La Navidad es una fecha de contrastes: basta recorrer los lugares comerciales del país para caer en cuenta de que tempranamente se encuentran activados comercios de todo tipo. En calles y locales, se venden objetos presentados en formas creativas que tratan de captar la atención del consumidor. Hay de todo y para todos los gustos, y también para todas las economías.
Parecería que la crisis económica del país nos está dando a todos una tregua por unos días, pues, encandilados y abrumados ante las luces, música y mercadería, logramos abstraernos de la realidad diaria, y empezamos a vivir una ilusión pasajera de bonanza, aferrados a la ilusión de que continúa la opulencia del boom petrolero que tuvimos en los recientes diez años. Esa bonanza que debió habernos sacado de la pobreza definitivamente y que por el contrario saqueó las arcas del Estado y enriqueció los bolsillos de unos pocos funcionarios.
Pero apenas logramos salir del destello de las luces y del ruido, nos enfrentamos a una realidad bastante distinta de lo que quisiéramos que fuera cierto.
Los ciudadanos seguimos viendo semáforos concurridos de hermanos migrantes y connacionales que, desesperados ante su situación, tratan de obtener unos centavos que les permita alimentar a su familia. Los peajes por su parte, están llenos de vendedores que se disputan la atención de los conductores, muchas veces poniendo en riesgo su propia integridad personal, revelando un contexto de exclusión y desamparo.
El Ecuador navideño de este año, se decanta por un país con pocas certezas y mucha incertidumbre. Los ciudadanos nos estamos apretando los bolsillos antes de pensar en hacer una compra importante; pensamos muy bien si vale la pena invertir en obsequios y más de una vez preferimos mirar las luces y los brillos, escuchar contentos las canciones de fondo y apurar el paso para seguir de largo, porque no sabemos si vamos a contar con recursos –y en muchos casos con trabajo– en un futuro cercano.
En el seno familiar, muchos siguen la tradición de escribir sus listas de regalos, según sus creencias, con la esperanza de que les sean concedidos uno a uno sus deseos. Tal costumbre propia de nuestro pueblo, bien puede ser replicada por parte de los ciudadanos en estas fechas. Por eso y apelando a la magia de estas fechas, si los ciudadanos pudiéramos ensayar una lista de peticiones, sin duda obtendríamos una interesante misiva llena de importantes regalos que todos quisiéramos obtener para el país, cuyo contenido podría ser más o menos así:
- Un costal infinito de transparencia y valores que venga con una buena yapa de funcionarios honestos, de jueces probos, de políticos virtuosos y de ciudadanos comprometidos.
- Un manual de ética que sea hecha de un material indestructible y que no pueda ser modificado por ningún funcionario.
- Una caja dorada con un plan económico claro, que resuelva el déficit actual y venga adornada con soluciones inmediatas a los problemas que nos aquejan.
- Una receta efectiva para adelgazar al Estado que no acepte trampas ni vericuetos.
- Un fardo de libertad de expresión para que nuestros periodistas puedan investigar, criticar e informar ampliamente.
- Una dosis grande de tolerancia para empezar a vivir todos desde la lógica del respeto a la diversidad y al disenso.
- Un Costal de ciudadanos honestos que acepten ser candidatos y mejoren el ejercicio de la política.
- Una vacuna en contra de la demagogia y el clientelismo para que los ciudadanos no nos dejemos embaucar.
Sería ideal que todas estas peticiones pudieran ser concedidas porque, de ser así, tendríamos asegurada la estabilidad democrática, se resolverían nuestras angustias económicas y las oportunidades para todos vendrían por añadidura. Sin embargo, la realidad nos obliga a reflexionar que en el país convivimos con inequidad y exclusión, y esto se ve más acentuado en estas fechas.
Cuando el brillo y las luces se apaguen, cuando las listas se descarten, las necesidades de nuestra democracia con seguridad seguirán siendo las mismas. Por lo tanto, sería bueno tener presente nuestras peticiones democráticas navideñas, porque su contenido, al menos por ahora, no debe perder vigencia.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.
Quisiera que Ud., como analista política, ponga en tapete la siguiente pregunta: Porqué, sabiendo que la corrupción echó raíces basándose en leyes y reglamentos dictados en él gobierno pasado, el actual gobernante y la asamblea no hacen nada por derogarlos? Parece que les conviene seguir en dicha corrupción.
Estimada Ruth, esa lista que usted ha puesto es lo que necesita el Ecuador y muchísimos países del planeta, solo así tendremos una mejor humanidad, dentro de un mundo digno de vivirse por la totalidad de la gente.
Ruth : Ud y nosotros aspiramos un Ecuador de mejores dias. No es fácil pero tampoco imposible.Desde mi punto de vista, necesitamos una clase política honesta y sensata.
Feliz Navidad y venturoso año Nuevo.