En los últimos meses algunos analistas económicos, que miran con recelo o directamente rechazan un eventual acuerdo del Ecuador con el FMI, han puesto como ejemplo a seguir el caso de Portugal, que de una contracción económica severa durante la crisis financiera internacional y en los años siguientes, pasó a mostrar en los últimos años tasas de crecimiento positivas, alejándose de las recetas del Fondo. Pero, ¿es Portugal realmente un ejemplo a seguir para el Ecuador? ¿Las políticas aplicadas en ese país son replicables en el nuestro?
En primer lugar, habría que ponderar adecuadamente el “éxito” de Portugal, que se le atribuye a su ministro de Finanzas, Mário Centeno. Según datos oficiales compilados por el FMI, en los tres años que Centeno lleva en el cargo (lo asumió a finales de 2015), la economía de Portugal ha crecido a una tasa promedio anual de 2,2%, mucho mejor que la contracción de 0,6% anual registrada entre 2008 (inicio de la crisis financiera internacional) y 2015 (si bien hay que señalar que en ese año y en 2014 las tasas de crecimiento ya fueron positivas), pero por debajo de la expansión promedio anual de 2,9% que su vecina España alcanzó entre 2016 y 2018. De hecho, el tamaño de la economía portuguesa a finales de 2018 fue apenas 1% mayor que en 2008, mientras que la economía española, que sufrió una contracción incluso mayor en los años de crisis, fue al cierre del año pasado 4,4% más grande que en 2008.
Por otro lado, si bien lo que se destaca de Portugal es supuestamente haberse alejado de las políticas de austeridad, las cifras fiscales muestran otra cosa: en 2018 el gasto público (del Gobierno General) representó el 43,9% del PIB, más de cuatro puntos por debajo del nivel registrado en 2015. En cuanto a los ingresos, estos se han mantenido prácticamente estables, pasando del 43,8% del PIB en 2015 al 43,2% en 2018 (como referencia, en Ecuador los ingresos del Gobierno General rondan el 35% del PIB). Es decir, las cifras muestran que el estímulo a la demanda interna, que habría sido la receta de Portugal, no implicó un esfuerzo fiscal significativo (cosa que sí ocurriría, en el caso ecuatoriano, si se reduce en dos puntos el IVA). De hecho, los resultados fiscales mostraron una mejora importante: de un déficit de 4,3% del PIB en 2015, Portugal pasó a uno de apenas 0,7% en 2018. A su vez, la relación deuda/PIB de ese país bajó en los mismos años en ocho puntos porcentuales, pero se mantiene en niveles sumamente altos: en 2018 esa relación fue de 120%.
Al respecto, también se ha destacado que al cierre del año pasado Portugal canceló su deuda con el FMI, lo que se puede interpretar como un llamado a Ecuador a no endeudarse con ese organismo. Sin embargo, una nota de la agencia EFE sobre ese tema señala: “Centeno explicó que el préstamo otorgado por el FMI -con un interés de 4,3%- era ‘caro’ comparado con las tasas a las que se financia actualmente Portugal en los mercados de deuda, por lo que los reembolsos suponen un ‘ahorro significativo’”. Claramente la situación es muy distinta para el Ecuador, que en la última emisión de bonos soberanos tuvo que ofrecer una tasa de 10,75% y que, en su necesidad por acceder a créditos externos que permitan no sólo cubrir una parte del hueco fiscal, sino sobre todo alimentar las reservas internacionales, tiene en el Fondo una opción mucho menos onerosa.
En realidad, la principal diferencia entre Ecuador y Portugal está en el sector externo. En 2018 Portugal alcanzó su sexto año consecutivo con superávits en la cuenta corriente, mientras que Ecuador (salvo en 2016, como consecuencia de las salvaguardias y la contracción en la actividad económica) ha mostrado recurrentes déficits, incluso antes de la caída del precio del petróleo. Los déficits de los últimos años, a su vez, se explican principalmente por la pérdida de competitividad del Ecuador frente a sus socios comerciales, expresada en una significativa apreciación del tipo de cambio real. En Portugal, en cambio, el tipo de cambio real se ha mantenido bastante estable en estos años. Es decir, si bien los productos (bienes y servicios) de Portugal no se han vuelto más baratos en relación con los de sus socios comerciales, tampoco se han encarecido, lo que sí ha ocurrido con los ecuatorianos. Este encarecimiento relativo explica que las importaciones (igualmente de bienes y servicios) del Ecuador han crecido en los últimos años a tasas muy superiores que las exportaciones (no ha sucedido lo mismo en Portugal, donde exportaciones e importaciones muestran desempeños similares). Por tanto, y esto es lo de fondo, un estímulo a la demanda en Ecuador, en las actuales condiciones de poca competitividad, impulsará sobre todo la demanda de productos importados, afectando a la liquidez de la economía (salvo que haya otra fuente de divisas) y presionando a la baja a las reservas internacionales del Banco Central que, conviene insistir, respaldan los pagos al exterior del sector público y del privado. Mientras que en Portugal (cuyos salarios están entre los más bajos de Europa, a diferencia de los de Ecuador, que son de los mayores de América Latina) un impulso a la demanda puede favorecer en mayor medida a la producción interna.
En resumen, si bien la situación económica de Portugal muestra una mejora importante en los últimos años (expresada también en una caída del desempleo), eso no significa que las recetas aplicadas en ese país puedan ser replicables en Ecuador, donde el ajuste fiscal (con los efectos recesivos que eso genera en el corto plazo) es inevitable y donde la sensible apreciación del tipo de cambio real no puede ser pasada por alto al momento de proponer supuestas medidas de reactivación económica.
José Hidalgo Pallares es economista.
Me estaba haciendo falta esta informacion. Gracias. Ya puedo estar tranquilo pensando que aquellos que abogan por el “model” Portugal no estan tan en lo cierto como creen ellos.