Esta es la pregunta que aborda el editor de la prestigiosa revista The New Yorker, David Wallace, en un libro que ha causado revuelo: The Uninhabitable Earth (2019). Con una prosa a la vez gráfica y poética, este bestseller dibuja los posibles impactos que se pueden generar a distintos niveles de calentamiento global. Estos constituyen un verdadero catálogo de plagas bíblicas. El libro plantea que a niveles altos de calentamiento global, entre los 3 y 8 grados Celsius mayores a los de 1990, la humanidad enfrentará un deterioro grave de las condiciones de vida que han hecho posibles la existencia y la civilización humana. Advierte que la amenaza más extrema es francamente existencial, que el planeta deje de ser habitable para la especie humana.
Según Wallace, la mayor parte de las emisiones CO2 se han generado en las últimas décadas, es decir, desde la postguerra. A pesar de una mayor consciencia ambiental, la inacción frente a la crisis climática continúa y seguimos marchando hacia el abismo. Wallace asume el rol de profeta contemporáneo, mostrando la sombría imagen del futuro que nos espera, y nos convoca a actuar. Si bien el libro ha sido tachado de alarmismo, los impactos que describe son, a pesar de algunas imprecisiones, consistentes con el consenso científico.
Los escenarios catastróficos atribuibles al cambio climático que describe son realmente terroríficos. El alza de los niveles de los océanos por la expansión termal y el repliegue de las capas de hielo en los polos generará inundaciones frecuentes o incluso dejará sumergidas, como la mítica Atlantis, a ciudades costeras o países isleños. Los huracanes en el Caribe arrasarán con mayor fuerza y frecuencia a desdichadas islas y ciudades en su curso. Los incendios forestales en el verano septentrional se tornarán recurrentes. La desaparición de los glaciares en los Himalaya y los Andes dejarán sin agua a cientos de millones de personas. El calor hará prácticamente imposible la actividad humana y los cultivos en la línea ecuatorial. Las enfermedades tropicales se esparcirán hacia el norte y hacia el sur. La competencia por tierras cultivables y agua dulce aumentará la conflictividad y generará olas de migrantes sur-norte. Los efectos serán globales, aunque los países pobres estarán menos preparados para hacer frente a las situaciones catastróficas. El impacto económico de la crisis climática será calamitoso. Según Wallace, no enfrentamos una elección entre conservación ambiental y crecimiento económico, ya que los costos económicos del deterioro ambiental generarán un estancamiento económico permanente.
Los pronósticos que presenta el libro son muy probables si es que nos mantenemos en la inacción. ¿Qué debemos hacer para evitar el futuro oscuro que predice Wallace? El libro desafortunadamente es más eficaz en generar la sensación de urgencia, que es su propósito, que en proponer soluciones concretas. No obstante, a lo largo del libro hay algunas pistas. Deja claro que los acuerdos internacionales que se han negociado hasta la fecha son insuficientes. Kyoto no tuvo mayor impacto y el reciente acuerdo de París es aún más endeble. El cambio en los hábitos de consumo es claramente parte de la ecuación. Por ejemplo, el libro señala que si los norteamericanos tuvieran una huella de carbono similar a la de los europeos, las emisiones de CO2 en EEUU se reducirían a la mitad. Las soluciones de mercado, de otro lado, son absolutamente insuficientes. El mercado de carbono que acompañó a Kyoto, por ejemplo, ya ha colapsado. Confiar en la tecnología es una mejor opción, ya que los precios de las tecnologías limpias están bajando rápidamente. Sin embargo, la tecnología verde no se va a implementar por cuenta propia. Tanto el cambio en los hábitos de consumo como en la matriz energética dependen de la política, de la acción colectiva y muchas de las soluciones serán imperativas y no voluntarias.
Las visiones del cambio climático incluyen en los extremos la libertaria, que niega la crisis climática o se opone a soluciones coercitivas, y la ecología profunda que propone una adaptación radical caracterizada por un retorno a patrones de vida menos complejos y la abolición del capitalismo. Wallace se encuentra en un terreno medio. Aspira a que reaccionemos ante la real posibilidad de la extinción y juntos, mediante la acción colectiva, nacional e internacional, busquemos soluciones tecnológicas y transformemos inteligentemente nuestros hábitos de consumo. No será fácil en vista de las tendencias políticas actuales. Como señala Wallace, la confianza en los expertos, incluyendo los científicos, se está erosionando con la ola populista. En el EEUU de Trump, la desconfianza en los expertos se combina con una fe ciega en el mercado auto-regulatorio. China puede haber adoptado una retórica ambientalista, pero el creciente consumo de su población y el imperativo político de promoverlo, hace improbable que se concrete una voluntad política ambientalista. América Latina se debate entre el mito del desarrollo a rajatabla, tanto en la izquierda como en la derecha, y una diplomacia ambientalista bien pensante, pero irrelevante.
Carlos Espinosa es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ.
El Antropoceno no es un modelo sostenible, es autodestructivo. Y no voy a decir que la ciencia es la responsable de este descalabro porque asi como el determinismo causal nos ha llevado a esta crisis, un modelo holistico nos habría llevado a otra direccion. No. EL problema es la ontologia que endiosa al ser humano como un dios, como un ser absoluto con derechos exclusivos sobre la vida. Ese es el problema. Y tambien nuestra condena.
Al abordar la realidad, el planeta, la materia como un objeto el ser humano desnaturalizo su relacion con el entorno. Las consecuencias son evidentes y no hay marcha atras.
El fin es inminente porque no hay politicas publicas de largo alcance que traten de resolver el problema, al contrario vemos el auge del nacionalismo y politicas anti ambientales abundar la politica mundial. Decir que estamos jodidos es poco, estamos al borde de una catastrofe mundial que es irreversible y no solo pone en peligro a la humanidad sino a la vida misma. Millones moriran por no decir toda la humanidad.
Hace algunos años un ecologista de nombre Paul Ehrlich sentenció el fin de la humanidad debido al “exceso” de habitantes. Hay una revista sobre el “estado de la humanidad” que año tras año descubre una razón más para el fin de la humanidad. Con el Sr. Ehrlich apostó Julian Simon que dentro de 5 años los precios de los recursos naturales iban a descender y el Sr. Ehrlich era quien escogería los recursos en marras. Cinco años más tarde Simon había ganado la apuesta. Lamentablemente, Julian Simon falleció, pero si estuviera vivo de seguro que apostaba con el David Wallace que en cinco años y para 2030 la humanidad estará aún entonces en mejores condiciones de vida. Es más, quién apueste a favor de Wallace será un apostador “sucker” (pendejo diría yo en cristiano)
El problema no será en el 2030, sino quizas en el 2050 o el 2080 años en el que ni Ud. ni yo probablemente viviremos para cobrar ninguna apuesta. Le recomiendo que lea el libro “10000 millones” o vea el video, los más graves problemas de la humanidad llegarán cuando la población llegue a esa cifra y nos aproximaremos al abismo apocaliptico. En cuanto a que ahora los precios de los recursos naturales estén bajos tiene dos causas, los bajos precios del petroleo y gas por la disponibilidad del petroleo y gas de esquisto en Estados Unidos, el principal consumidor de energía del mundo y esto produce una baja de los precios de otras materias primas que requieren energía para su extracción y por otro lado el bajo crecimiento económico mundial. Es decir una baja de precios de las materias primas es un mal síntoma.
En su comentario hay afirmaciones que no han sido verificadas, hay cientificos que sostienen que lo que viene es una era glaciar, conviene mas adaptarse al cambio que pretender cambiarlo, el colapso es inevitable y solo sobreviviran los mas preparados. la tierra se recicla el hombre nada puede hacer.mañana volveremos a ser seres maritimos.
No es que sea muy religioso ni nada, pero eso que esta comentando es el resultado o lo que produce el fruto del arbol del conociemiento. Nadie sabe quien se lo dio al hombre, pero le puedo decir que otras criaturas en el planeta no lo tuvieron porque? nadie lo sabe.
Será el ser humano tan irreflexivo como para no parar a tiempo esta vorágine consumista , que nos está llevando a una catástrofe sin retorno y a la propia extinción de la raza humana ???? Parece que así es , y lamentablemente cuando queramos frenar esta locura , será demasiado tarde . Esta es la gran tragedia que estamos dejando a las futuras generaciones .