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El mundo ideal de las teorías económicas

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En la réplica que el economista Franklin López publicó esta semana a mi columna titulada “La peligrosa simplificación de los problemas económicos” hay, entre algunos puntos que conviene aclarar más adelante, una coincidencia importante entre ambas visiones. Dice el señor López en su explicación sobre la balanza de pagos: “La suma del balance de cuenta corriente y cuenta financiera es lo que se conoce como balanza de pagos o cuenta encima de la línea. Debajo de la línea se da el ajuste -en el caso ecuatoriano- con el aumento o reducción del nivel de dólares en circulación. Si la balanza de pagos fue negativa hay fuga de dólares, si fue positiva hay ingreso de dólares”. Es decir, se reconoce que en una economía dolarizada los cambios en la cantidad de circulante (puntualmente, de dinero primario) dependen del resultado de la balanza de pagos. Es un paso adelante porque algunas personas ideológicamente cercanas al señor López niegan incluso ese principio básico (sus argumentos son que en Ecuador los déficits en la balanza de pagos no han provocado una contracción en la liquidez, lo que se aclara en esta columna, o que Panamá presenta déficits recurrentes en la cuenta corriente, ignorando que ese país financia esos déficits con superávits en la cuenta financiera por ingresos de capitales).

Ahora bien, una vez reconocida la importancia del resultado de la balanza de pagos para una economía dolarizada, el economista López busca ridiculizar el impacto negativo que una pérdida de competitividad externa (reflejada en la apreciación del tipo de cambio real) genera precisamente en la balanza de pagos. En su réplica dice: “El enfoque arancelario nos lleva al absurdo de que si la tasa de cambio real se mantuviere revaluada los dólares seguirían saliendo hasta que nos quedáramos sin un solo dólar”. Evidentemente, nadie cree que si el Ecuador registra déficits recurrentes en la balanza de pagos la cantidad de dólares en la economía va a llegar a cero. Lo que sí se daría es una contracción en la liquidez, con los consecuentes efectos negativos sobre la actividad y el sistema financiero (la columna a la que el señor López se tomó la molestia de replicar, claramente dice que déficits recurrentes en la balanza de pagos “al reducir la cantidad de dinero primario podrían producir una contracción crediticia con efectos negativos sobre la actividad y el empleo”; en ninguna parte se sugiere que la economía se quedaría sin dólares).

Para el señor López, sin embargo, esa contracción en la cantidad de dinero en la economía no parece tener mayor importancia, ya que, según explica: “Digamos que tenemos un continuo déficit en la balanza de pagos y los dólares siguen saliendo, algún rato tendría que pararse. ¿Cuándo? Cuando haya muy pocos compradores en los almacenes, cuando haya muy poca producción y mucho desempleo. Se llegaría a un punto tal que los precios de los productos ecuatorianos tendrían que bajar y los de productos importados a subir; en otras palabras, la tasa de cambio real (también conocida como términos de intercambio), tendría que ajustarse.” Y más adelante insiste en que el Enfoque Monetario, que es el que él defiende, “dice que si la tasa de cambio real está revaluada no se puede perpetuar, llega un momento en que la salida de dólares hace que los precios domésticos caigan y se devalúe la tasa de cambio”.

¿Se da cuenta el economista López de lo que implica llegar al momento “cuando haya muy pocos compradores en los almacenes, cuando haya muy poca producción y mucho desempleo”? ¿Lo que sugiere como “solución” a la pérdida de competitividad externa es que el Ecuador atraviese una recesión económica, de la que no podemos anticipar su duración o profundidad? ¿Pensó en los impactos sociales de esa recesión o posible crisis? ¿No conoce los efectos negativos que una deflación puede provocar sobre la calidad de la cartera de los bancos (efecto Fisher)? Por último, ¿tomó en cuenta los enormes riesgos que una contracción monetaria sostenida implicaría para el sistema financiero ecuatoriano (que no tiene prestamista de última instancia)?

El debate de fondo sobre la conveniencia o no de reducir los aranceles de manera generalizada y unilateral (es decir, sin que esa rebaja implique a la par mejores condiciones de acceso para los productos ecuatorianos en mercados externos) se centra justamente en esas consideraciones: quienes creemos que, EN LAS ACTUALES CIRCUNSTANCIAS (con un déficit de cuenta corriente que se ha venido compensando con deuda externa y con un tipo de cambio real fuertemente apreciado que se debe ir corrigiendo con medidas como una reforma laboral o menor tramitología), no es conveniente esa rebaja arancelaria, tomamos en cuenta los impactos económicos, sociales y financieros que un déficit sostenido o profundo de la balanza de pagos podría generar. Quienes promueven esa rebaja sin que antes se corrija (aunque sea parcialmente) la apreciación del tipo de cambio real parecen no tomar en cuenta esos impactos.

En este punto conviene aclarar otra crítica del señor López a mi columna: pregunta con evidente ironía si mi posición está respaldada en el cálculo de un “arancel óptimo” para el Ecuador (incluso cita la Curva de Laffer, por lo que le recomendaría leer este artículo de Paul Krugman sobre la dichosa curva). Claro que no. Es más, dudo que algún país haya establecido alguna vez su arancel óptimo (que debería ser distinto para cada producto y variar en función de la evolución del tipo de cambio real). Mi posición frente a una rebaja generalizada y unilateral de aranceles sin antes corregir la pérdida de competitividad externa simplemente se basa en el dinamismo de las importaciones (muy superior al del PIB y al de las exportaciones) a raíz de la apreciación del tipo de cambio real, dinamismo (especialmente notorio en lo que va del año en las importaciones en volumen de bienes de consumo) que muy probablemente se reforzaría con una rebaja de aranceles, afectando a la balanza de pagos.

Otra aclaración: tipo de cambio real y términos de intercambio, a diferencia de lo que asegura el señor López, no son lo mismo. El primero es un índice cuya variación refleja la pérdida o ganancia de competitividad externa de un país frente a sus socios comerciales; mientras que los términos de intercambio muestran cuántas importaciones puede comprar un país para un mismo volumen de exportaciones. La diferencia queda más clara si se toma en cuenta lo que pasó en Ecuador y en Colombia a raíz de la caída del precio de los commodities: ambos países sufrieron un deterioro muy similar en sus términos de intercambio, sin embargo, mientras en Colombia el tipo de cambio real se depreció, en Ecuador se apreció.

Finalmente, en la réplica del señor López se menciona también la de Pablo Arosemena (a quien parece querer dar una mano), quien insiste –usando ejemplos de la presencia de los aranceles en la vida diaria que podrían aplicarse a cualquier país del mundo (¿o hay alguno donde no haya aranceles?)– en que los impuestos a la importación son EL problema de la economía. Además de citar el informe del FMI sobre el Ecuador sólo en lo que le resulta conveniente (sin mencionar, por ejemplo, la apreciación del tipo de cambio real como consecuencia del fortalecimiento del dólar, o cómo ese mismo fortalecimiento ha afectado a las exportaciones, o cómo el crecimiento de la demanda doméstica se ha cubierto con importaciones) y de exigir la evidencia empírica que él no da para su propuesta de política pública (rebajar aranceles de manera generalizada y unilateral), Pablo Arosemena, basándose meramente en los aranceles promedio que se aplican en ambos países (irónicamente, justo antes de criticar que se simplifique el problema “a promedios estadísticos”) insiste en que el camino es Chile y no Venezuela. Sólo una pregunta para cerrar, al menos por mi parte, este entretenido debate sobre los aranceles: ¿imitar a Chile –cuyo éxito tiene como fundamentos principales una estabilidad institucional, cuentas públicas en orden y también un arancel bajo gracias a la firma de acuerdos comerciales (cosa que el Ecuador sí debería hacer)– incluye subir, como en ese país, el IVA al 19%?

José Hidalgo es economista. 

4 Comments

  1. Aparte de varios “malentendidos”, sugiero a los lectores concentrarse en el último párrafo sobre la causa del problema.

  2. Yo no soy experto en Economía y por eso me gustaría que se debata justo lo que ha hecho Chile, bajar los aranceles y subir el IVA quizas al 20% lo cual en el Ecuador podría tener un efecto adicional: disminuir la corrupción centenaria de las aduanas con todos sus efectos positivos y disminuir la tramitología.

  3. Con respeto a las dos personas pero la balanza de pagos es eso una balanza. Siempre su valor es cero. Es erròneo hablar de dèficit o superàvit de la misma. No asi de la balanza comercial y de servicios y de la balanza de capitales y stock de divisas en un periodo dado

    • Lo del equilibrio en la balanza es una relación ex-post. Mis argumentos eran de la relación ex-ante entre cuál es la causa de un desequilibrio: el valor real de la tasa de cambio o la demanda por liquidez y que, en mi opinión, era la demanda por liquidez la que afectaba la relación “encima de la línea”: la suma de la balanza de cuenta corriente más la balanza de capitales y no la tasa de cambio real, como argumenta el Econ. Hidalgo.

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