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Bolsonaro en perspectiva ecuatoriana

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La llegada de Bolsonaro al poder no sólo desata una serie de predicciones catastróficas sobre el futuro de Brasil. Sirve también para que en Ecuador, casa adentro, afloren todos los valores cívicos que nos distinguen: el respeto a las diversidades sexuales, la comprensión amplia de los derechos de los migrantes, la tendencia cada vez mayor a posicionar la no discriminación de las mujeres en la agenda pública nacional. En lo político, vamos incluso más allá. Evidenciamos a propios y extraños cuán tolerantes somos con la opinión ajena y cómo hemos aprendido a vivir bajo el necesario constreñimiento de las instituciones y sus reglas. En definitiva, la llegada de Bolsonaro nos ha servido para tranquilizarnos como país pues, la sociedad de la exclusión y de la verdad única, en Ecuador está ausente. Acá un fenómeno como el de Brasil es improbable. ¡Qué tranquilidad!

Pruebas al canto. Luego de una década en la que la intransigencia y la poca apertura a la crítica fueron la tónica, ahora, se dice, la opinión contraria al gobierno es recibida de forma distinta. Antes, el juicio penal y la calumnia eran la respuesta a cualquier expresión de disidencia. Ahora, sin embargo, es el adjetivo peyorativo y esencialmente la vinculación con Rafael Correa, sus boys y girls, lo que se le atribuye a quien señala las debilidades del gobierno y osa indagar en las costuras del poder. Si antes, hasta mayo de 2017, no estar en la línea de Carondelet nos colocaba como parias y enemigos del buen vivir, ahora la posición crítica ubica inmediatamente a quien la plantea como un abierto propulsor de la inestabilidad presidencial. En definitiva, para ser considerado demócrata hoy por hoy es necesario defender a pie juntillas todo lo que el gobierno propone. Esa es la visión correcta de la política, de la democracia. ¡Qué bien! Estamos muy lejos de la intolerancia de ese monstruo llamado Bolsonaro.

En lo social pasa algo similar. Ecuador acepta las diversidades y las procesa de la forma más deliberativa y tolerante posible. Acá, a diferencia del país de Bolsonaro, los espacios para otras opciones sexuales y el ejercicio de sus derechos cada vez se amplían más, por supuesto. Respetamos a los GLBTI, pero de lejos, sin involucrarnos con su problemática. Si lo haces eres parte de “ellos”. Hay que darles espacios de opinión pero no en mi casa, no en mi escuela, no en mi barrio. Con los migrantes el tratamiento es algo parecido. Abrimos el país a los extranjeros, los recibimos con los brazos extendidos aunque creemos que el gobierno debería hacer algo pues nos reducen los espacios de trabajo y alteran el apacible ambiente en el que vivíamos hasta antes de su llegada. ¡Qué diferentes somos al Brasil de Bolsonaro en este tema!

De las mujeres ni qué hablar. En Ecuador cada vez hay más actoras en la política, en los partidos, en los ministerios (ironía en su máxima expresión). Bien distantes estamos en este campo respecto al Brasil de estos días. Acá defendemos los derechos de las mujeres… aunque a veces ya exageran en sus peticiones, sobre todo en las relativas a derechos sexuales y reproductivos. Por eso es que, en ocasiones, si calza el apelativo de “feminazis”… y lo aceptamos. En derechos de indígenas y afro descendientes también debemos estar tranquilos. Esos discursos excluyentes que se escuchan por el país de Bolsonaro acá son parte del pasado. En Ecuador nadie trata ya con displicencia a las minorías étnicas. Los respetamos y jamás el color de la piel implica una forma de discriminación laboral, social o de otro orden. Sin embargo, cuando hay que ofender a alguien no hallamos mejor opción que tildarlo de “longo” o “montubio”.

Y así podríamos seguir la larga lista de diferencias que tenemos respecto al Brasil de Bolsonaro. Esa larga lista en las que nos auto engañamos para no observarnos como la lamentable sociedad de intolerancia que hemos construido y que la década pasada contribuyó firmemente a consolidar. Ellos gobernaron en función de la exclusión a la opinión distinta. Ahora, que se tiene la posibilidad de dar un cambio, lo que varía son sólo las formas pero la visión dualista de la política se mantiene. Por eso un altísimo funcionario público tacha a una asambleísta en TV, diciéndole que le hace el juego a Correa por posicionarse en la oposición. Por eso la crítica desde la opinión pública respecto a las actuaciones que vienen desde Carondelet es observada como parte de la conspiración para derrocar al gobierno.

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Si seguimos así, con esta excluyente e intolerante comprensión de la política, de los derechos de las minorías, de la disidencia, pronto un Bolsonaro estará por estos lares. Pronto ese discurso que ahora nos asfixia será el elixir de los votantes. Pronto, muy pronto, el Brasil que ahora nos aterra será el Ecuador del mañana. Si no hay un cambio, a la vuelta de la esquina estaremos con un discurso xenófobo, machista y excluyente como eje de campaña electoral. Si la tolerancia no se posiciona como eje de acción pública, el Bolsonaro a la ecuatoriana tiene el camino abierto para incursionar en un país acostumbrado a virar el rostro frente a la triste realidad que le acecha.

Santiago Basabe es académico de la Flacso. 

6 Comments

  1. El correismo tomó lo peor de los gobiernos autoritarios: control total de todas las funciones del estado, asociaciones, universidades, fuerzas armadas, gremios etc. Ya estaba creando sus comités barriales revolucionarios- a propósito, qué pasó con los 10 mil fusiles “donados” en el terremoto? – control o eliminación de todos los medios de comunicación, diseminación de agentes correistas entre toda la burocracia, los cuales siguen operando. Etc etc. A esto le agregó la corrupcion del tamaño del Chimborazo y la incompetencia, apoyados de principio a fin por los choferes ( lastre histórico de esta patria) estuvimos a un tris de terminar como Venezuela o Nicaragua. Ahí el experimentado bolchevique y curuchupa Patiño era el sumo sacerdote.? No lo ven, verdad ?? Jamas se puede dejar de ver que la mitad de los gobernantes actuales eran correistas rabiosos, y no se debe dejar de criticar su complicidad con la impunidad de sus “compañeritos”, pero de ahi a hacerle el juego a la hiena del ático hay un abismo. Hay que ser claro que exactamente se critica. Cordialmente

  2. Los políticos son los los causantes del futuro de un pueblo y en Brasil LULA
    Les fallo, el pueblo no se equivoca y duela a quien le duela Chile tocó fondo con Allende y Pinochet .
    Tuvo que correr mucha sangre para tener el Chile de hoy.(soy ecuatoriana).

  3. Comparto plenamente este valioso punto de vista sobre el futuro de nuestro pais, si es que no consolidamos el discurso politico tolerante, tambien respetuoso, equilibrado y no sectario.

  4. Una radiografía descarnada , pero muy cierta ,de la realidad ecuatoriana . Felicitaciones por este artículo , que debe obligarnos a ser mas críticos y objetivos sobre la misma .

  5. Y lo peor del asunto es que usted tiene razón, señor Catedrático.

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