El cambio tecnológico acelerado y la amenaza de la crisis climática han suscitado en los países desarrollados una ola de reflexiones utópicas y distópicas sobre el futuro global. En América Latina, el porvenir no es un tema que motive mayor especulación. Estamos permanentemente enfrascados en coyunturas de escándalos y maniobras políticas. Esta miopía se ve reforzada por la escasez de pensadores en la región. Si bien América Latina sigue produciendo buenos novelistas y cineastas, los intelectuales de la región, como Carlos Alberto Montaner, Andrés Oppenheimer o Moisés Naím son figuras mediocres en comparación con los visionarios que encontramos actualmente en otros continentes.
Una excepción al desinterés en el futuro latinoamericano es un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo titulado América Latina y el Caribe 2030. Este contiene algunas reflexiones muy pertinentes, aunque es un documento burocrático con limitaciones graves. Su punto de partida es válido: América Latina acaba de salir de un ciclo de auge de los commodities estimulado por el ascenso de China. Este ciclo expansionista condujo a un crecimiento de la clase media, pero también a desequilibrios fiscales y visibilización de la corrupción. Ahora que el auge de los commodities ha concluido ¿qué destino espera al sub-continente?
El informe señala algunos parámetros válidos para pensar el futuro. Entre las fuerzas que moldearán el porvenir de América Latina están fenómenos globales como el crecimiento, lento o acelerado, de la economía global, la rivalidad geopolítica entre China y EEUU y el cambio climático, como también tendencias regionales como la fortaleza de la clase media, una pirámide demográfica que empieza a invertirse, una urbanización aplastante, una economía poco diversificada, una educación cada vez más asequible pero de baja calidad, economías ilegales persistentes y el proyecto no realizado de integración latinoamericana. Basándose en estos parámetros, el informe construye escenarios más o menos optimistas y pesimistas. El más probable consiste en un futuro de modesto éxito económico y político; otro más optimista, apunta a una real consolidación de la democracia; y el más pesimista pronostica un agravamiento de las economías ilícitas, incluyendo la corrupción.
El intermedio y más probable, según el BID, se fundamenta en el crecimiento de la clase media y en una economía global saludable. Vaticina una mejora en la institucionalidad democrática, que implicaría una virtual desaparición del autoritarismo, los conflictos internos e incluso del populismo. Los indicadores sociales, asimismo, seguirán mejorando y habrá en la región un crecimiento económico moderado. La desigualdad y la economía informal, si bien seguirán siendo retos, van a disminuir con el crecimiento económico. Diversificar la economía seguirá siendo una tarea pendiente, pero surgirán algunos centros de innovación global. El cambio climático generará ciertos impactos como sequías, inundaciones y olas de calor, aunque la sub-región más golpeada será el Caribe. En general, se trata de un futuro no de liderazgo global, pero sí de relativo bienestar y gobernanza eficiente.
El escenario sombrío del BID alude a una expansión de las economías ilícitas. Los carteles de droga se harán más poderosos y la corrupción proliferará. Habrá una pérdida de confianza en las instituciones públicas y una creciente migración y baja en la inversión extranjera.
Como mencioné, el informe tiene graves limitaciones. El escenario mediano resulta excesivamente optimista y el pesimista demasiado centrado en las economías ilegales. Se trata, en otras palabras, de una visión parroquiana y atada al presente, que no toma en cuenta las grandes transformaciones globales. ¿Cuál es un escenario futurista más realista, que el del BID?
No está claro cuál será la dinámica que producirá un crecimiento moderado en América Latina en los próximos años. China se está desacelerando y por tanto el boom de los commodities no se va a repetir. Sus compras de metales no se mantendrán a los mismos niveles que durante el boom. El petróleo, que impulsa las economías de varios países, se irá depreciando ante un alza en la eficiencia de los productores de esquisto en EEUU. Solo la demanda global de alimentos aumentará, pero ello provocará la devastación de la Amazonía. La robótica e inteligencia artificial en el ámbito global van a alimentar la informalidad y la desigualdad en América Latina, ya que la maquila irá en declive y la migración será cada vez más difícil en un mundo en que la mano de obra poco calificada será cada vez más superflua. América Latina está muy atrasada en innovación como para que surjan polos de innovación global. La democracia no se va a consolidar ante un panorama de estancamiento económico y desequilibrios sociales. Más bien va a sufrir de nuevos males como la proliferación de las noticias falsas, la manipulación digital y la perdida de fe en los expertos. Bolsonaro es el futuro político en América Latina y no la “gobernanza en alza” de la que habla el informe. El cambio climático global se acelerará y América Latina va a contribuir al mismo tiempo con la devastación de la Amazonía y una transición lenta a energías limpias. La integración regional, en la que el BID sigue depositando sus sinceras esperanzas, es absolutamente irrelevante, como ha demostrado UNASUR.
Carlos Espinosa es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ.
No está claro cuál será la dinámica que producirá un crecimiento moderado en América Latina en los próximos años. China se está desacelerando y por tanto el boom de los commodities no se va a repetir. Sus compras de metales no se mantendrán a los mismos niveles que durante el boom. El petróleo, que impulsa las economías de varios países, se irá depreciando ante un alza en la eficiencia de los productores de esquisto en EEUU. Solo la demanda global de alimentos aumentará, pero ello provocará la devastación de la Amazonía.
Excelente artículo, como estudiante de relaciones exteriores es un mal que va teniendo latinoameria desde ya décadas y creo que la nueva generación debe tomar el relevo de aquellos que sólo han echo mal al país y al continente tenemos para ser potencia mundiales pero no tenemos los medio ni las personas que dediquen sus vidas por una mejoría en la vida de las personas.