En estos días los presidentes de dos países muy disimiles, Francia y Ecuador, han iniciado procesos de diálogo nacional. Aparte de estos diálogos, lo único que tienen en común Francia, bastión histórico de la alta cultura y Ecuador, un país en desarrollo, es que mantienen estados de bienestar insostenibles. A pesar de que el diálogo lanzado por Macron se debe a una profunda derrota política propinada por las recientes protestas, está mejor orientado que la iniciativa de nuestro indeciso Presidente.
Macron propuso desde el inicio de su gobierno reformar el disfuncional estado de bienestar francés y reactivar la economía francesa. El estado de bienestar en Francia es un esquema extremadamente caro de transferencias y subsidios del Estado hacia múltiples sectores de la población. Un porcentaje importante de la población francesa sorprendentemente depende de la ayuda del Estado para mantenerse sobre la línea de pobreza de ese país. Las contrapartes de la generosidad estatal son, por supuesto, los impuestos altos y una incapacidad de la economía de generar empleo. Frente a este insostenible sistema, Macron ha intentado bajar los impuestos a los empresarios y recortar las jubilaciones de los mayores. Al mismo tiempo, ha buscado la sostenibilidad ecológica mediante un impuesto al combustible. Este conjunto de medidas generaron las manifestaciones de los gilets jaunes, personas de la clase media rural que viven ajustados y que, a diferencia de los parisinos que utilizan el Metro, manejan largas distancias para llegar a sus empleos. Las protestas fueron sostenidas, masivas y violentas y sobre todo contaron con la aprobación de un alto porcentaje de la población.
Macron se vio forzado a retroceder en el alza del impuesto al combustible y aumentar las transferencias a los sectores pobres. Para recuperar la legitimidad de su gobierno y mantener un grado de maniobrabilidad, Macron lanzó un diálogo nacional. Si bien este nace de una derrota política, está inteligentemente diseñado para contener las demandas sociales y permitir la continuación de la imprescindible reforma modernizadora del gobierno. Por ejemplo, ha escogido como interlocutores a los alcaldes de las municipalidades rurales francesas. Con ello, circunscribe los temas a tratar a problemas que se enfrentan en territorio. Adicionalmente, el diálogo tiene claras líneas rojas, especialmente la no revocatoria de la reducción del impuesto a los empresarios. En otras palabras, Macron recupera la iniciativa y asegura que el diálogo no hunda las posibilidades de una reforma liberal.
El caso de Lenín Moreno es distinto. Él inicia su dialogo nacional sin haber enfrentado una derrota fuerte y con cierto capital político basado en la descorreización. No obstante, el diálogo que plantea está mal diseñado. Para empezar su objetivo político es equivocado. El gobierno trata de recuperar la iniciativa política, cuando su verdadero reto es evitar la quiebra fiscal y el default de la deuda. De hecho, el diálogo elude este problema apremiante y propone discutir la agenda social 2020/2030 de las Naciones Unidas que se enfoca en un futuro lejano y legitima el estado de bienestar. Lenín Moreno sigue soñando en la fantasía de la víctima con derecho a un paternalismo estatal vitalicio, en lugar de un país de emprendedores empoderados. Asimismo, no escoge estratégicamente a sus interlocutores; dialogará con todos los gremios, los beneficiarios del pacto clientelar/extractivista, que asigna rentas provenientes del petróleo y deuda a clientelas, e irá cediendo ante cada uno.
El diálogo nacional que necesita el país debe abordar la disfuncionalidad del esquema clientelar/extractivista y elucidar el camino hacia un modelo arraigado en la autonomía personal y en la capacidad organizativa de la sociedad civil, un nuevo pacto social. Se requiere un diálogo sustentado en un fuerte liderazgo transformativo y no en la horizontalidad. En búsqueda de la transformación, el Presidente debe señalar claramente la insostenibilidad económica y ecológica del pacto clientelar/extractivista y apuntar a los sacrificios que todos debemos asumir para construir el nuevo pacto. En este diálogo, el aliado natural externo no es la ONU, sino el Fondo Monetario Internacional, cuyas exigencias y crédito servirán para facilitar la transición; y el socio ideal interno, no son los gremios, sino los jóvenes que están conscientes del imperativo de construir una sociedad no de ayudas estatales provenientes del petróleo, sino de oportunidades. No obstante, la esperanza de que Lenín Moreno reaccione y esté a la altura de las circunstancias se va desvaneciendo aceleradamente.
Carlos Espinosa es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ
Estimado Carlos, lo malo de esta sociedad empantanada y ensimismada es que ni tu estupendo artículo lleno de imperativas propuestas llegará al Presidente y su entorno y crearán un clima propicio para salir al mundo, ni lo hará la sociedad. Desesperanza es lo que nos queda !