Sería una irresponsable afirmación decir que la sociedad –globalizando a todos– somos corruptos; propensos, tolerantes o activos militantes del fraude, robo y abuso. Sin pretensión debo decir que en mi hábitat se percibe un aroma de integridad. Pero, inundados como estamos de un tsunami de corrupción y latrocinio, surge la duda existencial sobre cuántos somos los que pensamos que hacer política no es para hacer plata. Que hacer periodismo es una tarea de estoicos independientes que no se rinden al poder sino lo escrutan. Que ser dirigente deportivo no es para pasearse en la cancha de la impudicia. Que ser asambleísta no es para traficar con el voto y sablear centavos a los empleados. Que ser concejal no es para ser empleado de empresas constructoras. Que ser ministro no es para embolsicarse billetes sucios de acuerdos entre privados. Que ser juez no es para vender sentencias. Que ser chapa no es para chantajear con pistola y tolete. Que ser Presidente no es para asumir el rol de padrino de la mafia. ¿Cuántos somos?
Los honrados parecen pocos. Insuficientes para convertirse en masa crítica que contamine positiva y virtuosamente a los cínicos concupiscentes que medran de la corrupción y pasean su desvergüenza de hediondos nuevos ricos en urbanizaciones de alto pelo; en autos caros y con hobbies de aristócratas como criar caballos finos.
En redes sociales un profesor español relata su oculto asco de su experiencia en una universidad en alguna ciudad del litoral ecuatoriano. Empieza por desbaratar esa expresión de dramatismo del político que busca otras causas al basural en el que vive la gente. La gente vive en su propia basura, dice. Lo que, aparte de ser un hecho, es también una forma alegórica de precisar que la miseria moral es la que nosotros mismos producimos. De su experiencia en la universidad cuenta cómo estudiantes y profesores coludidos tácitamente por la misma esencia corrupta, reducían la clase de dos horas a un ritual de diez minutos solo para registro, para que los unos puedan cobrar su sueldo y los otros puedan obtener un título cuyo valor no sería mayor al del precio de la cartulina. Al criticar esta práctica deshonesta en un centro de formación –paradoja tétrica– el rector de esta alma mater corruptis, respondió calificando al profesor español como colonialista. De paso hay que decir que en algo el corrupto rector tenía razón: el coloniaje parece también ser culpable de nuestras costumbres. Basta leer en estos días sobre plagios de tesis y falsificación de maestrías en los altos cargos del gobierno y oposición en España. Dicho esto para tenerlo como premisa, no como consuelo.
Un renombrado futbolista, que también fue asambleísta, añoraba en una entrevista a Luis Chiriboga quien, reo de delitos, está preso. Pero el futbolista, sin reparos morales a que Chiriboga sea un delincuente, extrañaba sus atenciones, tratos, mimos y cortesías, aún cuando todo ello flotaba en un aire de corrupción. Qué importa, parece decir el futbolista, si de la corrupción él recibía las canonjías. Auténtica resulta, por lo menos, la forma en la que su mente blanquea el delito. Tal como lo hace el elector que aplaude al político que inaugura una calle o un puente o cualquier obrita con sobreprecio y comisiones y masculla la frase que expresa la connivencia con lo inmoral convertida en lema moral: roba pero hace obra.
En la Asamblea, donde se pone en pantalla la idiosincrasia nacional por la variada representación social y geográfica que asiste, vive la muestra de los pequeños y grandes rasgos de corrupción. Está el pesetero que es capaz de arranchar parte del sueldo del empleado. Por eso pelean para estar en comisiones o en puestos en los que pueden contratar más personal. Así aumentan los ingresos. Está el trashumante que migra del partido o el movimiento a la “independencia” que es un eufemismo del voto de alquiler. Están los que votan por intereses, por amigos, por socios, por compromisos con sus aportantes. Están los del show que usan el escándalo por réditos mediáticos o herramienta de extorsión.
La corrupción llegó a la cima durante el correísmo. Por el sistema armado para el robo. Pero sobre todo por la grosera defensa de los corruptos y la impunidad. Es tal el desparpajo de la pandilla de Correa, que sin rubor acuden a celebrar el onomástico de un delincuente preso. Esto podría ser explicable porque aquellos que están en el coro del happy birthday son actores, cómplices o encubridores. Pero, ¿cómo explicar que todavía muchos electores de a pie aplaudan, defiendan y añoren al jefe de la pandilla?
El intelectual y político Osvaldo Hurtado, en “Las Costumbres de los Ecuatorianos” y “Ecuador entre dos siglos” muestra con una profunda investigación, la propensión cultural hacia la “viveza criolla”. Pero introduce una variante fundamental para identificar posibles caminos para enderezar esas torceduras culturales. La corrupción está en las élites. En los políticos que buscan votos mintiendo y roban mientras vuelven a mentir. En los empresarios que compran voluntades y corporativizan el poder político al servicio de sus intereses. En los dirigentes laborales que preservan su poder por privilegios. Esos modelos de comportamiento en el nivel alto en la estratificación, no social sino de influencia y decisión, son los que sirven de ejemplo para los otros estratos. En estos diez años se hizo escuela de corrupción y será, en el largo plazo, el más grande y pernicioso perjuicio cualitativo que ha provocado a los valores y principios que deberían modelar el comportamiento social.
Se acercan elecciones. Se mueven los dirigentes políticos buscando a los populares para candidatizarlos, sin tamiz de ideas, de moral, de lealtad a los conceptos. Y así reproducen la práctica nociva de llevar a puestos de poder políticos a corruptos que ruedan por toda organización política. Pero –y el pero es fuerte– hay que poner atención y esperanza en candidatos y proyectos que transiten por una senda diferente, como la de aquellos que propongan personas con historial limpio, con credenciales pulcras, aunque no aparezcan punteando en las encuestas.
Diego Ordóñez es abogado
Estimado Diego, felicitaciones por tu acertado y bien traído artículo en épocas de nubes negras que cobijan en todo ámbito a nuestro país. En los actuales momentos quienes denunciamos actos de corrupción nos vemos inmediatamente perseguidos por grupos de poder que defienden la corrupción y sus privilegios, que sea dicho de paso, se ha constituido en su modus vivendi; a la par lastimosamente nos sentimos desprotegidos por una justicia que no funciona y que por el contrario hace la venia al poder, al dinero, a las influencias políticas. Dios quiera que las personas honestas nunca claudiquen a sus valores, ética y sueños por ver siempre una patria grande, próspera, digna y libre de corrupción.
Por fin, “Excelente y real la fotografía actual” de nuestro país que hace el Dr. Ordóñez, que en mi criterio nace en la degeneración y degradación de principios y valores de los hogares con sus excepciones.
El paraíso de los imbéciles, idiotas y corruptos es el infierno de los inteligentes y buenas personas.
Dra. AYN RAND (1950)
“Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar , sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.”
Muy buen artículo doctor. Felicitaciones
El ADN está contaminado. Los valores han cambiado y el dinero puede comprar una sentencia o una absolución sacerdotal. Tanto tienes, tanto vales. Sin importar el origen del dinero. El maestro afiliado al partido en el poder lavará el cerebro del niñez y juventud sin importarle el futuro del país. El Ecuador cayó en un embudo de podredumbre de la que no podrá salir jamás.
LA ESPERANZA SE ENCUENTRA EN NOMBRAR JUECES Y FISCALES IDONEOS, QUE NO ESTÉN SALPICADOS POR LA AVARICIA. CON EL RESPETO QUE ME MERECE LA JUVENTUD, EN LA ÚLTIMA DÉCADA SE ALABÓ LA NECESIDAD DE UN CAMBIO GENERACIONAL EN LA ADMINISTRACIÓN INSTITUCIONAL DEL ESTADO. SE ELIGIERON JUECES Y FISCALES JÓVENES CON LA FALSA PREMISA DE QUE NO ESTABAN CONTAMINADOS POR LA POLITIQUERÍA Y QUE TODAVÍA EN ELLOS (LOS JÓVENES) EXISTÍAN IDEAS NUEVAS AFIANZADAS EN REALIDADES ACTUALES. CONFIAMOS EN ELLOS Y LES DIMOS NUESTRO VOTO. NOS UFANAMOS DE TENER AL PRESIDENTE MÁS JOVEN DE LATINOAMÉRICA, A MINISTROS, DIRECTORES, COORDINADORES CON IDEAS FRESCAS Y QUE LAS MOMIAS INSEPULTAS ESTABAN DE RETIRADA DEL ESPECTRO POLÍTICO, COMO PARA CORROBORAR SUS ENUNCIADOS, NOMBRARON A PERSONAS JUBILADAS Y DE LA TERCERA EDAD COMO VEEDORES E INVESTIGADORES DE LA VERDAD, POCO TIEMPO DESPÚES LOS ENJUICIAN Y PERSIGUEN CON TRIBUNALES DE JUSTICIA Y CON DEMANDAS MILLONARIAS. TODAS ESAS ACCIONES PARA RATIFICAR LA BIENVENIDA DE LA TAN CACAREADA RENOVACION GENERACIONAL. HICIERON DUDAR AL PUEBLO DE LA HONESTIDAD DE LOS “VIEJOS” Y CON ELLOS SE LASTIMÓ PROFUNDAMENTE EL VALOR DE RESPETO A LOS ANCIANOS. LA HISTORIA SEÑALARÁ A CÉSAR TRUJILLO QUIEN CON SU TALANTE DEMOSTRÓ QUE LOS AÑOS NO BORRAN LA DECENCIA Y EL AMOR A LA PATRIA.
El Dr. Ordóñez ha expuesto un sobrecogedor panorama de la corrupción y la maldad que puede contaminar al ser humano, hemos tenido la inquietante oportunidad de ver frente a los ojos, ese despliegue indecoroso de todos los pecados capitales, la mentira, la crueldad, la gula, la avaricia, la indolencia… y uno que representa la esencia de la perfidia, el cinismo; acaso ese sujeto innombrable que destruyó Venezuela, no aullaba sobre lo malo que implicaba ser rico? , cuando el y toda su terrorífica camarilla de amigos y parientes han perpetrado el más sorprende y escandaloso atraco a ese país?
Cuando uno ve esas masivas e interminables legiones de migrantes, de cansados peregrinos, aferrándose a la vida, la parsimonia de los gobiernos, al seguir manteniendo embajadas en esos seudo Estados secuestrados por la mafia, despertamos pensando que ya hemos muerto y que estamos en el mismo infierno, donde la esperanza está ausente y los demonios danzan ante nuestro ojos, un tenebroso lugar donde Dios ha muerto, o donde a lo mejor aquel solo fué , un ingenuo constructo para evadir la fantasmagórica realidad de la vida.
Es tal el nivel de deterioro moral y económico, que los índices de suicidio, aún en niños, los femicidios,han alcanzado niveles alarmantes; solo el castigo ejemplarizador a los delincuentes políticos , podrá levantar ese cruel encantamiento, y esa maldición que las brujas del infierno , aquellas que cantan el ” happy birthday” ,impartieron al Ecuador.
En algunas universidades del Ecuador hay ” algunitos” que no tienen título Msc y peor aún PhD, pero se pasean y exigen que se le llame por Magister o Doctor.Y cuando son descubiertos por colegas que sí tienen título más experiencia de docente,lo que hace el decano y/ o rector es decir que “no pasa nada”, evitense y cada uno por su lado..La mafia de la SENECYT algo tiene que ver….excelente artículo!
Muy buen análisis: somos un país corrupto hasta la médula. La única cura posible contra la corrupción es erradicar la impunidad. Mientras todo sea retórica entre los gobernantes y nada de acción, no habrá esperanza. Los Correa, Glas, Capaya, Bravo, entre otras ratas, no son posibles sin los El Juri, Tópic, Odebretch, etc. Se necesitan mutuamente y únicamente sobreviven donde no hay Justicia. Y el poco interés que Moreno tiene por seguir el camino de los miles de millones de dólares robados que conduce inexorablemente a los peces gordos, indica su disposición a ocupar el lugar de su antecesor.