Personas, empresas, fondos de inversión, gobiernos, bancos y otros actores que cuentan con recursos para otorgar créditos a los países, a fin de asegurar sus inversiones, acuden a referentes confiables que les permitan medir la capacidad de pago de los mismos. Esta función, a través de la Calificación del Riesgo Soberano, la cumplen empresas como Standard & Poor’s, Fitch y otras.
La calidad crediticia de un país, se mide mediante ciertos grados, que, mediante letras, determinan la capacidad de pago de los créditos en moneda extranjera concedidos a los países. Cuando un país tiene una calificación entre A- y AAA o BBB- a BBB+, ha alcanzado el deseado Grado de Inversión, el cual lo ostentan Chile, Colombia, México, Panamá, Perú y Uruguay. Estos países tienen niveles elevados de solvencia y calidad crediticia.
Hay países calificados entre BB- y BB+, que, al encontrarse en un grado especulativo o de no grado de inversión, no obstante que pueden pagar sus deudas, enfrentan inestabilidades que pueden afectar su riesgo crediticio. En esta condición se encuentran Bolivia, Brasil, Costa Rica y Paraguay. Los países calificados entre B- y B+, al tener grado de no inversión o especulativo, son más vulnerables a condiciones adversas que pueden limitar su capacidad de pagar sus deudas. En esta poco deseada situación están Argentina y Ecuador. Venezuela tiene la calificación SD, lo cual representa el impago restringido de algunas obligaciones.
Ecuador, tiene un tortuoso camino que transitar para alcanzar el Grado de Inversión, desde su lamentable calificación de B-, que ubica a sus bonos soberanos en la calidad de basura. Graduarse de A, sólo será posible con tasas de crecimiento económico razonables y sostenibles, reducción de su vulnerabilidad y dependencia del petróleo y del flujo de dólares externos, mejoras notables en su productividad y competitividad, plenas garantías a los derechos de propiedad y seguridades a la inversión, reducción de su nivel de endeudamiento que cambie su negro historial de default, cuentas públicas sostenibles que alcancen el superávit fiscal, aumento de las reservas en el Banco Central, efectividad del Gobierno para implementar políticas; y, en general, con un entorno macroeconómico e institucional estable y vigoroso.
Además de los agobiantes deberes descritos, el riesgo-país (EMBI), es un importante factor determinante en la calificación crediticia de un país. Al colocar Bonos Soberanos, el EMBI refleja la tasa adicional de interés que debe pagar el Ecuador, por encima de la tasa de los Bonos del Tesoro Americano a 10 años -alrededor del 3 por ciento-, diferencia llamada también spread. Al escribir esta columna, el riesgo-país del Ecuador era de 6,5 por ciento; esto es, para colocar Bonos Soberanos a efectos de financiar el déficit, habría que pagar una tasa de interés superior al 11 por ciento. Ecuador tiene $14.750 millones en Bonos Soberanos por los que se paga al año $1.300 millones de intereses entre el 7,87 y 10,75 por ciento. En enero de este año, Chile emitió $2.000 millones en Bonos a 10 años con el 3,24 por ciento de interés. Chile tiene un riesgo-país de 1,2 por ciento, Perú de 1,1 por ciento y Colombia de 1,7 por ciento.
Una Calificación de la Deuda Soberana en moneda extranjera con Grado de Inversión y un bajo riesgo-país, son referentes fundamentales para atraer inversión extranjera directa y conseguir financiamiento menos oneroso para cubrir el déficit público, pagar las amortizaciones de la deuda pública y facilitar operaciones de mercado que permitan reducir los costos de usura de los actuales Bonos Soberanos.
Una buena calificación de la deuda externa y un bajo riesgo-país, son requisitos imperativos para el crecimiento económico, un fisco saludable y la prosperidad de los sectores vulnerables y de toda la sociedad. El abundante ingreso de dólares al país, será en el futuro el elixir vital para la sobrevivencia económica de la nación. Un riesgo-país bajo permite a las empresas impulsar sus actividades productivas internas y de exportación, mediante el financiamiento externo a menores costos.
En este nuevo ciclo de escasez y recomposición institucional, económica y fiscal, un flujo abundante de inversiones internas y externas que impulsen un elevado crecimiento de la economía, no será posible sin emprender el camino hacia el Grado de Inversión y un bajo riesgo-país similar a los países que compiten por atraer inversiones. En las últimas décadas, el Grado de Inversión sólo fue para el Ecuador una utopía secular. La mirada del Gobierno aún no alcanza la fortaleza necesaria para que la utopía del Grado de Inversión tenga fecha de caducidad. El Gobierno no tiene otra opción que la de comenzar a escribir la imperativa historia para graduarse de “A”, país atractivo para invertir, que debe partir de su propio convencimiento y de la irradiación de este empeño en todos los estamentos de la sociedad, a fin de que este requisito del progreso, prenda como hábito de la razón y del corazón.
Jaime Carrera es economista.
Simple y brillante análisis. Nada mas agregaria que un primer paso para dar muestras de voluntad por corregir esta calificación, seria coser el hueco en el saco que significa mantener setecientos mil parásitos en el sector público. Quien va a querer prestar para “invertir en el sector público”.
Prestarle dinero al gobierno, me parece algo poco inteligente e inmoral.
El gobierno puede decidir que no le da la gana de pagarte, y te jodiste (v. el caso del Sr. Penades).
El gobierno puede usar ese dinero para financiar guerras o simplemente para pagarle a burócratas parásitos.
Ese crédito se desvía a consumos absurdos, en vez de redireccionarse a negocios productivos, que tendrán que pagar una tasa relativamente mayor, dificultándose así la generación de riqueza.
¿Prestarle dinero al monopolio de violencia? ¿A quien maneja las cortes?
Mala idea…
Es una descripcion realista,objetiva de la incapacidad de Ecuador para atraer inversiones u obtener prestamos convenientes.
El riesgo pais nuestro es cinco veces el de Chile.