mayor sufrimiento de los ecuatorianos. 1: el feriado bancario y 2: el buen vivir.

1: El feriado bancario:

Se dio en la década de los 90’s cuando algunos banqueros, con el gentil auspicio del Estado, empezaron a hacer de las suyas y perseguían día y noche a los depositantes para que depositen la plata en sus bancos a cambio de jugosos intereses y jugosa propaganda (sin los Alvarado). La trampa surtió efecto pero fue letal. En 1999 se declaró el feriado bancario en el cual se feriaron como 8000 millones de dólares. Cerraron el 70 % de la banca y los depositantes (que éramos casi todos), caímos en depresión y ruina. Cayeron hasta los niños porque por cada depósito en ahorros les daban un tazo de los Looney Tunes, sin imaginar siquiera que el Pato Lucas y el Tribilín criollos se les iban a robar todas sus ilusiones.

En el 2000 se decretó la dolarización y después de tanto sufrimiento por los banqueros, nuestro panorama con la circulación de la moneda fuerte empezó a cambiar y, salvo por la alegría de uno que otro derrocamiento, o por el auge y caída de uno que otro iluminado, nunca hemos parado de sufrir por nuestros salvadores.

Hasta que apareció el arcángel Rafael y nos dijo: ¡ya paren de sufrir!.

2: El buen vivir:

Después de 10 años de infinito amor, nos damos cuenta de que no ha habido causa más noble que haber sufrido por la revolución. Ni ha habido fortuna más grande que la de los que vivieron de ella.

Pero después de esta experiencia socialista, los borregos se mantienen en la tesis de que su hacedor fue la luz de la revolución y tienen toda la razón: fue su iluminado quien desde lo más alto de la sinagoga nos enseñó a odiar al prójimo como a nosotros mismos. Y para refrendar su evangelio hasta nos bautizó como Los sufridores.

Para los ovejunos, Rafael es el Alfa y Omega del Ecuador. Antes de él no hubo nada. Este país era tinieblas. No tenía historia y era solo un punto insignificante en la geografía. No existían las matemáticas, el castellano ni la literatura. Hasta los borregos no sabían en dónde meterse porque no existía la zoología. A él le debemos todo. El creó la astronomía porque fue el egocentro del universo, donde llovían los billetes como estrellas y brillaban los sobreprecios como luceros.

En su gobierno se inventó la contabilidad, la doble contabilidad y la economía.
No sabíamos que existía la anatomía hasta que descubrimos el cuerpo del delito. (Con el que se realizó la primera autopsia a la revolución).
A la medicina, la importaron junto a los médicos cubanos. Recién allí nos dimos cuenta de que somos el apéndice de Caracas y el útero de La Habana.
Él creó la sicología mediante la sicosis de la plusvalía.
Aunque nunca las conoció, él las engendró y fue el padre de la moral y la ética.

No sabíamos, ni sospechábamos que existía Corín Tellado hasta que nos pasaron, por telenovela, el romance entre la Megan y el 30 de septiembre.
No existieron los medios de comunicación ni el periodismo hasta que inauguró El Telégrafo.
Él hizo todo. Y por eso le debemos todo.

Los del otro lado, aceptamos el bautismo y nos convertimos en sufridores, pero no aceptamos ser cómplices ni encubridores del socialismo del siglo XXI. Nos mantenemos en la antítesis de que no hubo luz sino sombras de lo que pudo haber sido y no fue una revolución.

Los borregos han sido la tesis y los sufridores la antítesis de la revolución ciudadana y sus rivales naturales. Aparte de sufridores, también nos asocian a sinónimos como envidiosos, vendepatria y odiadores.
Y la verdad es que tienen toda la razón.

Veamos:

Quién no va a sufrir ni va a envidiar los logros de una revolución, que construyó kilométricas carreteras, volumétricos hospitales y elefantiásicas obras, a precios sin conciencia y sobreprecios sin competencia.

Quién no va a sufrir cuando va a un hospital público para que le quiten tanto sufrimiento y, al llegar, si la dolencia es leve le dan un Paracetamol, si es grave le dan dos Paracetamol. Y si va a terapia intensiva le dicen que se acabó, que vaya a comprar más Paracetamol.

Cómo no vamos a saltar y llorar de alegría cuando nos dicen que el IESS es de los enfermos y sufridores. Pero cómo no vamos a llorar de la pena, al enterarnos de que la plata ha sido de los buenos vividores.

Quién no va a sufrir hasta el cansancio si donde los sufridores vemos con angustia un gigantesco elefante blanco, ellos ven, con devoción infinita, una grandiosa refinería.

Qué iras, cómo sufrimos al ver a los revolucionarios ir en primera clase a Miami o New York, en vez de ir en clase turista a Caracas, para solidarizarse con la revolución de Nicolás Maduro. ¡Qué angustia!

¡Cómo nos hicieron sufrir con las sabatinas! Cómo perdimos durante años nuestros cerebros y oídos. Perdimos la voluntad y el conocimiento. En total, fueron 10 años de dulces sueños; fueron 10 años de escopolamina.

Quién no va a sufrir y a llorar junto a la madre naturaleza, al ver a Freddy Ehlers ganarse el pan de cada día abrazando los árboles. Verlo excitado acariciar los frutos y verlo extender su sombrero, con infinita ternura, para cobrar su nada despreciable sueldo del buen vivir.

Quién no iba a sufrir viendo cómo los jueces ejercían la cátedra revolucionaria: los que denunciaban delitos eran perseguidos por la justicia, mientras que los denunciados eran reparados por tremenda injusticia.

Quién no iba a sufrir viendo los últimos movimientos bancarios del Duzac o el último depósito en la cuenta corriente del Traga cheques. Ellos cumplían con sus objetivos y la Ley cumplía sus adjetivos: ciega, sorda y muda.

¡Qué dolor. Qué angustia nos daba al ver que a esa revolución no la paraba nada ni nadie! Ni las leyes ni el viagra pudieron con ella.

Quién no va a sufrir si para evitar los atracos prohíben que dos individuos circulen en una moto; mientras permiten abiertamente que dos socialistas de la década circulen en un BMW.

¡Cómo sufrimos, qué envidia nos da, al verlos pasar por el carril exclusivo del trole. Y a otros de medio pelo, circular libremente por la Capilla del Robo o por la Ladrón de Guevara!.

¡Qué emoción sentíamos! Cómo se nos inflamaba el pecho cuando nos dijeron que la Patria ya era de todos. Brillante eslogan de la firma Goebbels-Alvarado. (Pero nunca nos dijeron que la plata era solo de ellos). ¡Qué odiadores, qué vendepatria somos!

Quién no va a tener sufrimiento, dolor y quebranto, al ver cómo siguen saliendo los informes de la Contraloría. Pero en la Asamblea, siguen esperando la buena voluntad de la mayoría.

Quién no va a sufrir y a estrellarse contra el CNE, al no saber cómo ni por qué, ellos ganaron las últimas elecciones con el 32%. Mientras nosotros fuimos los grandes perdedores con el 68%. Hasta ahora nos preguntamos: ¿qué hicimos mal, en qué fallamos?

Quién va a parar de sufrir al ver a Yachay Tech convertida en el alma mater de la corrupción. Qué sufrimiento, qué angustia nos da ver los informes de la Contraloría. La academia prepara reconocimientos: laude, qum laude y summa qum laude para unos pocos. Y doctorados en honoris causa para la mayoría. (aunque a alguno ya no le hará falta porque tiene 15).

Y así podemos seguir y nunca parar nuestro sufrimiento. Porque en nuestro interior siempre guardamos la esperanza de que otro hidalgo iluminado de los de lanza en astillero, venga a este a este lugar de la Mancha y de nuevo nos diga: ¡paren de sufrir!

Y no a mucho tiempo, darnos cuenta de que a nuestro país le faltan quijotes pero siempre le sobran rocinantes.

Próxima semana: Los vivos y los vivísimos.