Tras catorce meses del nuevo gobierno, muchos mitos empiezan a desvanecerse. El de las manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes es uno de ellos. Los escándalos de corrupción que a diario se denuncian y la moda de los grilletes electrónicos hablan por sí solos. La solidez y estructura política del movimiento Alianza País es otra de las narraciones ficticias que a lo largo del último año se ha ido cayendo a pedazos, a veces grandes, a veces pequeños. Desafiliaciones, portazos, renuncias, juicios penales, dan cuenta de que el momento de la otrora gran maquinaria electoral está llegando a su ocaso. Cuando ya no existe dinero del pueblo ecuatoriano para aceitar las clientelas políticas y el grito del gerente propietario sólo es un recuerdo, es difícil que agrupaciones como Alianza País perduren. Varios ejemplos de este tipo tenemos en la historia nacional. La diferencia está en que mientras otras organizaciones políticas caudillistas perdiendo fuerza paulatinamente, Alianza País lo hace a pasos agigantados.
Tan rápido es el deterioro del movimiento oficialista que da pie para pensar que es el propio gobierno el que se encuentra empeñado en reducir la capacidad de influencia de su agrupación política. En efecto, tal es el nivel de descrédito y desconfianza que han generado entre la ciudadanía los AP, que quizás la mejor opción para el Presidente Moreno sea gobernar apartado de su propio movimiento. Hay tantas decisiones políticas incoherentes en la conducción partidista, tanta ausencia de coordinación entre ejecutivo y legislativo y tanta permisividad frente a comportamientos oportunistas de los allegados a AP, que cuesta creer que tales desaciertos se deban a falta de visión política. Contrariamente a lo que intuitivamente se podría pensar, quizás la estrategia sea precisamente dejar agonizar al otrora fuerte AP para continuar en el poder bajo otra fachada, con algunos actores nuevos y algunos de los que sumisamente han renunciado a convicciones (nos gusten o no) a cambio de un ministerio u espacio de poder.
Una de las últimas imágenes que abonan en favor de la conjetura planteada, la de la decisión ex profeso de aniquilar AP, es la salida del gobierno del titular de Senescyt y sus más allegados, como el ministro de agricultura. Si bien una posible lectura de las renuncias de Barrera y Flores es que allí inicia un refrescamiento de AP de cara a su futuro electoral, no existe mayor evidencia que sustente dicha posibilidad. Para reordenarse políticamente AP necesita una discusión ideológica que, al menos en su más reciente convención, estuvo ausente. Para dar ese salto del tecno populismo (fina expresión acuñada por el sociólogo Carlos de la Torre) de la década pasada a una visión más remozada de la vida pública, AP requiere materia gris… y la que le quedaba se fue del movimiento la semana pasada. De hecho, en en el manifiesto de la plataforma “Vamos”, expresado hace unos días en la ciudad de Cuenca, se hallarían de cuerpo entero las tensiones existentes en AP y la ausencia de una matriz político-ideológica que gobierne al movimiento oficialista.
Gobernar dentro de AP pero sin AP puede ser una jugada útil al gobierno en el corto plazo pues le proporciona mayor juego político y la posibilidad de llegar a acuerdos coyunturales con cualquier fuerza política, independientemente que sea de izquierda o de derecha, conservadora o progresista. Sin embargo, este respiro se irá agotando a medida que el calendario electoral de 2019 se acerque y más aún durante la segunda mitad del período del Presidente Moreno. Por ello es que la eutanasia de AP, que ahora se ve coherente e incluso una jugada maestra del gobierno, puede resultar letal en el mediano plazo si no se identifican a la brevedad las fuerzas políticas que estarán dispuestas a soportar el embate de esos dos años finales en los que los presidentes pierden popularidad drásticamente y todas las fuerzas políticas encuentran en el gobierno el eje de su discurso electoral.
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Si la idea de aplicar la eutanasia a AP está fríamente calculada desde el gobierno, a la par deberían tener en mente quien estará dispuesto a asumir los costos políticos y económicos de un gobierno que no termina de cuajar. Si esto no se ha pensado, en poco tiempo los vientos de incertidumbre e inestabilidad se pueden apoderar de Carondelet y sus alrededores. Si la eutanasia es una opción, la discusión sobre quién estará en condiciones de sobrellevar los gastos del funeral debería estar presente.
Santiago Basabe es académico de la Flacso.
Alianza País se suicida sola, sin necesidad de Lenin. Izquierdistas que vivieron como monarcas, con lujos faraonicos, destruyeron el idílico de Revolucionarios venidos en rateros y ladrones.
Me extraña doctor que un ilustrado opinador no verifique sus premisas antes de pronunciarse, Rubén Flores nunca ha sido AP.
Muy entendíble y claro la situación en ese partido político.