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¿Intervención Humanitaria en Venezuela?

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En estos días el debate regional en torno a la hipótesis de una intervención militar humanitaria en Venezuela cobró fuerza con las declaraciones del Secretario General de la OEA, Luis Almagro.  Frustrado ante el fracaso de la salida negociada a la crisis venezolana, Almagro afirmó que no se podía descartar ninguna opción, incluyendo la militar.  Los países latinoamericanos, incluso los miembros del grupo de Lima, rechazaron esta posibilidad.

En principio, la propuesta de intervención militar humanitaria no es tan descabellada como suena a oídos de las elites diplomáticas en América Latina, aferradas a la norma anacrónica de la no-intervención. Desde el final de la Guerra Fría, el concepto opuesto de la Responsabilidad para Proteger ha ido ganando terreno en la comunidad internacional.  Este plantea que los estados tienen la obligación de proteger a su propia población y que la comunidad internacional debe actuar en caso de que los estados incumplan esta obligación, tomando medidas que incluyen la acción colectiva militar auspiciada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Si bien esta emergente norma ha tenido defensores y detractores, fue adoptada por la Cumbre Mundial de la ONU en 2005, lo que consagró su legitimidad internacional. La norma de la responsabilidad de proteger ha sido invocada en numerosas resoluciones de la ONU y ha justificado múltiples acciones militares colectivas, especialmente en África.

¿Se aplica este principio al caso venezolano?  Es innegable que el gobierno de Maduro se ha convertido en una grave amenaza al bienestar y a los derechos humanos de los venezolanos. La bien documentada represión sistemática de manifestantes y líderes de oposición y la crisis humanitaria que experimenta Venezuela son pruebas incontrovertibles que el estado venezolano ha incumplido gravemente sus obligaciones internacionales.  Adicionalmente, sus acciones tienen una fuerte afectación regional al traspasar los costos de su irresponsabilidad y cinismo a los países cercanos. Es cierto que la responsabilidad para proteger identifica como causales manifestaciones de genocidio étnico, un fenómeno ausente en Venezuela.  No obstante, la aplicación de la norma no se ha limitado a casos de represión étnica o religiosa. M. Gadafi en Libia suscitó una intervención militar de la OTAN, con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, por masacrar a pocos cientos de sus opositores políticos.

Así en principio, el comportamiento del gobierno de Maduro y su impacto podrían justificar una intervención humanitaria militarizada. Pero una intervención humanitaria de esta índole puede justificarse en términos de acoplamiento a la norma de derecho internacional, pero carecer de viabilidad. Desafortunadamente, ello ocurre en este caso. Para empezar, como en el caso Siria, el Consejo de Seguridad se dividiría ante esta opción, con Rusia, China y varios miembros no permanentes en contra. Si la intervención humanitaria se intentaría operar a nivel regional, la norma de la no intervención y la oposición a cualquier involucramiento de EEUU serían obstáculos casi insuperables.  Aunque las corruptas Fuerzas Armadas Bolivarianas y los matones de los círculos bolivarianos seguramente se disolverían ante una fuerza interventora con verdaderas capacidades militares, el descalabro de Venezuela es tal que una reconstrucción del país—que formaría parte de cualquier proyecto de este tipo—sería costosísima. Quien interviene, reconstruye.

Ante la imposibilidad de la intervención humanitaria, ¿qué respuestas internacionales subsisten? El horizonte de expectativas no es alentador. Por más que el Grupo de Lima intente aislar diplomáticamente a Venezuela o que EEUU sancione a los altos mandos venezolanos, los precios moderadamente altos del petróleo y el apoyo diplomático de Rusia y China, impedirán un colapso del régimen de Maduro en el corto plazo. Una nueva oportunidad para el cambio vendrá acaso con las próximas elecciones presidenciales y dependerá de la capacidad del régimen de asegurar su coalición clientelar y la lealtad de los militares ante las renovadas presiones internas y externas. Claro que se trata de jugar al mismo juego esperando que el desenlace sea distinto, lo que casi nunca ocurre. Mientras tanto, la catástrofe que golpea a los venezolanos y su regionalización se ahondarán.

4P. desea la bienvenida a Carlos Espinosa como columnista. Él es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ.

6 Comments

  1. Mientras haya algo que robar en Venezuela, Maduro y su pandilla de civiles y militares corruptos no saldrán del poder, cada día que pasa a estos delincuentes les entra millones de dólares; los grandes organismos mundiales no actúan efectivamente y solo ven impávidos los asesinatos y robos de ese narcogobierno, creo que solo una intervención militar como en Panamá y Libia sería la gran solución; las bandas paramilitares creadas por Maduro se desbandarían al primer disparo, además el soldado común que es la gran mayoría del ejército no combatiría para defender a la oficialidad corrupta.

  2. Carlos muy acertado tu enfoque. Felicitaciones por tu incorporación a 4 pelagatos que cada vez crece con personalidades de gran criterio y análisis

  3. FABULOSO!! Finalmente un análisis preciso y muy racional. Que los miedosos adeptos al no intervencionismo carguen en sus conciencias con la pavorosa realidad de los venezolanos gobernados por un Narco Régimen Ladron y Asesino

  4. Oye maduro! No va la sanción por el hecho de que esa mujer,la flores,sea tu esposa, sino porque esa alimaña es tu infame cómplice . MALDITOS ZÁTRAPAS LADRONES!

  5. Muy buen análisis y opinión muy personal,una intervención militar en Venezuela le haría bien porque no se va en contra de un pueblo sino que, se sacaría a una banda de maleantes del poder y darle a pueblo el lugar que ellos se merecen..un ejemplo reciente es el caso de Panamá..Momento de meditar..

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