Las encuestas, en los tiempos modernos, son una herramienta y una técnica de investigación social de gran utilidad porque nos permiten conocer datos cuantitativos sobre temas que son importantes. Por ejemplo sirven para medir las preferencias de la población en muchos ámbitos; para saber cómo afectan a los ciudadanos las decisiones sobre políticas públicas que toman los gobiernos, entre otras cosas.
Como su objetivo es generar soporte estadístico, las mediciones que ofrecen son siempre parte de la agenda pública y permiten, a los gobernantes, conocer cómo es recibida su gestión por parte de los ciudadanos y saber si sus demandas están siendo resueltas a satisfacción.
Además, la opinión pública está pendiente de estos datos y recurre a ellos con frecuencia para saber el estado de situación de varios temas. Su utilidad es indiscutible. Sin embargo en ocasiones se vuelven objeto de veneración en el ámbito de la gestión pública y, a veces, son el único medio a través del cual se toman decisiones. Es decir llegan a tener la calidad de oráculos que revelan el camino a seguir de políticos y gobernantes.
Si bien la información estadística bien aprovechada puede ser de gran utilidad, también hemos visto cómo, cuando los datos que ofrecen no son del gusto de los gobernantes, puede suceder que los deslegitimen y busquen empresas que les ofrezcan la información que quieren escuchar.
Este fenómeno lo pudimos ver en los últimos diez años, donde a pesar de que era evidente el descontento ciudadano en relación a ciertos temas, –las enmiendas a la Constitución que tuvo un rechazo generalizado del 85%– se presentaron encuestas que mostraban todo lo contrario.
Durante la campaña electoral, las investigaciones y estudios de opinión toman gran relevancia por su valor predictivo –y hay que reconocer que lo tienen–, en términos de marcar posibilidades de posicionamiento de los candidatos en un proceso eleccionario. Los equipos de campaña de los candidatos diseñan la mejor manera de difundir las propuestas de su cliente y lo hacen basándose en mediciones de todo tipo y, con encuestas en mano, van ajustando imagen, mensaje, presentación y contenido.
Pero esta herramienta también tiene sus pros y sus contras. Sobre todo en cuanto se refiere al grado de influencia que pueden llegar a tener respecto a direccionar el voto de los ciudadanos, especialmente cuanto más cercana está la fecha de las elecciones.
En tiempos de campaña, las encuestas se vuelven una maldición que confunde a todos. Lo estamos viendo a diario: sorprende mirar datos que circulan en los medios digitales donde vemos encuestas que nos muestran números imposibles adjudicados a candidatos que todos sabemos que no tienen ninguna posibilidad. Esto no contribuye a otra cosa más que a confundir a la ciudadanía puesto que muchos, ante la indecisión de por quién votar y la falta de información, acuden a las encuestas para plantearse opciones.
Generar datos a la carta, atados a intereses particulares y aplicados en momentos de tensión política, no ayuda en nada en los procesos electorales. Esto nos confunde a todos y termina deslegitimando una herramienta noble y efectiva porque es obvio que se usa para manipular a la opinión pública y, así, tratar de ganar votos con datos falsos.
La ética es un valor que aplica a todos por igual y se refleja en actuar con corrección desde donde estemos, ya sea en nuestra vida cotidiana y especialmente en el ejercicio de nuestra profesión. Los ciudadanos necesitamos ver datos ciertos, no manipulados porque de lo contrario las encuestas, en tiempos electorales, terminan siendo una maldición.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.
Si hay que votar nulo para los candidatos del consejo de participación ciudadana y control social todo nulo
Simplemente de acuerdo
“La ética es un valor que aplica a todos por igual y se refleja en actuar con corrección desde donde estemos, ya sea en nuestra vida cotidiana y especialmente en el ejercicio de nuestra profesión. Los ciudadanos necesitamos ver datos ciertos, no manipulados porque de lo contrario las encuestas, en tiempos electorales, terminan siendo una maldición”
MUY CIERTA SU CONCLUSIÓN DÑA. RUTH HIDALGO. SIN EMBARGO LA DÉCADA PERDIDA NOS DEJÓ UNA ENSEÑANZA, DESCONFIAR DE TODO LO QUE OIGAMOS, VEAMOS O NOS PUBLICITEN. APRENDIMOS A GUIARNOS POR NUESRO SEXTO SENTIDO. ALGUNOS DICEN POR LO QUE EL SUBCONCIENTE NOS AVISA. POR TAL RAZÓN YO ANULARE LAS TRES PAPELETAS PARA ELEGIR CPCCS. PIENSO QUE EL VOTO NULO VA A GANAR.
De acuerdo!
Despues de la década robada, las encuestas en el Ecuador no tienen ningún sentido puesto que el ecuatoriano pensante no volverá a votar por un o unos candidatos que estén alineados con el correismo nefasto. .Esperemos que sea asi y que todos los borregos aún existentes no salgan de su encierro el 24 de marzo…