El momento de Pablo Celi ha llegado. Si bien ahora muchos destacan su labor, otros no han olvidado dos hechos decisivos. El primero, la histriónica forma en la que el actual Contralor llegó a su cargo. Gritos y amenazas de por medio, más por la fuerza que por la razón, Celi se hizo un lugar en el organismo de control. El segundo hecho, esencial y definitivo, es que el actual Contralor fue el No 2, y para muchas cosas el No 1, en la época de Carlos Pólit. Además, fue un alfil importante del gobierno de la década pasada (en rigor, Celi ha sido partícipe de varios gobiernos, independientemente de las posiciones ideológicas de los presidentes de turno). Con ello, si la máxima política del momento es extirpar de la administración pública los rezagos del correísmo, la pregunta que surge inevitablemente es por qué el Contralor sigue en funciones. La respuesta cae por su propio peso: porque se ha adaptado a las necesidades de la coyuntura política, tal cual lo hizo en el pasado mediato e inmediato.
Con esos antecedentes, ahora el Consejo de Participación transitorio (CP) deberá decidir la suerte del Contralor. Dos son las alternativas que existen sobre la mesa. La primera, mantener a Celi en su cargo, apoyar la idea sostenida entre varios analistas en el sentido de que ejerce sus funciones por subrogación y no por encargo y que, como consecuencia de ello, debe permanecer hasta 2022. Con esta decisión, el CP a la vez que evita tensionar con el Ejecutivo tiene que sigilosamente guardarse para sí los antecedentes políticos del Contralor. Las críticas desde la opinión pública serán menores y el nivel de conflictividad manejable. Aunque en lo más próximo esta sería la decisión más acertada para Julio César Trujillo y sus consejeros, en el corto plazo no es la que más conviene a los intereses del país.
En efecto, para marzo se renovará el CP y con ello nuevas fuerzas políticas controlarán ese poco democrático organismo. En dicho escenario, las destrezas y capacidad de adaptación del Contralor saldrán nuevamente a flote. Si los nuevos consejeros apuntalan la lucha contra la corrupción, tendrán una respuesta favorable desde el organismo de control. Si los nuevos consejeros proponen una agenda diversa, en la Contraloría tendrán un aliado. Al final, los dos hechos ya relatados (la forma cómo llegó el Contralor al cargo y su largo palmarés político) siempre serán buenos argumentos para que el nuevo CP pueda jugar la carta de la posible remoción de Celi como mecanismo de presión para orientar las decisiones de la Contraloría. Por tanto, mantener a Celi aumentaría la incertidumbre política y dejaría a la lucha frente a la corrupción como un tema que dependerá en buena medida de quienes conformen el nuevo CP.
La segunda alternativa, convocar a concurso para designar Contralor y llevarlo a cabo antes de que concluyan sus funciones, podría generar ciertos costos políticos al CP transitorio. A cambio, el mensaje final de Julio César Trujillo y sus consejeros ante la ciudadanía sería claro: hicieron todo lo posible para institucionalizar el país. Aunque se darían tensiones en lo inmediato; la ciudadanía reconocería su labor en el mediano y largo plazo. Si los principios y el legado cívico a las futuras generaciones importan, el CP debería inclinarse por esta opción. En este escenario, un Contralor recién designado tendría mayor legitimidad y apoyo desde diferentes sectores para enfrentar los avatares propios de ese cargo. Además, al nuevo CP le quedaría menor margen de maniobra para intentar incidir sobre las resoluciones del organismo de control pues la posibilidad de remover a su titular se habrá desvanecido casi por completo. Con esta decisión, el país ganaría en certidumbre y la lucha contra la corrupción tendría un mejor horizonte.
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Menudo dilema el que le viene encima al CP transitorio. La decisión más fácil es mantener a Celi, terminar su encargo sin sobresaltos y dejar así al país frente a la duda de cuál será el futuro de la Contraloría luego de las elecciones de marzo. La decisión más compleja, propia de estadistas y ciudadanos responsables que ven más allá del cortísimo plazo, es convocar a concurso público, llevarlo a cabo con transparencia y finalmente designar a un Contralor a la altura de las necesidades del país. Ahí se juega la vocación cívica del CP transitorio. Ahí se juega el prestigio y buen nombre de Julio César Trujillo y sus consejeros. No permitan que la vida institucional de la Contraloría depende de las próximas elecciones y del juego político de la coyuntura.
Santiago Basabe es académico de la Flacso.
¿Y las acusaciones a P. Celi por parte de CAPAYA y de Alex Bravo, que entregaron dinero para informes favorables, durante el correísmo, cuando P. Celi era No. 2 en la Contraloría?
¿No será que con las denuncias y con los informes de indicio de responsabilidad penal busca evitar las propias? Ya que en caso de ser demandado indicaría, como discurso público, que está siendo ‘perseguido’ por las denuncias que está haciendo.
Brillante análisis, con la claridad de ideas que caracteriza al Sr. Basabe.
Nos quejamos por los rezagos correístas de la administración actual, pero al momento de decidir, estamos a favor de que un malabarista continúe.
Imposible olvidar, Celi fue pieza fundamental de la administración mafiosa de la Contraloría. Su habilidad para mantenerse en el cargo, no es patente de corso para que el equipo de Trujillo lo mantenga, esto, si en verdad quiere impulsar la lucha en contra de la impunidad.
Siempre es mejor cortar el mal de raíz, se impone el concurso de un ciudadano capaz y no comprometido con la dictadura, he aquí la disyuntiva del CPT.
Celi debe de irse, para que la Contraloría funcione como todos anhelamos, él fue parte del correato, no queremos oportunistas que sigan pescando a río revuelto.
Que paso con Celi cuando fue Contralor el ladrón de Polit, ¿no sabía nada?, no trabajaba en la Contraloría como No.- 2, aquí en el Ecuador la gente que ocupa altos cargos baila según el ritmo que le tocan y según quien es el dueño de la fiesta.
Un análisis muy interesante y las alternativas presentan determinados dilemas; en mi criterio pesa mas la extirpación de todo lo que fue utilizado o perteneció a la época corrupta de correa, para que no quede ninguna duda en ese organismo de control. Por lo que también me inclino por que el CP llame a concurso y designe al nuevo contralor pues el CP transitorio estoy seguro que seguirá haciendo correctamente las cosas y no creo que acepte presiones
SERA ACASO PORQUE YA NO HUELE A CORREISMO QUE TANTO DUDAN EN HACER LO QUE DEBE HACERSE DE ACUERDO AL MANDATO POPULAR QUE TANTO DICEN CUMPLIR.
SIMPLEMENTE YA DEBIÒ HABERSE CONVOCADO A CONCURSO PARA CONTRALOR TITULAR.
Que termine su período
Completamente de acuerdo, el hecho que se adapte a cada gobierno no lo hace independiente de sus actos, destapa los diez años del correismo y bien guardadito los 20 años de Nebot en la alcaldía de Guayaquil. Ojala y algún día lleguen a las funciones públicas a hacer lo correcto.
Creo que hay que dejar que Pablo Celi continúe en funciones, pues si dejamos pasar el tiempo hasta que se elija un nuevo Contralor y hasta que este nuevo se entere de lo que hay que hacer, muchos delitos de los correistas ya habrán prescrito, estamos en la coyuntura de aprovechar el tiempo y Pablo Celi si está dando pelea a la corrupción.
En total desacuerdo. Celi ha demostrado ampliamente excelente disposición para corregir antiguos desaciertos, si los hubo y así lo ha hecho. No se puede colgar al arrepentido sinceramente. Hay que dejarlo terminar su período