La ignorancia de la historia es supina. En mucho el presente, al que solo lo vemos negativo, se explica por los hechos del pasado. La gran masa es ignara por la pobre calidad de educación. Pero es igual de ignorante la clase media y paradójicamente quienes, se supone, tuvieron mayor acceso a estudiar el pasado. Se lee poco historia y esta ha sido reemplazada por las consignas del discurso cizañoso de la izquierda y de la prensa que reportó los hechos simplificando y generalizando.
La refundación periódica del país, en ciclos cortos, se da por la urgencia de un cambio irracional que sirve para que surjan baratos mesías anunciando un nuevo amanecer. La refundación pasa por hundir la historia en la alcantarilla, enlodar a todo y a todos. Fue la subjetividad, las rencillas que condujeron a crear el estigma de partidocracia para referirse a una supuesta época de oscurantismo y pobreza. Eso era lo pasado antes que surja un caudillito corrupto que asentó su mensaje sobre esa emocional destrucción de la memoria. De la mano de otras mentes corruptas, en el correísmo se terminó la tarea de estercolar el pasado. Fraguaron una portentosa mentira para que ellos, los revolucionarios, aparezcan como los sanadores.
Entre 1979 y 2006 la historia política del Ecuador es una mezcla de eventos magníficos, tormentosos y oprobiosos. Y una lista de actores políticos entre los que sirven de modelos y aquellos que los hechos estigmatizan. Hubo corruptos que se enriquecieron con dinero administrado por el Estado. Pero también hubo corruptos cuya corrupción no puede ser judicializada. O de los que venden mentiras para embobar electores. O aquellos que falsifican ideas y repudian la evidencia del fracaso de sus dogmas y aun así siguen engañando. Pero también -y esto se oculta- en la época a la que llamaron de la partidocracia, hubo personajes virtuosos que debemos rescatar por honestidad intelectual de esa descalificación malintencionada. Hacerlo para que quienes recogen la posta generacional puedan tener elementos para identificarse con una tradición. Es imperativo recuperar esa historia honrosa para que algo de raíces nos dé sentido de pertenencia.
Julio César Trujillo se ha ido volviendo un ícono como un viejo virtuoso. Político hasta la entraña, actor protagonista, visible u oculto, en estos últimos 40 años. Partidócrata ejemplo de honradez, a la que ninguno de los refundadores revolucionarios llega a sus pisadas. Y como él, muchos que deben ponerse nuevamente en escenario, no solo porque es injusto desperdiciar toda esa experiencia y sabiduría, sino porque hay un vacío de cuadros políticos de calidad. Basta ver a la mayoría de miembros de la Asamblea Nacional, para concluir que entre otras herencias perversas del correísmo, está la de un deterioro moral e intelectual de quienes ejercen cargos de representación.
Conocí a Trujillo en la Universidad Católica. Era un personaje de la política luego de su estoica y leal participación como miembro de la llamada Cámara de Representantes en la que debió defender al gobierno del entonces presidente Osvaldo Hurtado, cercado por los patriarcas de la política que se veían amenazados por la pléyade de jóvenes políticos emergentes. Al final de la dictadura militar, tomaron cuerpo partidos ideológicos que reemplazaron las agonizantes estructuras tradicionales. Hurtado asumió el gobierno en medio de una crisis económica que indujo a tomar medidas impopulares. Trujillo mostró su temple enfrentando la arremetida política. Luego coincidimos en la Asamblea Constituyente que dictó la Constitución de 1998. El nivel de los debates era superior, y en ese estándar, Trujillo era fuera de serie.
Todo esto no implica coincidir con sus opiniones; implica reconocer su solvencia retórica y conceptual. La Asamblea le incluyó en la Comisión de Redacción; redactó cada artículo de la Constitución sobre los textos aprobados. En esa tarea, Trujillo junto con otro personaje excepcional, Orlando Alcívar, puntillosos y sabios, redactaron todos los artículos para una final aprobación. No hubo, como cerdosamente mintieron las lenguas venenosas del correísmo, textos sin aprobar.
Buen abogado y gran político. Y sobre todo político íntegro. Y aquí podría escribir una larguísima lista de personajes, de lo que llaman el pasado, de similar talante. Y puedo incluir también personajes que han sido cuestionados por leyendas que se cocinaron en veneno. La fuerza del retorno de Trujillo a la primera línea y la sorpresa de imberbes de la política de su tenacidad y coherencia, obliga a recuperar la memoria saneada de prejuicios y a reivindicar a nuestros ancianos como poseedores de sabiduría que sirve de ejemplo. Hay que acabar con la perniciosa costumbre de negar las bondades del pasado pues en ellas se encuentran las razones de las bondades del presente, que son muchas a pesar del esfuerzo de la revolución corrupta de arrasar con la democracia y con la moral.
Diego Ordóñez es abogado y político.
Gracias y felicitaciones por sus acertados análisis Dr. Ordóñez.
Justo y merecido homenaje al gran caballero y honesto político Julio Cesar Trujillo . Lo que indigna es que , revolucionarios cínicos y farsantes , tuvieron la osadía de criticar a tantos personajes probos y honestos que sirvieron al país , llamándoles despectivamente “la partidocracia ” .
La historia republicana del Ecuador no nació en la década dictatorial de Correa, como éste quiso convencernos, sino después de la Gran Colombia, con sus altibajos políticos fue desarrollándose y creciendo nuestro país, pero abruptamente cayó en el foso correista de la corrupción que duró 10 largos años, del cual afortunadamente ya estamos saliendo y Julio César Trujillo fué uno de los que más influyeron y trabajaron para sacarnos de esa maléfica trama correista.
Los países Latino Americanos y en especial en Ecuador somos muy hechos para convivir con el populismo (Quizás Chile se salva de esta realidad). Nuestro país alcanzará la prosperidad cuando la política se estile a lo Trujillo a lo Hurtado. En el país existen mucha gente valiosa como los personajes nombrados pero al mismo tiempo es triste darse cuenta que en la actualidad no abundan políticos jóvenes con similar talante, 10 años de mediocridad, corrupción y populismo de la peor ralea, hace que la gente buena o capacitada no quiera involucrase – Creo que nuestro camino será largo…mientras tanto El Dr. Julio Cesar Trujillo será recordado como un grande de la política ecuatoriana
Nos dejó un gran hombre, con una trayectoria singular, que supo transmitir su obra y pensamiento con decisión y sabiduría, sin lugar a dudas su legado es un alto referente de valores personales y vocación de servicio al pueblo del Ecuador. Mi respeto y admiración a un hombre con amplio espíritu de lucha que enfrentó al poder y sufrió cárcel, persecución y agravios, hoy ya no está fisicamente pero están presentes sus enriquecedoras vivencias que darán esencia a nuevas realidades, orientando esfuerzos a la recuperación de los primordiales valores humanos por los que luchó sin claudicación.
Excelente comentario. Otro sería el Ecuador si personajes -que sí los hay- de la talla intelectual y moral de gente como Julio César Trujillo(+) o de Osvaldo Hurtado Larrea se decidieran a ingresar de frente a la política para incrementar la lucha contra la corrupción y la indecencia para sacar al país del estado en que se encuentra.
Cuanta verdad Sr. Ordòñez; incluso el ex presidente Oswaldo Hurtado, que trabajo junto al Sr, Trujillo fue un hombre integro durante su gobierno, de modales principescos con sus adversarios.
Ojalá los milenials e influencer lean tu columna para que se desasnen y empiecen a leer los textos de Geografía e Historia Nacional y Mundial para que entiendan que el mundo no nació con su onomástico sino con miles de años de evolución.