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Machismo andino-tropical

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En sociedades como la ecuatoriana, en las que el machismo andino-tropical y el doble discurso son parte constitutiva de la vida cotidiana, el tratamiento que se da a la presencia de mujeres en política es un reflejo de cómo efectivamente somos. Por un lado, declaramos a viva voz que es necesario reducir las asimetrías existentes en las diferentes arenas de toma de decisión pública mientras que, a la par, desde nuestros distintos roles evitamos que el número de mujeres en espacios políticos aumente. Así, nos auto engañamos diciendo que las desigualdades en política se van reduciendo cuando en los hechos hay determinados espacios en los que, al día de hoy, el acceso de mujeres es casi infranqueable. Los dirigentes partidistas no son la excepción y, por el contrario, son uno de los actores clave para mantener estas vergonzosas diferencias entre hombres y mujeres. Provistos de una retórica igualitaria, en las agrupaciones partidistas es donde con mayor claridad se observa el machismo andino-tropical que recorre de sierra a costa, que no hace distinciones sociales ni económicas, y que constituye rasgo distintivo de nuestro país.

En las últimas elecciones legislativas, por ejemplo, apenas el 27% de los candidatos que encabezaron las listas a asambleístas nacionales fueron mujeres Si bien existe un avance en la legislación de cuotas al señalar que las candidaturas deben ir ordenadas hombre-mujer o mujer-hombre, el machismo andino-tropical que nos cobija siempre tiende a privilegiar la primera de las fórmulas. Algo similar ocurrió en la conformación de las listas a asambleístas provinciales, debiendo aclararse que este elemento distintivo del machismo andino-tropical no difirió entre partidos políticos. Más allá de posiciones divergentes en otros temas, en la medida que les resulta posible, todas las agrupaciones políticas colocan en el primer lugar de la lista a hombres. Como consecuencia de lo dicho (si bien existen otras variables intervinientes), durante las últimas tres composiciones de la legislatura ecuatoriana no ha sido posible alcanzar la paridad entre mujeres y hombres. Aunque desde el machismo andino-tropical se podría argumentar que la presencia de listas abiertas y desbloqueadas (se puede elegir candidatos de la lista o entre listas) reduce la importancia de que sea un hombre o una mujer el que se encuentre en primer lugar, existe vasta investigación empírica que da cuenta que, la posición en la lista, influye decisivamente para alcanzar una curul legislativa.

En los gabinetes ministeriales la situación no es muy diferente. Luego de una minúscula representación de ministras en el gabinete de Roldós (8,33%), la siguiente mujer que ocupa un cargo de ese nivel aparece recién en el gobierno de Durán Ballén; es decir, casi diez años después. Si bien las diferencias ideológicas entre los gobiernos de Hurtado, Febres Cordero y Borja pudieron ser notorias, en cuanto a su decisión de colocar mujeres en el gabinete ministerial sus perspectivas fueron iguales: nunca abrieron espacios a ministras en sus respectivos gobiernos. Si bien la presencia de ministras ha mejorado durante las últimas décadas, y fue muy notoria en los gobiernos de Correa, un rasgo distintivo del machismo andino-tropical está en el hecho de que aún son pocas las oportunidades que se otorgan a las mujeres para acceder a ministerios clave, como el de política, relaciones internacionales, defensa o economía. Por tanto, dejar de lado nuestro machismo andino-tropical no sólo implica ver cuántas mujeres están en los espacios de toma de decisión política sino también qué actividades cumplen.

En las cortes de justicia el machismo andino-tropical se muestra de forma más velada. Si bien las cortes nacional y constitucional del Ecuador son de las que mayor representación de juezas tienen a nivel de América Latina, nunca una mujer fue presidenta del organismo constitucional y la primera en acceder a dicho espacio en la corte nacional lo consiguió apenas hace unos meses. Tan presente ha estado el machismo andino-tropical entre los tribunales de justicia, de por sí conservadores en el peor de los sentidos, que las primeras mujeres en la extinta Corte Suprema llegaron a dicha instancia recién a finales de la década de los noventa del siglo pasado. Seguramente las dos Marianas, Yépez y Argudo, debieron bregar y bregar para hacerse un espacio en una arena en la que ser mujer siempre jugó en contra.

Finalmente, si hay un espacio en el que el machismo andino-tropical se expresa de forma más nítida es en los gobiernos seccionales. Entre 1979 y 2018 el Ecuador registra apenas un 3,87% de alcaldesas mientras que las prefectas provinciales ascienden a un pírrico 4,83%. Dado que en este tipo de elección las leyes de cuota no operan y tampoco la opinión pública es lo suficientemente meticulosa para auscultar la selección interna en las organizaciones políticas, en esta arena se puede observar de forma más nítida cómo tras el discurso igualitario de quienes manejan los partidos (que son esencialmente hombres) se esconde su profundo machismo andino-tropical. Así, dado que las agrupaciones políticas designan pocas candidatas a alcaldesas y prefectas, el efecto directo de esta decisión se ve reflejado en las vergonzosas estadísticas ya citadas. Un insumo adicional del machismo andino-tropical que nos permea es el hecho que tanto la capital del país como la gran mayoría de capitales de provincia nunca tuvieron una alcaldesa. De hecho, las pocas mujeres que han llegado a dicho espacio de decisión han estado prioritariamente ubicadas en cantones con baja densidad poblacional y en sectores rurales.

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El proceso electoral de marzo de 2019 será un nuevo momento para que el machismo andino-tropical aflore junto a discursos grandilocuentes de igualdad y respeto a la presencia de mujeres en política. No obstante, las candidaturas de mujeres serán pocas y en aquéllos cantones con menor impacto político (con unas pocas excepciones, como es el caso de Guayaquil). Obviamente, los liderazgos en el interior de los partidos continuarán en su tónica esencialmente masculina. Ojalá en algún momento la cura para el machismo andino-tropical nos llegue. Ojalá en algún momento el machismo andino-tropical sea una política pública sostenida y por encima de las orientaciones político-partidistas. Ojalá en algún momento el machismo andino-tropical deje de ser considerado como algo natural y propio de nuestra forma de ser y ver la vida.

Santiago Basabe es académico de la Flacso

3 Comments

  1. Excelente análisis de la representación descriptiva de mujeres en Ecuador. Una muestra que aún queda mucho por hacer. Muy linda la ley de cuota pero hay un vacío en la financiación de las campañas políticas de las mujeres y la inversión de ese dinero en formar cuadro políticos femeninos. Un ejemplo de este tipo de medidas es la reciente ley de cuotas de Chile.

  2. Este artículo es un análisis y percepción imparcial por su autor, un distinguido hombre periodista, gracias

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