En seis meses iremos a las urnas y, como sucede cada vez que en el país se acercan procesos electorales, volvemos los ciudadanos a preguntarnos quiénes serán los candidatos que aparecerán en el campo de la contienda electoral; cuáles serán sus propuestas y cómo estarán pensando ganarse la voluntad popular para llegar a ocupar los puestos para los que van a competir.
Las elecciones que se vienen son muy importantes. En ellas se decidirán los líderes que encabezarán alcaldías, prefecturas y concejalías y, desde lo local, se irá cocinando también el escenario para el 2021. El número de autoridades que logren colocar en esos cargos los partidos y movimientos políticos nos darán una idea temprana de la consolidación de sus agrupaciones y, consecuentemente, de su posicionamiento en el ámbito nacional. No hay duda de que esos resultados también serán un punto de partida para la construcción de la hoja de ruta que deberán seguir para el 2021.
A propósito de los recientes nombramientos de las autoridades transitorias en el CNE, arrancó en la opinión pública el debate sobre temas fundamentales como el contenido de las leyes, el sistema electoral que regulan las elecciones y otros aspectos relacionados con la organización del proceso. Pero, ¿no deberíamos los ciudadanos también dirigir nuestra atención y debatir sobre un tema que es de fondo y tiene que ver concretamente con los perfiles que queremos ver en las próximas candidaturas?
Es clave plantearnos desde la ciudadanía algunos interrogantes: ¿Cuál es el liderazgo que estamos buscando desde lo local? ¿Con qué tipo de pensamiento o plan de trabajo nos vamos a sentir identificados a la hora de ejercer el voto? De igual manera, es el momento de reflexionar acerca de cuáles son las prácticas que no quisiéramos volver a ver en las próximas elecciones.
Estas preguntas deberían ir tomando fuerza si queremos ser participantes activos en la vida democrática del país. Nos corresponde ejercer presión desde la sociedad para que los partidos y movimientos trabajen arduamente para ofrecernos candidatos que cumplan nuestras expectativas, que estén a la altura de nuestras demandas.
Hace pocos días las encuestas revelaron que el 59% de los ecuatorianos no siente agrado por ningún partido político y al 73% no le interesan las próximas elecciones. Esos datos son preocupantes. Deberían llamarnos, otra vez, a empoderarnos del derecho que tenemos como ecuatorianos de exigir planes serios de trabajo, renovación de cuadros en la política, etc. Pero, ¿cómo vamos a lograrlo si no nos interesamos en ella?
Interesarse en política no es únicamente ser candidato ni afiliado o adherente a un movimiento o partido: significa también informarse, opinar, presionar. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a que los candidatos presenten sus propuestas basadas en sus intereses, de espaldas al pueblo, cuando, en realidad, los candidatos a votar por ellos somos nosotros y, con esa lógica, su labor es convencernos a todos desde la generación de planes de trabajo reales y ejecutables, pensados honestamente y con la intención de servir.
Es necesario retomar el interés ciudadano por la política y, para ello, necesitamos candidatos distintos, personajes dispuestos a conectarse con la diversidad, políticos virtuosos cuyo compromiso vaya atado a la ética como valor fundamental de su plan de gobierno. Urgen líderes que inauguren la tolerancia en el debate de ideas y que sean capaces de desterrar la violencia política.
Estamos a la espera de que se forjen nuevos liderazgos. No queremos simples rostros distintos, queremos pensamiento democrático, agendas de inclusión y de derechos en donde estén representados todos. Para lograrlo, los ciudadanos no debemos abandonar nuestros intereses. La democracia vale el sacrificio de volver a confiar y por el lado de los actores políticos es una nueva oportunidad para demostrar que en sus agendas prima el interés colectivo y que la intención de trabajar en pro del bien común viene acompañada de agendas de trabajo potentes y ejecutables, sin demagogia de por medio.
Ruth Hidalgo es Directora Ejecutiva de Participación Ciudadana.
Estimada Ruth: cuando usted escribe siempre hace referencia a una contrapartida del Poder Político, sin mencionarla directamente, ni darle un nombre específico. Los poderes, establecidos en la Constitución, son altamente vulnerables y por lo tanto, caldo de cultivo para el sistema del mal. Los partidos políticos siempre serán superados por sus egos colectivos e individuales; la tentación del estatus, del dinero mal habido, de la Lujuria nunca dejará de tener adeptos políticos. Ante esta amarga realidad, sólo existe una posibilidad: la creación de un contrapoder: apartidista, ciudadano, con total y absoluto desapego al Poder, al Dinero y a la Lujuria; que priorice el Bien Comun. Qué sea moralmente parte del sistema de Gobierno, pero que este sobre el sistema normativo del mismo. Qué observe, vigile, incida políticamente en el sistema, sin ser parte del mismo. Ese supra poder es el #PoderDeHonor Ciudadano que anida en el Alma de todos los ecuatorianos y que está todavía dormido, pero que empieza a despertar.
Uno de los problemas que tenemos, es el sistema electoral que obliga a los ciudadanos a votar en cada elección que se convoque. Los candidatos exhiben luego cifras de apoyo popular con las que supuestamente legitiman sus cargos. La realidad es que, muchos de los que depositan su voto, no tienen ni idea de quien es el candidato, que propone y como lo conseguirá. Muchas veces decide en el momento a quien dan su voto. Pero lo hacen, porque para casi todos los trámites, requieren exhibir el certificado de votación so pena de tener que cancelar una multa.
El tema de la obligatoriedad del voto de requiere un mayor análisis, pero es mi punto de vista que cuando los votos no estén garantizados, los candidatos tendrán que esforzarte por convencernos para que les demos nuestro voto, caso contrario, y pese a ganar, no podrán jactarse de representar la voluntad de la mayoría de los votantes, sino que estarán conscientes de los reales márgenes de aceptación.
Vivimos y ya se viene una pugna constante donde los mismos de siempre se autoconsideran salvadores.
Donde la hipicrecia se pone en evidencia y los robin hood asoman en nombre de los desvalidos y de quien menos tienen.
Lastimosamente no existen personas y peor aun politicos de valia,quienes impongan si el servicio desintetesado,el servicio por el soberano.
NO EXISTEN ESOS SERES.
BUEN ARTÍCULO,PENSANDOLO BIEN,LASSO FUE GANADOR,ESO ES INDISCUTIBLE,DICHO POR VOCEROS DE MORENO,Y DE CORREA.SOMOS INGOBERNABLES? PORQUE NOS EQUIVOCAMOS?DESCUIDO VAGANCIA DE SABER COMO MARCHA EL PAÍS.CREER FIELMENTE EN TODOS LOS MENTIROSOS,QUE NOS OFRECEN EL CIELO.SOMOS DESCUIDADOS ELEJIMOS SIN SABER QUE HAY COSAS QUE NO SE PUEDEN CUMPLIR.PERO SUPONIENDO QUE NOS EQUIVOCAMOS ESO NO AMERITA QUE SE LLEVEN EL PAÍS EN PESO,Y COMO ESTAMOS HACIENDO COSTUMBRE NO PROTESTAR FUERTEMENTE,SI NO ACEPTAR CALLADITOS.NOS ENVUELVEN NOS DESENVUELVEN COMO A NIÑOS,VIVIMOS TODAVÍA ATEMORIZADOS.LOS FORAJIDOS YA NI RONCAN,QUE BUENOS TIEMPOS AQUELLOS,HABÍA LÍDERES,EL PUEBLO NO TENÍA MIEDO.HOY NO PASA NADA :SORDOS,CIEGOS Y MUDOS,ESPERAMOS A UN CHAPULÍN? NO HAY NI ESO.
si, hasta ahora no aparece NI UNO, y de yapa los que estan, Nebot, Noboa,Lasso,Moncayo, y unos pocos mas no han sido presidentes y ya estan siendo juzgados solo por JODER.
Cuales son los buenos?
Muy buen artículo pero el único problema con lo que usted describe como “candidato diferente” es que hay que buscarlos en Marte porque políticos creíbles , ya no los hay en el Ecuador