Otra gran lección que deja el último proceso electoral tiene que ver con el profundo machismo que rodea a la política ecuatoriana. Aunque lo dicho no hace sino reflejar una característica sistémica del país, la reciente elección de alcaldes y prefectos ratifica que en Ecuador los espacios de toma de decisión pública siguen siendo patrimonio de los hombres. Además, la escasa presencia de mujeres designadas para dichas dignidades, aviva la necesidad de mayor debate en torno a las acciones que como sociedad debemos tomar de cara a reducir las asimetrías existentes en el mercado político. En este aspecto, los resultados electorales también afianzan la idea que si bien las reformas institucionales orientadas a propiciar mecanismos de discriminación positiva son útiles, se tornan insuficientes cuando se trata de procesos electorales uninominales.
Pruebas al canto. El primer proceso electoral realizado luego del retorno a la democracia trajo consigo la designación de 0,81% de alcaldesas. Con el paso del tiempo ese porcentaje aumentó, aunque siempre de forma marginal. De hecho, Ecuador nunca ha tenido más del 8% de mujeres en dicho espacio de decisión política y dos de las tres ciudades más importantes del país, como Quito y Cuenca, jamás han tenido una alcaldesa. En cuanto a Guayaquil, una mujer vuelve al Sillón de Olmedo luego de casi treinta años. En el gobierno provincial la situación es similar. La primera prefecta aparece recién en 1992 (María Hortensia Albán Astudillo) y si bien el último proceso electoral arroja los mejores resultados de todo el período democrático (17,39%), la gran mayoría de provincias nunca han tenido una mujer en dicho espacio. Tungurahua, Esmeraldas, Napo, Orellana, Pichincha y Santo Domingo (estas dos últimas provincias recién en las elecciones de 2019) son las excepciones.
Una de las razones que explican el machismo electoral que nos caracteriza es que, dado que las leyes de cuotas se diluyen en elecciones uninominales (como son las de alcaldes y prefectos), los partidos y movimientos políticos no tienen obligación formal para ofrecer las candidaturas principales a mujeres. Por tanto, ese es el espacio propicio para que la exclusión aflore. Al respecto, la evidencia empírica existente es decidora. Durante las últimas cuatro elecciones seccionales (pues para los procesos previos el CNE no dispone de información), las candidaturas de mujeres tanto a alcaldías como a prefecturas no superaron el 15%. Por tanto, existiría al menos correlación directa, cuando no causalidad, entre el número de candidatas y el tamaño de la representación femenina en gobiernos seccionales.
El machismo electoral frente al que nuestros actores políticos parecen estar tan cómodos se expresa también en otros espacios de toma de decisión política. Si se revisan cargos como la presidencia o la secretaría general de los partidos o movimientos políticos, la presencia de mujeres es casi nula. Más aún, tan arraigado es el machismo electoral que incluso cuando la ley establece la alternancia entre mujeres y hombres en las listas para la elección de legisladores, por ejemplo, prioritariamente las agrupaciones políticas colocan en primer lugar a candidatos varones. Así, y por las características de nuestro sistema electoral (tipo de listas y tamaño de los distritos), dicha decisión influye para que en la Asamblea Nacional no haya sido posible alcanzar la paridad en la representación de mujeres y hombres. De hecho, la presencia de legisladoras no ha superado el 40% durante las últimas tres elecciones realizadas en el país.
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Otra gran lección que nos deja el último proceso electoral es que el machismo sigue siendo el gran ganador de la política nacional. Aunque hay que emprender en reformas legales que aminoren las asimetrías existentes, la evidencia empírica expuesta da cuenta que tales cambios son necesarios aunque no suficientes. Dado que la exclusión de las mujeres de la arena política (como de tantas otras) es un problema estructural, debe ser atacada desde varios frentes, siendo la educación (no necesariamente formal) en valores cívicos uno de los más trascendentales. Si el machismo electoral persiste y nuestros actores políticos parecen estar tan cómodos frente a dicha desigualdad, los emprendimientos de cara a propiciar el cambio deben venir desde los distintos espacios de la sociedad. La reducción de las asimetrías entre hombres y mujeres no es, por tanto, cuestión de ubicarse ideológicamente hacia la izquierda o la derecha. Es cuestión de convivencia democrática y búsqueda de una sociedad con menos distorsiones políticas, económicas y sociales.
Santiago Basabe es académico de la Flacso.
Las mujeres dentro de la política han estado a las sombras de los hombres por mucho tiempo y, aunque estén dentro de un partido político fuerte, suponemos que la mayor parte del tiempo también van a estar asesoradas por hombres para cumplir con las obligaciones que sus puestos acarrean. También podríamos hacer énfasis en que la mayor parte de la población apoya a este machismo electoral porque no le da la oportunidad a las mujeres para que ellas tomen cartas en el asunto, temiendo en que su accionar va a estar mal encaminado dentro de su mandato. No solo está en el hecho de que los partidos políticos prefieren a candidatos varones para su representación sino que también las mujeres, dentro de la política, deben defender sus posiciones para que el resto de sus semejantes sepan que ellas dicen lo correcto y que apoyen sus decisiones ante cualquier situaación.
Por eso es que debemos celebrar el nombramiento de Diana Salazar como Fiscal General. ¡Afroecuatoriana y mujer! Válgame el cielo.
Guayaquil es la mejor prueba de que nada tiene que ver con machismo.
Las mujeres tienen total libertad de crear partidos, estar en campaña y ganar elecciones.
Por que la gobernanza tiene que ser una cuestión de género?
No vota acaso la gente por su candidato que mas le parezca?
No votan acaso las mujeres tambien por hombres?
Si en quito hubieron 3 mujeres de candidatas para alcalde, y una de ellas quedó segunda solo un par de puntos, eso no significa que haya machismo, sino que la gente no vota pensando en tetas sino en otras cosas.
No metan narrativa de equidad donde no se necesita.
Sr. Basabe, en el Ecuador NO existe convivencia política y la lucha es larga en contra del machismo reinante y su galopante aumento! Pobre sociedad retrógrada…
Constituyente de Montecristi; Mesa Nº 3 Estructura del Estado; tema de debate: conformación del Congreso Nacional; ponente: Dr. Patricio Pazmiño Corrales, Constituyente por Cotopaxi; propuesta: “Cada provincia tendrá dos diputados, uno de los cuales obligatoriamente será la candidata mujer más votada, y uno más por cada trescientos mil habitantes o fracción superior a doscientos mil”. NI LAS SEÑORAS Y SEÑORITAS ASAMBLEÍSTAS CONSTITUYENTES APOYARON ESTA PROPUESTA, que, al menos por jurisdicción, respetaba la paridad. Tampoco quisieron saber nada de reducir el número de legisladores. Como se ve, el “machismo” no es solo cuestión de hombres.
El gran problema con el machismo en el gobierno es que las misma mujeres que están en la asamblea o política son ellas las que avivan dicho conflicto ya que no se dan a notar como los hombres ahora estamos en tiempos en que la educación es la misma y tienen que estar , esta en las manos de las mismas poder salir y hacerse notar para que en las próximas elecciones seamos mas. y tener a ciertos grupos políticos a favor de las mujeres seria lo mas idóneo para que la gente empiece a cambiar de idea a cuanto de mujeres se trate por ejemplo en guayaquil la alcaldía la gano una mujer porque estuvo muy bien asesorada por un partido muy fuerte que eso la ayuda a ganar.