En Lima se volvió a evidenciar, este 4 de enero, el desfase de la política exterior de Lenín Moreno frente a las realidades políticas del continente. El Grupo de Lima, integrado por 14 gobiernos instó a Nicolás Maduro a no asumir la presidencia en Venezuela el próximo 10 de enero. En un documento de 12 puntos y 7 medidas, firmado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía, (México no firmó el texto), esos 13 gobiernos crearon un hecho diplomático sin precedentes para la dictadura de Maduro y Diosdado Cabello: no reconocen su legitimidad, recuerdan que el proceso electoral del pasado 20 de mayo de 2018 estuvo plagado de irregularidades que lo invalidan y confirman su respaldo pleno a la Asamblea Nacional, elegida en diciembre de 2015.
El gobierno de Lenín Moreno no adhirió al Grupo de Lima. El actual Canciller barajó dos tesis sobre la situación de Venezuela y ninguna de las dos cuajó: la realización de una consulta popular para ratificar o no el mandato de Maduro y la creación de un grupo de países mediadores que podrían inspirarse en lo que fue el Grupo de Contadora, creado en 1983 para apoyar los esfuerzos de paz en Centroamérica. Moreno y su gobierno pensaron que aislar a Maduro no resolvería el problema y, contra las evidencias del propio proceso venezolano, pregonaron seguir dialogando con la dictadura. Pues bien: el Grupo de Lima propone una salida pacífica y política: piden a Maduro que transfiera las atribuciones del Ejecutivo a la Asamblea Nacional hasta que se realicen nuevas elecciones. La solución no es con él sino que él saltadle poder.
Por lo pronto esos países han anunciado que no reconocerán al gobierno de Maduro que inicia un nuevo mandato y mantienen su condena, firme e inequívoca, del régimen que caracterizan como lo que es: una dictadura. También se comprometen a seguir impulsando iniciativas, en todos los foros internacionales, como la OEA o el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, para restablecer la democracia en Venezuela.
Un punto, preocupa a la Cancillería ecuatoriana y fue expuesto por José Valencia como argumento complementario para no adherir al Grupo de Lima: una posible intervención en Venezuela. El tiempo ha mostrado que ese temor era infundado. Y el Grupo de Lima se ha encargado de ratificar, como lo hace de nuevo en el punto octavo de su declaración, su apego a un principio: la solución al problema venezolano está en manos de los venezolanos. Pero, contrariamente a la interpretación hecha en Quito de la doctrina Roldós, el Grupo de Lima ha mostrado que los países no pueden ser ajenos a las violaciones sistemáticas por parte de un gobierno de los Derechos Humanos y que denunciarlas es su deber, como consta en los tratados internacionales. Un deber no puede ser calificado de injerencia. Por eso el Grupo de Lima vuelve sobre el éxodo provocado por la dictadura venezolana, se muestran preocupados por las consecuencias causadas en la economía y la seguridad de los países de la región y exhortan a la dictadura de Maduro a que acepte la asistencia humanitaria para prevenir el agravamiento de la crisis humanitaria.
Las siete medidas señaladas en el documento, deben preocupar hondamente al dictador Maduro: van desde restringir créditos en los organismos internacionales y suspender la cooperación militar hasta pedir medidas similares a toda la comunidad internacional. Los 13 países también urgen a la Corte Penal Internacional a investigar los posibles crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela y piden a otros países apoyar esa demanda.
Este nuevo momento crea un dilema para el gobierno ecuatoriano: ¿Qué hacer frente a la dictadura de Maduro? Y ese dilema concierne, en primera instancia, la actitud que asumirá este 10 de enero ante la toma de poder por parte de Maduro. Asistir sería, en este punto, cohonestar con todas las irregularidades y violaciones legales que dieron el triunfo electoral al dictador. Y esto no se disimula enviando una delegación de menor jerarquía.
Desde el comienzo se supo que la posición diplomática del gobierno Moreno terminaría dejando solo al país en la región. Esa presunción es un hecho. Y ahora hacer equipo con Andrés López Obrador no es una señal del pragmatismo anunciado por José Valencia en política exterior.
Foto: Presidencia de Venezuela-Flickr.
Tibio el licenciado, tibio el canciller.
No hace mucho el Gobierno ecuatoriano pidio a su embajador en Caracas regrese a consultas y lo propio hizo el Gobierno de Venezuela. Mal puede Ecuador enviar una delegación a la posecion de Maduro. Debemos abstenernos.