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El primer gran corrupto que los correístas aceptaron

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Fernando Alvarado con grillete electrónico: esa es una señal inequívoca de la debacle del correísmo. No tanto por la importancia en sí de ese ex funcionario sino por el nivel de protección que Rafael Correa extendió sobre él y Vinicio, su hermano. El ex presidente oía y respetaba a Vinicio tanto como desdeñaba a Fernando: fue él quien lo bautizó “cabeza de zapato”.

Los Alvarado hicieron parte, desde el inicio del gobierno, del grupo de intocables. Vinicio Alvarado no solo era el publicista: se volvió el gurú de Correa; el marketero que se puso al lado, pero por encima, de sus estrategas. Los miembros del buró político juraban que Alvarado (entonces nadie hablaba de Fernando) no incidía en la dirección que tomaba el gobierno. La realidad era muy distinta: Vinicio Alvarado convirtió a Correa en un producto y gracias a la publicidad lo instaló en el imaginario colectivo. Como una marca. Luego la cargó de sustancia (la Patria, el futuro radioso, el guía…), y lemas que, para los correístas, duran hasta hoy.

La política se volvió el arte del marketing y el marketero se volvió el gurú. Intocable. Y el intocable tenía un hermano. Los Alvarado estuvieron sin duda entre los primeros temas que pusieron en jaque el discurso de manos limpias del correísmo. En el gobierno se sabía de los negocios chuecos de los Alvarado. La revista Vanguardia publicó en octubre de 2009, cómo los hermanos mejoraban los ingresos de sus agencias de publicidad con los presupuestos públicos. Esa investigación, que tardó 10 meses, no suscitó reacción oficial alguna. Vinicio Alvarado amenazó a Vanguardia en privado y Fernando Alvarado siguió el negocio viento en popa. No había director de comunicación de oficina oficial alguna que escapara al sistema para favorecer las empresas Alvarado. Infomación, rendición de cuentas, campañas, eventos debían ser revisados, evaluados y aprobados por la Secretaría de Imagen Gubernamental. Alvarado y su gente decidían los montos, el concepto y, por supuesto, las agencias que tenían que hacerse cargo. Ellos direccionaban la contratación. La producción y el pautaje se hacía con sus agencias. En general, no aceptaban que las campañas fuera segmentada al público objetivo. Les interesaba que fueran masivas para que el costo aumentara. Alvarado y su combo creaban la necesidad que, en general, superaba los 200 mil dólares. Pero algunos recuerdan que hablaban con facilidad de campañas que superaban el millón de dólares. Los directores de comunicación que no firmaban eran despedidos. Y entre los ministros quizá Betty Tola fue la única que, por un momento, se opuso a seguir el esquema montado por los Alvarado; esquema que los llevó a enriquecerse dando trabajo a sus agencias de publicidad con dinero del Estado.

En Alianza País se sabía de este baile de millones gastados en publicidad, de los cuales un porcentaje iba a las cuentas de los Alvarado. Correa se beneficiaba de esta fiebre propagandística en la cual él era el único actor o el actor principal. Y nadie protestó. Los Alvarado se volvieron tema tabú y sofisticaron el sistema para desaparecer las huellas más evidentes. Apenas se publicó el informe de Vanguardia, por ejemplo, borraron sus nombres de la lista de socios de sus empresas. Lo que buscaba Vinicio Alvarado era entablar una demanda por 5 millones de dólares contra la revista, aduciendo que él nada tenía que ver con esas empresas. No contaba con que Vanguardia había tenido acceso a esas listas, en la Superintendencia de Compañías, semanas antes de la publicación y tenía documentos sobre cada uno de los hechos señalados en su investigación.

Correa los protegió porque los hermanos Alvarado eran los responsables de su creación como producto de mercadeo, y de su permanencia en el mercado político gracias a millonarias campañas de publicidad. En febrero pasado los llamó empresarios, con la misma desenvoltura con que se creyó prócer. En realidad entre ellos hubo un intercambio de favores, con plata pública de por medio.

Es obvio que la instrucción fiscal contra Fernando Alvarado por contratos irregulares que habrían perjudicado al Estado por $250 mil dólares, es una bagatela frente a la danza de millones que administró y que atesoró. Por eso ya se habla en las redes sociales de un arreglo político.  No obstante, su caída en manos de la Justicia es una señal más de la debacle del caudillismo-autoritario que los Alvarado ayudaron a montar con métodos fascistas y de la guerra nauseabunda que llevaron a cabo contra la prensa independiente. Su caída sirve sobre todo para rememorar cómo, en el correísmo, esas conciencias que se creyeron moralmente superiores cerraron los ojos sobre la corrupción que empezó en su gobierno prácticamente desde el inicio. Porque Fernando y Vinicio Alvarado estuvieron entre los primeros corruptos y ninguno de ellos los censuró públicamente.

Foto: diario El Universo.

24 Comments

  1. Señor Vasconez, completamente de acuerdo con Ud. nosotros los católicos somos unos cobardes sabemos lo que pasa en la Iglesia pero nos quedamos callados, cuantos mandatarios corruptos se abrazaron con El pero nadie dijo nada, gracias por decir la verdad y su sugerencia debería ser oída, un partidito y un jarro de mate le viene bien

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