Las relaciones Ecuador-EEUU han experimento un giro dramático en los últimos meses. En este cambio, ha incidido tanto el proceso de descorreización como la política hacia América Latina de Donald Trump.
El correísmo tomaba su imagen de EEUU de la retórica castrista de los años 60. Todavía en el nuevo milenio, los correístas hacían eco a las consignas que Radio Venceremos había trasmitido en onda corta décadas antes. Buscaban que Ecuador sea como Cuba, un “territorio libre del imperialismo yanqui”. Nunca se dieron cuenta de que este quijotesco relato anti-norteamericano respondía a las especificidades de la historia cubana: su cercanía a EEUU y el estatus de virtual protectorado con el que arrancó su vida poscolonial la isla caribeña. A pesar de su pasión por la música folclórica, la izquierda ecuatoriana, heredera del foquismo, pensaba que estaba en la orilla del Caribe y no en los recónditos valles de los Andes.
La lucha contra el imperialismo en el momento correísta tuvo una serie de efectos reales. La base de Manta fue desmantelada; anti-narcóticos e inteligencia militar fueron reorganizados para exorcizar la presencia de las agencias de seguridad de EEUU; la opción de un TLC Ecuador-EEUU fue definitivamente abandonada y una embajadora norteamericana fue expulsada. Es posible que era necesario replantear la relación con EEUU, pero las medidas del correísmo resultaron en un distanciamiento innecesario con el principal socio comercial del país.
Con Lenín Moreno y su estrategia de descorreización, la relación con EEUU se ha desideologizado. No obstante, el engranaje bilateral actual es fruto no solo del esfuerzo del gobierno morenista de diferenciarse del correato, sino también de la política de Trump hacia América Latina. El sello de la política exterior de Trump es una mezcla de aislacionismo y la búsqueda de acuerdos bilaterales ventajosos para EEUU, como también de amistades personales con líderes con quienes Trump siente una afinidad personal. A la inversa, mantiene una actitud de enemistad con algunos regímenes que no tolera, como el de Irán. ¿Cómo inciden estas actitudes en las relaciones de EEUU con América Latina y Ecuador?
El interés de la administración Trump en este continente se centra claramente en México. Trump ha insistido en renegociar Nafta y en que México contribuya a cortar el flujo migratorio sur-norte. Con los otros países clave de la región, han primado las buenas relaciones personales con los nuevos presidentes de derecha: Macri y ahora Bolsonaro. El régimen de Maduro, en cambio, es como Irán, uno de esos gobiernos abiertamente hostiles a EEUU que Trump no soporta y que está dispuesto a boicotear.
En el caso de Ecuador, EEUU ha encontrado en Lenín Moreno un socio confiable en el esfuerzo de aislar a Maduro; y para una renovada lucha contra el narcotráfico. Fuertemente asociado a los temas anteriores, está la opción de un trato bilateral comercial. La renovada lucha contra el narcotráfico de EEUU se entrelaza con la epidemia de opioides que azota a EEUU. Como ha mencionado Michael Shifter, los opioides son productos farmacéuticos que no vienen de América Latina, pero que de todas formas han empujado a los políticos norteamericanos a mostrarse nuevamente como adalides de la guerra global anti-narcóticos.
Adicionalmente, el área andina está experimentando un auge de cultivo de coca que preocupa a EEUU. Este nutre un consumo en aumento en los mercados tradicionales, como EEUU y Europa, y en mercados más recientes como los barrios marginales de Rio de Janeiro y Buenos Aires. A estos mercados, hay que añadir los nuevos espacios de expansión del tráfico de cocaína: China y Asia en general.
Como resultado de las coincidencias entre las prioridades morenistas y de la administración Trump, ha brotado una relación fluida. EEUU está asistiendo a Ecuador afrontar la violencia en la frontera norte. Ecuador, de manera recíproca, ha permitido a EEUU retomar la vigilancia área de la costa del Pacifico. Y los dos países están dialogando sobre un acuerdo comercial bilateral. Claro que este último enfrenta algunos escollos, como la preferencia de EEUU por acuerdos que aseguren una balanza comercial favorable para ese país y la ausencia actual de un convenio bilateral de inversión. No obstante, Ecuador tiene una ventaja frente a otros países en las negociaciones comerciales con Trump. Al tener una economía insignificante, la existencia de una balanza comercial bilateral ventajosa para Ecuador, no es vista como un verdadero problema por EEUU. Ninguna persona pensante puede ver con buenos ojos a Trump. Pero en las relaciones internacionales hay que cooperar con los Estados con los que se comparten intereses reales, como, en este caso, el repudio a un régimen violador de los derechos humanos, la lucha contra el tráfico de drogas duras y una relación comercial provechosa.
Carlos Espinosa es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ.
Creo q la misión de un presidente es tomar desiciones aveces dolorosas ,pero necesarias para la mayoría del bien común . Dolió mucho lo q paso a los periodistas de Comercio ,con su sacrificio nos hizo ver q teníamos una fisura grande en en nuestras fronteras .
Pero es hora de cerrar este nefasto acontenecimiento , no estoy deciendo olvidar pero si dejar q los organismos competentes hagan su trabajo
En serio, hay que cooperar con el gobierno de Trump? de Trump??
Gracias, pero no. Nunca.