Del muy célebre y no menos criticado teórico del fin de la historia, ahora llega la versión de la historia no había terminado y aún tiene mucho futuro por delante. Se trata de Francis Fukuyama, el politólogo que sostuvo en “El fin de la historia”, una de las publicaciones más comentada y de la historia de las ciencias políticas que, una vez muerto el fascismo en 1945 y el comunismo en 1989, ya nada detendría el éxito del capitalismo y la democracia liberal. Ese se suponía que sería fin de la historia ya que no habría más fuerzas opuestas moviendo la historia.
Aquello, sin embargo no ocurrió y 20 años más tarde Fukuyama parece sostener lo contrario. Fukuyama lanzó su más reciente libro en 2018: “Identidad: la demanda de dignidad y la política del resentimiento”. En su flamante obra, el académico de la Universidad de Stanford sostiene que el liberalismo y la democracia liberal sufren una grave crisis y que su amenaza ya no son las corrientes ideológicas contrarias, como lo fueron en su tiempo el fascismo y el comunismo sino los sentimientos de identidad agredida o de resentimiento que tienen grupos que se sienten marginados, ignorados o agredidos. La defensa de la identidad agredida, está convirtiéndose en muchos países y sociedades en la principal fuerza movilizadora. Ya no se hace política desde los principios de la democracia liberal sino desde el resentimiento, sostiene Fukuyama quien afirma que aquello es la amenaza más grande de la democracia liberal y occidental. Por ejemplo, muchas veces las minorías sexuales ponen por delante sus sentimientos de la identidad de grupo agredida al principio de la libertad de expresión cuando exigen que se prohiba cierto tipo de publicaciones o de lenguaje que consideran que los agrede. El tema del que habla Fukuyama también puede aplicarse al caso de quienes pertenecen a asociaciones que defienden a los animales y que han dicho que no deben usarse expresiones supuestamente agresivas con los animales como el “matar dos pájaros de un tiro”.
Mientras la identidad nacional está basada en principios políticos liberales que vienen desde la época de la ilustración, el grupo o el clan que se siente agredido piensa que su resentimiento está por encima de esos principios que son la base de la democracia occidental. Esta tendencia, sostiene Fukuyama, comenzó cuando el sistema liberal, que parecía invencible, empezó a fallar a ciertos grupos e individuos. Fue la Gran Recesión del 2009 en los EEUU, la crisis de insolvencia financiera en Grecia y el inmenso fenómeno migratorio que se desató a durante la primera década del 2000 lo que desencadenó la explosión de descontento y resentimiento.
Estas crisis deterioraron la reputación de las democracias liberales, en especial la de EEUU y de la Unión Europea. Ante esta “recesión democrática”, como la llama Larry Diamond, los países autoritarios, liderados por China y Rusia se hicieron mucho más asertivos y con más confianza en sí mismos. China empezó a promover su modelo, particularmente anti democrático, como un camino al desarrollo y riqueza, mientras que Rusia atacaba el “liberalismo decadente” de la Unión Europea y de los EEUU. Tras estos fenómenos, varios países que parecían tener democracias liberales exitosas durante los 90 dieron marcha atrás hacia gobiernos autoritarios, entre esos Hungría, Turquía, Tailandia y Polonia. La primavera árabe se truncó y surgió Isis en el mundo musulmán.
Pero lo más sorprendente y más significativo durante estos años fueron el Brexit en Inglaterra y el triunfo de Donald Trump en los EEUU. En ambos casos, los votantes estuvieron motivados por preocupaciones económicas, sobre todo de los sectores más golpeados por la desindustrialización. Pero igualmente importante ha sido la oposición a la inmigración lo cual ha sido visto como una amenaza a los puestos de trabajo en gran parte de Europa, pero también como un factor de pérdida de identidad cultural. Esto ha generado el aparecimiento de partidos anti migratorios y anti europeos en países desarrollados: el Frente Nacional en Francia, el Partido de la Libertad en Holanda, Alternativa para Alemania y el Partido de la Libertad en Austria.
La política durante el siglo XX se había organizado, según Fukuyama, por el choque entre la izquierda que ha querido más equidad y la derecha pidiendo más libertades. El progresismo se enfocó en los trabajadores, sindicatos, y los partidos social demócratas buscaron más protecciones sociales y redistribución económica. La derecha, en cambio, estuvo más interesada en reducir el tamaño del gobierno y de incentivar el sector privado. En la segunda década del siglo 21, esta discusión parece estar mutando en varias partes del mundo a una distinta definida por la identidad. La izquierda ha dejado de enfocarse tanto en la equidad económica y cada vez más en la promoción de intereses de un amplio rango de grupos que son percibidos como marginados: negros, inmigrantes, mujeres, latinos, comunidad LGBT y refugiados, entre otros. La derecha, por su lado, se está redefiniendo a sí misma como la fuerza patriota que busca proteger la identidad nacional traicionada que, muy a menudo, está explícitamente conectada con la raza, la etnia o la religión.
La globalización trajo perdedores, es la reflexión de Fukuyama quien piensa que hay otras cosas que importan a los seres humanos y que explican lo que pasa en el mundo. Esto puede llamarse la política del resentimiento. En varios de estos casos, un determinado líder político ha movilizado a sus seguidores a través de la percepción de que la dignidad del grupo ha sido agredida o despreciada. El resentimiento incuba las demandas por reconocimiento público de los grupos en cuestión. Un grupo humillado que busca la reparación de su dignidad tiene mucho más peso emocional, dice Fukuyama, que personas tratando de mejorar económicamente.
Aquí un extracto del libro (en inglés)
El resentimiento ha sido también una poderosa fuerza en países democráticos, basta ver lo que ocurrido con los “Occupy Wall Street” o los partidarios del Brexit en Inglaterra y los extremistas anti migración en Francia.
Los practicantes de la política del resentimiento se reconocen unos a otros. La simpatía que Putin y Trump sienten mutuamente no es solo personal sino que tienen raíces comunes en el nacionalismo. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán sostiene que el éxito de Trump se debe a que pertenece a las élites nacionales patrióticas no a las élites globalizadas y globalizadoras. Estas identidades puede ser muy variadas y están basadas en la nacionalidad, la religión, la etnicidad, la orientación sexual o el género. Son todas manifestaciones de un fenómeno común: la política de las identidades.
Es evidente que en el libro de Fukuyama no se explican las razones por las que el resentimiento ha tomado tanta fuerza si éste, según lo que él mismo dice, es un sentimiento relacionado con la política que existe desde los orígenes de la humanidad. ¿Por qué pesa tanto ahora y no antes? Los problemas económicos se vuelven mucho más graves cuando van acompañados de sentimientos de indignidad y falta de respeto, sostiene el autor del libro.
El tema de la identidad o el “Thymos”, como lo llama, puede ser interpretada como la corrección que Fukuyama necesitaba para su polémica tesis de “El Fin de la Historia”. El liberalismo universal no está limitado o amenazado por ideologías contrarias, como el fascismo o el comunismo, sino por la pasión. En el “Fin de la historia”, el reconocimiento no era un problema para el liberalismo sino más bien, el medio para llegar a él. Esta vez, Fukuyama sostiene que la búsqueda del reconocimiento se trata de una amenaza para el relato liberal aunque reconoce que no siempre es negativa.
En su libro “21 lecciones para el siglo XXI”, el autor del éxito editorial mundial “De animales a dioses”, Yuval Noah Harari, hace una alusión a Fukuyama. Según él, ante la irrupción de la tecnología y de la globalización el único relato que sobrevive es el liberal, tras las muertes del relato fascista y el comunista. Ha entrado en una etapa de zozobra y dudas pero, a la postre, se impondrá porque es el único relato que tiene una opción de futuro. “El final de la historia se ha pospuesto”, titula Harari al primer capítulo de su libro. “Al final del día, la humanidad no abandonará el relato liberal porque no tienen ninguna alternativa. La gente puede asestar al sistema un rabioso puñetazo en el estómago, pero, al no tener ningún otro lugar al que ir, acabará por volver a él”. Fukuyama no debería preocuparse, entonces, tanto.
Completamente de acuerdo con el politólogo Francis Fukuyama
su más reciente libro en 2018: “Identidad: la demanda de dignidad y la política del resentimiento”. En su flamante obra, el académico de la Universidad de Stanford sostiene que
… la democracia liberal sufren una grave crisis y que su amenaza ya no son las corrientes ideológicas contrarias …sino los sentimientos de identidad agredida o de resentimiento que tienen grupos que se sienten marginados, ignorados o agredidos. La defensa de la identidad agredida, está convirtiéndose en muchos países y sociedades en la principal fuerza movilizadora. Ya no se hace política desde los principios de la democracia liberal sino desde el resentimiento, sostiene Fukuyama quien afirma que aquello es la amenaza más grande de la democracia liberal y occidental. Por ejemplo, muchas veces las minorías sexuales ponen por delante sus sentimientos de la identidad de grupo agredida al principio de la libertad de expresión cuando exigen que se prohiba cierto tipo de publicaciones o de lenguaje que consideran que los agreden.”
En nuestro medio y en todo el continente americano cohabitan resentimientos represados como ejemplo el racismo donde nuestros. indígenas han sufrido por cientos de años marginaciones en todo por parte de su “Patrones y Autoridades” a pesar que en ese lapso de tiempo, han pasado gobiernos de derecha e izquierda (“democraticos”) nada han hecho por reivindicar completamente sus derechos como personas y entes pensantes de una sociedad marginandoles e ignorandoles casi por completo.
Estupendo artículo sobre una realidad que tal vez no la percibimos , pero que está latente en el mundo entero ,y felicitaciones por el sesudo análisis a la obra de Fukuyama .
Ecuador ya esta contaminado….los sospechosos de robar al estado andan impunes y exigen pruebas, sospechosos de asesinatos y secuestro impunes reclaman pruebas, gbtl reclaman y exigen más derechos que a otras personas, los bachilleres sin universidad y nadie dice nada, la famosa oposición esperando gobernar con las mismas leyes del tirano anterior….
Correa- y es lamentable que lo nombre- generó sobre el Ecuador un efecto parecido a la contaminación que desató el accidente de Chernóbil: el peligro de su política tóxica se esparció por todo el tejido social. Sus consecuencias todavía se siguen sufriendo. Fue una década que giró alrededor del caudillo enloquecido por el poder. El periodismo serio no tuvo más remedio que enfrentarlo de manera incansable. Eso implicó que tuvieron que renunciar al enfoque de otros temas que merecían ser atendidos. La catástrofe del correato los obligó a volver sus pupilas muy provincianas. Muy comprensible postura, pero que los limitó en su ejercicio periodístico.
Fukuyama jugó a ser profeta con su afirmación que el capitalismo y la democracia habían derrotado al fascismo y al comunismo. Pero el tiempo le quitó el hierro a su rotunda predicción.
Su nueva apuesta intelectual luce más atractiva por la serie de hechos que la sustentan: el resentimiento es el motor que inspira a los pueblos cargados de frustración, miedo y odio al diferente. Un nuevo desafío que debe enfrentar Occidente. Quizás Fukuyama está más cerca del acierto que del error: a simple vista el mundo vive bajo una gran incertidumbre, crisis e inestabilidad que ha permitido la floración de hombres fuertes por todo el mundo que están dispuestos a salvar a sus pueblos de tantos peligros. Y el resentimiento es un instrumento que puede ser utilizado como arma arrojadiza tanto por los populistas de derechas y de izquierdas. Lo de ideología es un adorno que lo usan para ocultar su ansias de poder.
Sé que pocos comentarán sobre este tema- el correísmo nos volvió inermes para reaccionar fuera de la camisa de fuerza que nos impuso- de tanta importancia para entender la razón por la cual el mundo mira con asombro el renacimiento del separatismo, el nacionalismo, los prejuicios y odios raciales, amén de la agudización de las identidades. El llamado de la tribu ve en el resentimiento al poderoso motor que dice Fukuyama que ha sustituido a los viejos enemigos de la democracia liberal.
Gracias a Martín por poner a discusión este tema.