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Ir al Fondo para no ir al fondo

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Los dueños de capital y los intermediarios que evalúan riesgos y sugieren hacer o no hacer inversiones no comen cuento. Miran realidades, cifras y certificaciones de organismos o entidades que generan confianza. El presidente Moreno y más su actual equipo económico, han sido prolíficos en declaraciones y en expresión de buenas intenciones en el propósito de corregir las dolosas medidas de política económica ejecutadas durante el correísmo. Reducir gasto estatal y reducir su rol en la economía, reestructurar la deuda pública, virar el modelo hacia el protagonismo del sector privado. Las encuestas de opinión reflejan que la credibilidad en el Presidente se ha deteriorado estruendosamente porque los hechos no acompañan a los dichos.

Igual incredulidad se nota desde el exterior. La operación de créditos con Goldman Sachs, que recibió documentos de crédito por 1.200 millones de dólares por un desembolso de 500 millones de dólares, muestra que no hay confianza en la capacidad de pago, porque no hay confianza en que hay verdadera disposición política de ejecutar los ajustes que la situación exige.

El FMI que Jaime Nebot estigmatiza (seguramente porque en 1999 el entonces Director-Gerente, Michel Camdessus, calificó de absurda su propuesta, que luego fue ley para sustituir el impuesto a la renta por el impuesto a la circulación de capitales y que fue el puntillazo final para la crisis bancaria), es un ente burocrático de tecnócratas que, en muchos casos, han experimentado recetas y se han equivocado. No obstante, para los inversionistas y analistas de riesgos y para la banca multilateral es la entidad que audita y certifica que un país cumple con las condiciones de manejo fiscal, que aplica y sostiene las medidas que garanticen capacidad de pago de los créditos. Su aval es fundamental para generar confianza que es lo que Ecuador no ofrece.

Siempre hay prejuicios (que son tontos por ser prejuicios), en relación al rol imperial que se le atribuye al FMI o de heraldo neoliberal. Lo cierto es que –y así funciona la realidad– una entidad que también presta recursos, está obligada a exigir que una economía sea disciplinada, que sus gobernantes sean responsables, que no exista uso clientelar de los recursos estatales y que una sociedad en su conjunto, reconozca que –con su anuencia sea como votante, beneficiario o extorsionador político– la crisis fue provocada dentro del país y que la solución exige sacrificios.

El presidente Moreno no tiene la voluntad para que su equipo económico busque ese aval internacional. Se combina a sus prejuicios socialistas, el chantaje político, paradójicamente tanto de la derecha populista como de la izquierda. Y es evidente la falta de liderazgo de su equipo económico que asumió funciones con la expectativa que se enfrentaría la crisis con decisión y solvencia.

No hay duda sobre la necesidad de financiamiento. Pero es responsable exigir que el incremento de la deuda no sea una solución de corto plazo –que sirva para salir al paso de las urgencia de gasto– sino que se ejecute en aplicación de un programa de reforma estructural, del gasto estatal y de medidas para crear confianza para inversión. La contracción no se ha hecho en el gasto corriente sino en el de inversión que, de alguna forma, tiene un efecto multiplicador en la economía. Pero tampoco existe iniciativa del gobierno en proyectos de obra pública en los cuales se involucre rápidamente empresa privada que los financie y construya. Salvo la necedad de ocupar tiempo y recursos en vender el proyecto de la Refinería del Pacífico y un proyecto reconstrucción de varios tramos entre algunas ciudades del litoral, no aparecen otros que se promuevan para inversiones.

Tampoco se percibe intención alguna de corregir el error conceptual del proteccionismo, de los impuestos distorsivos y, menos aun, de proponer cambios en las leyes laborales, aparte de esta lentitud que será onerosa para los más pobres, por la evidente contracción del empleo, y para los profesionales jóvenes calificados que no encuentran un trabajo. La economía ecuatoriana no es competitiva y es costosa para la producción. Realidades evidentes. Así como es evidente que el presidente Moreno no tiene decisión ni capacidad de gestión para resolverlas.

Hay que ir al Fondo para forzar que el país tenga un programa económico, para que existan compromisos de ajustes urgentes, rendición de cuentas sobre sus cumplimientos, y sobre todo, obtener el certificado de confianza que reducirá la percepción de riesgo no solo para otras fuentes de financiamiento público, sino para proveedores del sector privado que reducirán tasas en créditos en la compra de materias primas y bienes de capital. Para no ir al fondo.

Diego Ordóñez es abogado.

3 Comments

  1. No es bueno el fondo o son malos quienes acuden al fondo . Vale más para el Ecuador que acuda al fondo para alquilar sus funcionarios , los contratamos y les exigimos resultados . Al fin de cuentas siempre será más barato privatizar las gestiones que vayan en la dirección de superar este circulo eterno de préstamos corruptos, hacernos de deudas es el mejor negocio , entiéndase por la producción de más pobres. En esta coyuntura se me ocurre pensar en la frotación de manos de nuestra banca , por ahora ya mismo fijan tarifas para el manejo del dinero móvil , ganancia segura ; clase media en caída libre.

  2. Supongamos que el Fondo nos ayuda a reorganizar las deudas del Estado. Muy bien, pero ¿se reducirá el gasto público? Bien sabemos que ese el problema fundamental del país y no creo equivocarme que un rescate del Fondo lo único que hace es prorrogar el problema. Para los que creemos, y le incluyo a Ud., que el gobierno debe agresivamente reducir su intervención en la economía, es preferible que el FMI venga sólo cuando las reformas económicas comiencen a ser verdaderamente puestas en marcha.

  3. No sé cómo haya cambiado el FMI, pero lo cierto es que “poco caso” hicieron los gobiernos totalitarios para reformarse. Decenas de casos en los que el FMI salía al rescate de gobiernos dictatoriales, “exigía” reformas (neoliberales, por supuesto) pero los gobiernos hacían unas cuantas para maquillar su corrupción, volvían a desequilibrar el presupuesto porque sabían que el FMI regresaría a su rescate. El FMI creó así un peligro moral (moral hazard) que fue utilizado a menudo y no sé si el “nuevo” Fondo haya tocado su propio fondo.

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