Ella, pequeña empresaria, intenta mantener su giro de negocio e importa pequeños volúmenes de telas. Al final del año pasado recibió un anticipo y ordenó la importación. Mientras intentaba trabajar, el gobierno ofrecía impedirlo. Por cien metros de tela, debió conseguir un certificado de composición del tejido. No supo que debía ser emitido nada menos que por una empresa verificadora. El INEN, siguiendo la línea proteccionista y obstruccionista del correísmo, fuera de los altos aranceles del modelo setentero añadió muchos, muchos certificados, autorizaciones y etiquetas. Lo que se llaman “medidas paraarancelarias” para restringir importaciones. Ocho meses más tarde y sin razón evidente, autorizaron desaduanizar la tela. El negocio se perdió, el daño ya fue hecho.
Él, albañil, intenta prosperar y se hace contratista de obras civiles. No contaba con la lógica revolucionaria de que el Estado es el chapulín colorado de los trabajadores, a los que se debe defender del empresario explotador. No sabía que un acuerdo ministerial dictado por una ministro socialista –que ahora es abogado de empleadores ‘explotadores’– obliga a un registro absurdo de los contratos de trabajo, impone otorgarlos, en formato preestablecido, a los trabajadores nuevos y a los antiguos, sin reconocer que el contrato puede ser verbal y también tácito. Le clavaron, al pequeño emprendedor, una multa de 200 dólares por cada uno de sus cinco empleados.
Él, desempleado, reunió –endeudándose– 15.000 dólares para instalar un food truck. Superó las dificultades burocráticas para abrirlo, pero fracasó. Cerrarlo significó indemnizar a sus tres empleados como si los hubiera despedido. No sabía que al costo del negocio fallido tenía que añadir más deuda.
Se aprecia el entusiasmo del ministro Pablo Campana, quien se ha echado al hombro el esfuerzo de inducir al gobierno a que se asocie a bloques comerciales y recuperar el tiempo miserablemente perdido en estos años para tener los mismos accesos a mercados que tienen nuestros vecinos. Pero promover ese modelo –el aperturismo– no es viable ni sostenible si se mantiene intocada la concepción fundamental del crecimiento endógeno. Esta se caracteriza por la invasión del Estado como actor económico, el proteccionismo en lo comercial, lo persecutorio en lo laboral y lo distorsivo en lo tributario.
Entre el título del Plan para la Prosperidad, presentado por el presidente Moreno con gran montaje escénico, y los contenidos que construyan un panorama para la prosperidad, existe la distancia que marca una concepción expresada en una estructura burocrática, legal y política que atenta contra la inversión y la reinversión privada. El modelo económico, centrado en el Estado, que fue profundizado por el correísmo, dista del sistema de libertades que, según las evidencias, es más eficiente para promover el desarrollo, aumentar las oportunidades e incrementar el empleo.
Subsidios públicos al sector privado, exoneraciones o prebendas no son soluciones en el largo plazo. Lo sustancial radica en las condiciones para que la economía sea competitiva; esto es, que en costos y en productividad, la calidad y los precios compitan con productos similares.
Durante estos años, producir, comerciar o prestar servicios, es más costoso porque cuesta más importar insumos, materias primas, bienes de capital y, además, se eliminaron formas de contratación para flexibilizar los horarios y temporadas de trabajo, hay impuestos distorsivos (incluidos los municipales) y se incrementó la tramitología.
La prosperidad no está en reducir los subsidios a los combustibles para que el gobierno tenga para sus programas de asistencialismo. Con el cuento de “no afectar a los pobres” el enfoque del gobierno sigue siendo cómo hacerse de dinero y no cómo efectuar acciones de corto plazo, para poner el país en la senda del modelo de mercado, que le haga saltar de los últimos lugares en los índices que miden el nivel de libertad económica. La verdadera política social es más empleo. Tras la caída estruendosa del Muro de Berlín la tendencia ha sido reconocer la virtud, en el largo plazo, del emprendimiento privado que impulsa las economías y crea empleo sostenible y de calidad. Las reformas que requerimos para lograrlo, son profundas y seguramente deberemos seguir esperando que los líderes políticos que sí entienden la fuerza de la realidad, asuman el reto de hacerlas.
Diego Ordóñez es abogado.
Décadas y décadas de atraso, y no hay quién se conduela. Siga doctor Ordóñez, no desmaye.
El Ecuador entero tiene una voz que habla por todos, y esa es CUATROPELAGATOS.
Un ejemplo: cuando funcionaban la direcciones provinciales de educación se imprimían los confidenciales de pago mensual detallando el ingreso, los descuentos y el saldo líquido. Retirar el papelito costaba al docente uno o dos minutos; y a los cantones se enviaban los impresos a las oficinas de la Supervisión. El papelito es importante para solicitar los créditos. Desde que se inventaron los distritos, se debe ingresar el oficio por Atención Ciudadana para que ahí un burócrata lo reciba, registre y diga al docente que regrese otro día. El dichoso oficio se remite al Director Financiero que a su vez ordena a su asistente a que imprima el documento y luego remita, otra vez, a Atención Ciudadana. Y el docente, para mayor seguridad, debe regresar al tercer día. Trabas revoluciónarias.
Y si a eso se suma que, salvo rarisimas excepciones, el burócrata es por si mismo, una carga adicional, cuyo propósito es entorpecer cualquier cosa para justificar su sueldo. Parásitos.
Que oportuno su enfoque Doctor Ordóñez, el Ecuador lleva sobre sus hombros , esa pesada carga de un Estado manejado por fariseos hipòcritas y aprovechadores oportunistas , que en su afán perverso de aparecer como salvadores y protectores de los pobres, de los trabajadores, de las embarazadas…etc, lo que han hecho es crear una maquinaria burocrática siniestra para matar o desalentar todo emprendimiento privado, lleno de trámites y regulaciones estúpidas, soslayando una contundente y verdadera flexibilización laboral que motive la creación de empleo y alivie el trágico cuadro de desocupaciòn en tanto ecuatoriano, pero como no podía ser de otra manera aquí también emergen esos tenebrosos priostes y cómplices de la tragedia laboral, los cínicos sindicalistas que en su malévola y rentable misiòn de hacer creer que defienden al obrero, lo que hacen es dinamitar salvadores emprendimiento e inversiones, ahh y esos “sacrificados” legisladores que en su estrategia electorera criminal, solo les interesa los votos de ingenuos e ignorantes, que les entronicen como sanguijuelas con sueldo de los magros fondos públicos. POBRE MI PAÍS!!
Totalmente de acuerdo con su artículo..es increíble la tramitologia que hay que pasar por cualquier oficina municipal o del gobierno para un permiso de una u otra cosa..es la ley del famoso “papelito”, trajo el papelito? Sin el papelito no hay turno.En el papelito que le di está el número,etc, etc…Nunca se han hecho esfuerzos para agilitar las cosas, siempre hay trabas, hasta que aparece el billete…Tercer mundo; nos quedamos!…