Las definiciones de cultura tienen múltiples acepciones. Para las ciencias sociales, la cultura es el acopio de ideas, comportamientos y prácticas sociales, transmitidas de generación en generación, a través de la vida de una sociedad. En el amplio espectro que abarca la cultura de un país, la cultura económica, define la capacidad de un pueblo para entender y viabilizar los caminos al desarrollo. Después de casi cincuenta años, urge la reflexión sobre el acervo de cultura económica legado por las dos últimas generaciones, entendido aquel, como el conjunto de prácticas económicas que, en cinco décadas han producido los resultados de hoy, en cuanto al desarrollo y bienestar del Ecuador.
Desde inicio de los años 70s, el petróleo se ha constituido en la negra sombra del caminar del Ecuador. El primer boom petrolero de la década de los 70s, encarnó una bonanza no ganada por el trabajo, que devino en profundos desajustes económicos y fiscales. El crecimiento económico promedio superior al 7 por ciento, se diluyó en dos décadas de pesares en los años 80s y 90s. La producción media de 2 por ciento en estos veinte años, sólo refleja las cavilaciones y vaivenes de un rumbo perdido, que nunca encontró en las visiones económicas, políticas y sociales, la forma de estabilizar y hacer crecer la economía. El trágico desenlace, fue la costosa crisis de 1999 que, como consecuencia, abrigó la dolarización en el año 2.000. En los once últimos años de este siglo XII, se destruyeron los avances económicos y superávits fiscales de los siete primeros años. Hoy, luego de casi medio siglo de rumbos perdidos, el Ecuador está obligado, nuevamente, a sincerar sus variables económicas y fiscales.
En casi cincuenta años, el petróleo, la deuda pública, el gasto estatal y los subsidios, han alimentado una cultura social de dependencia del Estado y consumo del patrimonio nacional; deformando las conductas económicas, políticas y sociales, en cuanto a la visión de desarrollo del país y el uso eficiente de los recursos públicos. En los últimos 11 años, el subsidio a los derivados del petróleo alcanzó 45.000 millones de dólares, valor más de tres veces superior a los 14.750 millones de dólares en bonos soberanos que, para financiar el inmenso gasto público, se colocaron a tasas de interés onerosas, y que demandan el pago anual de 1.400 millones de dólares. Tal cifra de subsidios, supera a los 39.000 millones de dólares gastados en educación en los 11 años y más que duplica los 18.000 millones de dólares gastados en salud.
Hoy, el relato y debate público de los subsidios a los derivados del petróleo, vuelve a desnudar el anclaje mental de ciertos sectores económicos, políticos y sociales, incapaces de asumir el reto de mirar el desarrollo del Ecuador, a tono con las exigencias de la vertiginosa evolución de la globalización tecnológica mundial; y, asimilar las experiencias de países que han encontrado la senda del progreso.
La reducción de los subsidios a los derivados del petróleo, debe inscribirse en el camino de la consecución de un bien superior: el equilibrio y sostenibilidad fiscal. Condición sine qua non para preservar la estabilidad económica, atraer inversiones, crear empleos y brindar oportunidades de bienestar para los más pobres. Si bien, en la reducción de subsidios es imperativo minimizar la afectación a la población más vulnerable, los costos iniciales serán ampliamente superados por los beneficios que brinda el equilibrio de las cuentas públicas. El ascenso permanente de los pobres en sus condiciones de vida, se encuentra en la sostenibilidad de los gastos sociales en un contexto de orden fiscal, que mejoren sus capacidades; y, en una economía sana que posibilite el crecimiento económico a tasas elevadas, a fin de que obtengan empleos formales con ingresos dignos. La reducción de los subsidios a los derivados del petróleo, es apenas el inicio del camino es esa dirección, pues, la consecución del equilibrio fiscal exigirá hollar una pedregosa senda de severos sacrificios durante varios años.
Acortar el tiempo de los sacrificios nacionales, requiere acciones fiscales más agresivas de reducción de gastos, generación de ingresos, y notable impulso de las inversiones internas y externas y exportaciones no petroleras. Esencialmente, urgen acuerdos nacionales que superen las atávicas y retrógadas visiones económicas, enraizadas en dogmas y actos de fe. Si el Ecuador no es capaz de sanear su economía y sus cuentas públicas, y adoptar una cultura económica hacia la prosperidad fundada en el esfuerzo y productividad de la sociedad, acorde con la evolución contemporánea de los países que progresan y con la vertiginosa evolución de la tecnología, tendremos la ciega reiteración de los males nacionales del último medio siglo. Para hacer de la reducción de los subsidios a los combustibles y del logro del equilibrio fiscal, factores importantes de los esfuerzos hacia la prosperidad, quizá, Amartya Sen, nos ayude en nuestras reflexiones y convencimientos: “La idea de utilizar la razón para identificar y promover las sociedades mejores y más aceptables ha sido un poderosa fuerza impulsora de los pueblos en el pasado y continúa siéndolo hoy”.
Jaime Carrera es economista.
Excelente punto de vista. No hay peor ciego que el que no quiere ver, de hecho la población ecuatoriana se acostumbró al círculo pernicioso del subsidio y del bono, de percibir como una obligación del Estado para recibir lo que más se pueda y del mínimo esfuerzo. Pero no hay olvidar que hay otras taras sociales y se relacionan con la impunidad, indiferencia y la idea, que nunca termina, de esperar al mesías, al genio o al fulano que nos saque del subdesarrollo y, para ello, mucho ha determinado la religión, la suerte y la ausencia de identidad nacional.
Gracias Ec. Carrera, por su artículo que es una radiografía de la historia y realidad Ecuatoriana.
A el Ecuador también le falta CULTURA POLíTICA honesta, que es la responsabilidad cívica de cada ciudadano Ecuatoriano, frente al manejo del Estado. El Ecuador, no es un partido político, ni una doctrina política o religiosa, tampoco una figura del pasado o presente. El Ecuador, es la unión o suma de cada uno de los ecuatorianos, sin importar raza, religion, posición económica, social, cultural o situación geográfica. Y cada uno tenemos una responsabilidad cívica e histórica, ante las futuras generaciones.
EL ECUADOR ES DE TODOS Y DE NADIE……en particular.
Una medida que debe implementarse hasta que el país salga del déficit fiscal necesaria sin dejar sin empleo a los burócratas es reglamentar para que ningún funcionario público gane más de 8 salarios básicos, incluido presidente, asambleístas, oficiales de policía, FFFAA, empresas públicas, médicos, prefectos, alcaldes, todos los funcionarios públicos, y que los viáticos sean de 40 dólares por día para todos, esta medida que se ejecute hasta que el país tenga déficit cero.